Me pregunto cómo los hijos de UNA la ven a UNA.
Y me respondo que probablemente estresada, corriendo para recoger la cocina después de comer; para dejar la cena medio preparada porque hoy volveremos tarde; para salir pitando y dejar a Gusi hijo2 en fútbol; para ir a recoger a Dolfete hijo3 que vuelve de la excursión del cole, dejar su maleta en casa y correr de nuevo a recoger a Gusi de fútbol; dejar a ambos en casa de la abuela para llevar a Paul hijo1 a vacunar; recogerlos de casa de la abuela; duchas, cenas... Cuando por fin UNA aterrice en el sillón, los hijos de UNA la oirán quejarse de lo cansada que está. Reventada. UNA está deseando irse a la cama.
Eso es lo que los hijos ven.
Pero eso no es todo lo que hay. Hay mucho más. Que no ven. Y eso es lo que UNA ha estado haciendo un poco al revés.
Les mostramos las prisas, la irritabilidad, el cansancio, el estrés. Mas muchas veces, quizás sin ser conscientes, les escondemos cosas que de verdad importan.
UNA se levanta temprano, muy temprano, para cuidar de sí misma. Es el tiempo de UNA: En ese rato, UNA hace yoga, o meditación, o escribe. O no hace nada simplemente por el gusto de no hacer nada. Son prácticas que he ido incorporando a mi rutina para mantenerme mentalmente sana porque en más de una ocasión he sospechado que, como en el libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero de Oliver Sacks que os recomiendo, volverse loca no es tan difícil, ni está tan lejos.
Volverse loca está al alcance de todas.
La que ha sufrido o sufre de ansiedad, que no es otra cosa que un sutil mohín a la locura, lo sabe.
Todas esas prácticas las hago antes de que se levanten los monstruos o después de que se hayan ido a la cama. Alguna vez ha pasado que un monstruo se desvela y viene a mi refugio y me encuentra haciendo yoga o meditando o escribiendo. ¿Y UNA qué hace? UNA se detiene ipso facto, como si la hubieran pillado haciendo algo malo. Si el monstruo vuelve a su cama, UNA retoma la asana. Pero si el monstruo se queda pululando por los alrededores, ¿sabes que hace UNA? Pues se pone rápido a otra cosa: doblar la ropa, hacer la cama, preparar desayunos o meriendas. Lo que sea.
¿Ves la incoherencia?
UNA no tiene pudor en mostrarle a sus monstruos la versión estresada de UNA pero esconde, como si de pecados inconfesables se tratase, las prácticas que ha integrado en su vida para gestionar ese estrés y poder sacar así a pasear más a menudo la-mejor-versión-de-UNA.
Tras jugar al escondite de esta forma, luego les pediré que autorregulen sus emociones a sabiendas de que aún no tienen las herramientas para hacerlo. Pero cometo la torpeza de no mostrarles las que UNA, adulta, ha ido coleccionando. Las que le sirven a UNA.
Que te vean
UNA les dice que respiren cuando tienen que poner una pausa antes de una reacción. Están nerviosos o enfadados o agresivos o enrabietados, y UNA les anima:
Respira
Respira
Ellos ponen los ojos en blanco.
¡Mamá es pesadísima!
Mamá les pone más nerviosos todavía. UNA lo hace porque UNA cuando está nerviosa o enfadada o agresiva o enrabietada...
y respira...
a UNA le sirve.
Pero UNA se ha estado encerrando en el cuarto de baño a respirar así que los monstruos no lo han estado viendo con lo que probablemente no sepan que funciona. Quizás piensen que es el baño, o lo que ellos imaginen que hago en el baño, lo que tiene el poder tranquilizante.
Hazles testigos
UNA está empezando a confesar.
La conciencia precede necesariamente al cambio.
Así que si estoy nerviosa, les digo:
Estoy nerviosa así que voy a dejar todo lo que estoy haciendo y voy a parar a hacer unas respiraciones.
Y luego de hacerlas, les digo:
Ya estoy más tranquila. Podemos retomar.
Todo va calando.
Lo malo cala, pero afortunadamente lo bueno también cala.
El otro día estábamos ordenando entre Gusi, Dolfete y UNA la librería del salón. Ya os he contado qué forma toma el orden en casa:
Exactamente la forma del desorden.
UNA empezaba a notarse como María Barranco en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Antes del desquicie, decidí hacer una pausa. Cuando volví a entrar en el salón, más tranquila, Dolfete me preguntó: - Mamá, ¿has ido a hacer tus respiraciones?
- Sí, Dolfete. ¿Se nota?
Porque lo que realmente importