miércoles, 27 de noviembre de 2019

La vorágine de una vida mundana


Mamá, ¿cuando llegamos?
¿Queda mucho?
Me aburro
Tengo hambre
Me hago pis
Me duele aquí
¿Dónde está el otro zapato?
Tengo miedo
¿Me atas los cordones?
¿Me abrochas los botones?
Ven aquí
No sé hacer las tareas
No me duermo
Mi hermano me ha pegado
¿Qué hora es?
pame que hace frío
No te vayas
scame
me pica en este pie
¿Cuánto es ocho por seis?
¿Qué hay de comer?
¿Qué me pongo?
¿Qué día es hoy?
¿Me quieres?
No me riñas
que lloro
¿Lo he hecho bien?
Me he clavado una espina
Me he hecho sangre
He soñado contigo
Tengo sed
Mira cómo lo hago
Me he caído
Cómprame uno de cada
Mami porfa
Cinco minutos más
Porfa mamá
Cógeme
Se me ha caído un diente
¿Puedo dormir contigo?
¡Qué asco,
no me gusta!
Hay un bicho en mi cuarto
Deja el baño encendido
¿me quieres?
ntame una canción
Cuéntame un cuento
Déjame en paz
¡Que eres  pesá!


jueves, 21 de noviembre de 2019

Cambio de roles


La edad que nos ocupa está entre generaciones. A caballo entre los-que-vienen y los-que-se-van. Esto exige un cambio de roles para el que no estábamos preparados. No estábamos preparados nosotros, que por dentro aún sentimos que acabamos de llegar. No estaban preparados los-que-se-van, que probablemente por dentro aún sientan que acaban de llegar. No lo sé. Todavía.

Lo que sí sé es que es una putada (este palabro, ya os habréis venido dando cuenta si me seguís, ha ganado necesariamente condición de legal en Una Vida Mundana). 
El padre de Rita ha tenido un derrame cerebral; la madre de Carol ha perdido la visión en un ojo tras una triple operación de cataratas; al padre de Laurita le han operado y quitado una prótesis de cadera que había rechazado; la madre de Juanito ahora necesita un andador… (*) 
Están viejos. 
Nuestros padres, los que viven, a los que no se los llevó ya el cáncer, los que sobreviven, están viejos. 
Ha pasado delante de nuestros ojos y no nos hemos dado ni cuenta. 
Estábamos tan entretenidos con los-nuevos, con los-recién-llegados, con los-que-vienen, que no habíamos reparado en el desgaste de los-que-empiezan-a-irse. 
Y ahora requieren nuestra atención.

Pero, ¿sabes qué pasa? Que muchos de nosotros, por dentro, seguimos siendo niños.
Algunos más que otros.

UNA se da cuenta. 
La parte de UNA que se da cuenta, supongo, es la parte adulta. 
UNA-adulta se da cuenta de que UNA, por dentro, sigue siendo una niña. 
UNA-todavía-niña quiere ponerse pachucha, y tumbarse en el sillón, y que mamá venga y la cubra con una manta, y le haga una sopa. No hay sopa que sepa como la-sopa-de-mamá. Ni siquiera la sopa-de-UNA.
UNA-todavía-niña quiere quedarse dormida en el sillón y que papá la coja en brazos y la deposite en la cama sin necesidad de despertarla porque puede perfectamente con ella.
UNA-adulta lo ve. UNA se da cuenta de que, cuando UNA-todavía-niña está cansada o cuando UNA-todavía-niña tiene hambre, UNA tiene una rabieta. Sólo que las rabietas de ahora no son me tiro al suelo y me pongo a llorar (¡aunque a veces a UNA le gustaría!), sino me enfado y grito porque está la casa-de-domingo y es todavía viernes.

UNA-todavía-niña quiere que alguien se haga cargo. 
Que se haga cargo de las preocupaciones. 
De las preocupaciones por los-que-vienen. 
Y de las preocupaciones por los-que-se-van. 
UNA-todavía-niña quiere que el responsable sea otro. 
Que el adulto sea otro. 
No quiere tomar decisiones, ni organizar.

Y ahí dentro andan la UNA-adulta y la UNA-todavía-niña manteniendo una lucha de poder. 
Cuando suena el despertador, la UNA-todavía-niña gruñe porque ¡no quiero ir al cole! y la UNA-adulta se levanta a preparar desayunos y meriendas para los-que-vienen. 
A menudo esperamos que nuestra pareja haga de yo-adulto para que podamos permitirnos el lujo y el placer de dejar salir un rato al yo-niño. Esperamos que sea nuestra pareja la que se haga cargo, la que nos haga la-sopa-de-mamá. 
Puede que muchos de los reproches de pareja tengan su origen en que el niño que llevamos dentro pretenda que el otro-que-no-eres-tú haga de adulto. Pasa que si los dos niños salen a chillar a la vez, ¿quién se queda de guardia?

En algunos de nosotros gana la parte-niño y en algunos gana la parte-adulto. No todo el rato ni en cada circunstancia pero en el trasvase de roles entre generaciones este pulso se pone especialmente de relieve. Hay quienes son más adultos y saben adaptarse al nuevo rol sin problemas a pesar de la pena. Luego están los más inmaduros, en los que gana la parte-todavía-niño, a los que la pena les impide moverse con naturalidad en el nuevo rol. Se bloquean.

Recuerdo cuando mi padre enfermó. En su agonía, mi hermana decía, hubo dos equipos: el equipo fuerte y el equipo débil. El equipo fuerte, mi hermana la mayor y mi hermana la pequeña, se manejaban con fluidez. Movían los tubos, las sábanas, el camisón manchado y a él mismo, como si no hubieran hecho otra cosa en su vida.
UNA estaba en el equipo débil. UNA apenas se atrevía a mirar a los ojos al hombre moribundo de aquella cama porque UNA lo que quería era gritar: 
¡que no te puedes morir! 
¡que eres mi papá y tú no te puedes morir!
¡que no encajan las piezas de mi puzzle si lo haces! 

Y es que UNA, que tenía entonces 39 años, sentía que tenía 6 cada vez que entraba en aquella habitación de hospital.

Cuidar a los que nos cuidaron es ley-de-vida, no me cabe duda. Pero es una ley de vida antinatural, una paradoja de la vida, mundana o no, pues es ley que no deja títere con cabeza. No deja títere con cabeza.

El niño dentro de los-que-se-van empieza a salir a la superficie, a ganar protagonismo, desde el momento en que empiezan a deshacerse, a desgastarse, a empezar a irse. Y ante ese niño, los que habitamos entre generaciones no tenemos otra opción que crecernos, que poner en la portada a nuestro yo-adulto, y dejar al yo-niño para cuando te encierras a llorar en el cuarto de baño. 


(*) Los nombres de los amigos de este post son ficticios para preservar la intimidad de los amigos reales. Las historias son reales. Los nombres ficticios son los de los personajes de la serie Esther y su mundo de la ilustradora española Purita Campos, que acaba de fallecer a los 82 años y a quien rindo homenaje desde este post. 
En la versión inglesa original, esta serie se llamaba Patty’s World, como UNA. 
La primera historieta de la serie además se publicó en 1971, como UNA.

También rindo homenaje a los amigos que andan estos días cuidando a sus los-que-se-van.




jueves, 14 de noviembre de 2019

Contrato de permanencia (o 5 minutos y un saco de boxeo)




No recuerdo exactamente por qué Paul hijo1 estaba frustrado. Por lo que fuera. Tiene 14 años: Motivos de sobra para la frustración. El caso es que entraba y salía del salón despotricando. UNA lo vio venir. No es la sabiduría, no: Es la experiencia. UNA le susurró a Peter:
-Ya verás cómo en menos de 5 minutos Paul ha encontrado la conexión entre lo que le pasa y UNA, de modo que UNA tenga la culpa de lo que le pasa.
Me equivoqué. No fueron 5 minutos. Fueron 2. En 2 minutos, Paul ya había declarado de manera explícita que… 
¡LA CULPA ES DE MAMÁ!

No sé cómo ni por qué la culpa de lo que fuera era de UNA. 
UNA no ha tenido otro remedio que aprender a no tomarse de forma personal estas situaciones que van ganando recurrencia con la adolescencia temprana de los monstruos.

Llevas toda la mañana sin verlos. Ellos llevan toda la mañana en el cole. A medida que van pasando las horas, las prisas y los agobios de la mañana se han ido apaciguando y en tu mente ya hay cabida para echarlos de menos e idealizarlos, volviendo a acariciar la idea de la maternidad en su ausencia callada y silenciosa. 
Tienes ganas de verlos. 

5 minutos después de que entren por la puerta, ya se te pasaron las ganas. 
Paul hijo1 ha llegado malhumorado y mohíno. 
O ceñudo. 
O enfurruñado. 
UNA trata de averiguar sin éxito si le ha pasado algo en el colegio que le haga comportarse así. 
Sin éxito: Por respuesta un monosílabo irritado. 
UNA se pregunta si será el hambre. 
O será el cansancio. 
Cuando no es Paul, es Gusi hijo2. 
Cuando no es Gusi, es Dolfete hijo3. 
Cuando no es ninguno, UNA sospecha si será la mejoría de la muerte, la tregua entre-guerras.

Si le ha pasado algo en el colegio a Paul, algo que haya contravenido sus deseos, alguna expectativa que no haya sido correspondida por la realidad, UNA se atreve a afirmar que en el colegio la frustración habrá pasado desapercibida, se habrá disfrazado con una capa de fingida amabilidad o pasotismo. 
Ha sido sólo al entrar por la puerta de casa que el descontento se ha exteriorizado, ha ganado visibilidad. Al ver a UNA, la-versión-frustrada-de-Paul-hijo1 ya no puede disimular ni un minuto más. 

Es ésta, no me cabe duda, la versión adolescente del niño que se cae y no llora hasta estar seguro de que su madre está presente y está mirando. Si el niño que se ha caído tiene que levantarse y buscar a su madre y eso le lleva 5 minutos, son 5 minutos en los que consigue aguantar el llanto que, sin embargo, ha de tornarse necesariamente inaguantable en el momento en el que visualiza a su madre.

Esto es un hecho: 
Somos el saco de boxeo de nuestros hijos.
Su sparring emocional.
Acuden a nosotras a ventilar sus frustraciones, 
a desahogar sus ahogos, 
a destapar sus presiones. 
Esto es así porque no puede ser de otra manera. 
Ha sido así siempre y siempre lo será.
Somos casa

Somos el sitio donde pueden ser ellos mismos sin la exigencia de ser la-mejor-versión-de-ellos-mismos. 
Pueden mostrarnos su vulnerabilidad sin miedo, 
su debilidad sin vergüenza, 
su sombra más oscura pues saben 
que no nos vamos a ninguna parte
que estamos aquí para quedarnos 
pase lo que pase, 
hagan lo que hagan, 
digan lo que digan.

Es precisamente ese contrato de permanencia que es la maternidad el arma de doble filo. ¿Dónde están los límites? Entiendo que en casa te sientes seguro. Entiendo que en casa desfogas. Entiendo que tus malhumores y tu-peor-versión es para casa porque no puede ser de otra manera. Pero ¿dónde está el límite? 
Cuando mis hijos me hablan mal, que es mucho más a menudo de lo que a UNA le gustaría, UNA, cuando la templanza del día se lo consiente, que ya he contado (aquí y aquí y aquí) que no es ni mucho menos siempre, trata de reaccionar así: 
-Yo te quiero mucho. Te quiero mucho. Pero también me quiero mucho a mí misma. Y no voy a dejar que me trates así igual que no dejaría que nadie te tratara así. 

YO ME QUIERO MUCHO. UNA QUIERE MUCHO A UNA. Mi filosofía en una frase. Una filosofía que, como me recordó hace poco una gran amiga, no es muy popular en cuanto a madres se refiere. 
Ése es mi límite, hijo mío. Soy tu saco de boxeo pero no tengo la intención de permitirme ser maltratada. No te cebes conmigo.
Sobre todo, porque estoy tratando de enseñarte a ti, 
no sólo a que no maltrates, 
sino también y tan importante, 
a que no te dejes maltratar tú. 
Por nadie. 
Nunca. 

Esta actitud exige, no obstante, el examen de conciencia. 
Que levante la mano la que no tenga en casa su propio saco de boxeo. 
Que levante la mano la que, después de haber tenido un mal día, no saca la-peor-versión-de-sí-misma en casa. 
Que levante la mano la que, después de un día de esos de aguantar con la sonrisa puesta, no llega a casa y lanza un resoplido; después de un día de esos de aguantarno salta a la mínima con su Peter o con sus monstruos. 

Si has levantado la mano, déjame que te la estreche con mi más sincera admiración y anhelo de imitación.

UNA aún está en el proceso. 
UNA aún está tomando conciencia de que cuando UNA tiene un día-💩, UNA tiene que pararse en la cochera 5 minutos, justo hasta el apagado automático, y respirar antes de coger el ascensor a casa para dejar atrás las desavenencias del día. Para recordar que va a entrar en contacto con lo que de verdad importa. 
Con los que de verdad importan. 

jueves, 7 de noviembre de 2019

Todo es un mundo. Elige: Vota


UNA no se atreve a hablar mucho de política porque, lo confieso, UNA no entiende mucho de política. No nos han enseñado política. En el cole o en la familia puede que nos hayan inculcado visiones políticas, pero me atrevo a afirmar que en la mayoría de los casos no nos han explicado de qué va la cosa, si acaso su cosa. 
Muchos heredan los dogmas y los acatan sin replanteamiento. 
Muchos hacen lo contrario a modo de reacción. 

No es que no me interese la política: 
Me interesa aunque no me apasiona. 
Sospecho que podría llegar a apasionarme si entendiera mucho. 
Pero UNA no entiende mucho. 
UNA entiende de valores pero a UNA se le escapa por qué o cómo esos valores, al pasar por el filtro del poder, al materializarse en política, lamentable y casi inevitablemente se corrompen. 
Se me escapa.

Vengo hoy aquí a plasmar las dos cosas que a UNA no se le escapan. La primera:
Todo es un mundo

Cuando discutas de política, el deporte por excelencia estos días pre-elecciones (y, tal como vienen estando las cosas, los días pre-elecciones van a acabar ganando en número), recuerda:

Todo es un mundo

Lo que quiero decir con esto lo voy a explicar con un ejemplo de Una Vida Mundana: Hace ya unos años, tuve un problema de salud a raíz del cual adopté temporalmente una dieta vegetariana. En esa época vegetariana, me metí en un par de grupos en redes sociales para aprender trucos y recetas. Pues bien: Los miembros de esos grupos compartían con cierta asiduidad artículos de publicaciones científicas e investigaciones que demostraban, sin ápice de duda, que la dieta vegetariana es ciertamente la más idónea para la salud. Todos felices y contentos, pues, de estar disfrutando de la mejor de las opciones. 
UNA pensaba: Esto de la dieta vegetariana, desde luego, es un mundo, con sus diferentes modalidades (flexivegetariana, pesco-vegetariana, vegana y no-sé-qué-más-ana) y sus justificaciones razonadas, investigadas y demostradas para cada una de ellas.
Pero a UNA la dieta vegetariana no la acabó de convencer porque UNA escucha su cuerpo y el cuerpo de UNA decía: 
no sé, no sé
Además, tantas restricciones para una mente perfeccionista como la de UNA creaban potentes sensaciones de carencia incompatibles con la serenidad.
Total que UNA leyó, y luego leyó más, y decidió pasarse temporalmente a una dieta de tipo paleo, pues también había un número considerable de estudios que recomendaba este tipo de alimentación para el problema de salud que sufría UNA. Vuelta a empezar: En los grupos temáticos quedaba claro que la dieta paleo era la dieta ciertamente más idónea para la salud, sin ápice de duda, como demostraban los artículos de publicaciones científicas e investigaciones que compartían sus miembros. Todos felices y contentos, pues, de estar disfrutando también de la mejor de las opciones.
La dieta paleo, el polo opuesto de la vegetariana, también es un mundo, pensaba UNA.

A esto me refiero. Tú tienes tu opción política. Vale. "ELECCIONES" viene de "ELECCIÓN" que viene de "ELEGIR". Tú eliges: Vota. Pero, al hacerlo, no se te olvide 
que tu opción no es la única opción,
que cada opción es un mundo,
y que para los miembros de cada uno de esos mundos, su opción es la válida aunque para ti la mejor de las opciones, la que justifiques, sea la de tu grupo. 
Cuando no dejas siquiera lugar para un ápice de duda, 
cuando eres tajante en tus afirmaciones políticas, 
cuando eres intolerante, 
cuando pecas de prepotencia y radicalismo, 
corres el peligro de caer en el sectarismo.

Otro ejemplo de Una Vida Mundana. En un divorcio, ¿de qué lado te pones?
Yo te lo digo.
Si eres amiga de ella y escuchas la versión de ella, te pondrás seguramente del lado de ella.
Pero si eres amigo de él y escuchas la versión de él, te pondrás seguramente del lado de él.
Porque siempre hay dos versiones. Siempre. Pero al final se trata del mismo dolor, el dolor de dos personas por algo que se les ha roto.
El sectarismo es escuchar sólo una versión en un divorcio, sin dejar ni siquiera un espacio para respirar a la posibilidad de que tal vez la otra parte tenga una versión distinta.

Ya he mencionado a Rosa Montero antes en este blog. En una charla brillante suya a la que asistí aludió al hecho lamentable de que es precisamente en esta época en la que el sectarismo no debería tener cabida pues tanta información disponible al alcance de la mano debería facilitar que las noticias se contrastaran, que se leyeran varias versiones de una misma noticia. Sin embargo, lo que viene ocurriendo tristemente es precisamente lo contrario, que seleccionamos la información que corrobora lo que queremos pensar y desechamos como inválida el resto de la información. Esto, señoras y señores, es un muy mal uso de la información: 
Te estás quedando con el artículo vegetariano si no comes carne y con el artículo paleo si la comes porque te dicen lo que tú quieres oír.
Ésa es la primera verdad que no se le escapa a UNA: 
Que todo es un mundo aunque no sea tu mundo.

La segunda cosa que no se le escapa a UNA es la urgencia de votar, de elegir, especialmente si eres mujer.
Si eres mujer, te insto a que recuerdes que tus abuelas y, dependiendo de la edad quizás también tu madre, necesitaron el permiso de su padre, hermano o marido para viajar, para comprar y vender, o para poder estar en determinadas profesiones, en las que sufrían una clara desigualdad de sueldo y en las que se facilitaba su despido. 
Tú ya no. 
Ni siquiera voy a decir “afortunadamente tú ya no”, porque no se ha de llamar “fortuna” lo que es de por sí un derecho.
Tu no necesitas el permiso de nadie pero tampoco sientas que nadie te está haciendo un favor. 
Es tu derecho. 
Tú puedes elegir. 
Así que elige: Vota
Si no estás dispuesta a seguir aceptando que "lo normal" todavía sea que en un debate a 5 a la presidencia del gobierno la única mujer sea la mitad moderadora del debate, elige. 
Vota. 
Si te escuece que 5 hombres en un plató de TV se llenen la boca hablando de la igualdad de la mujer pero todavía no parezca haber cabida para mujer alguna en ese debate, si acaso en un debate de consolación, vota. 
ELIGE.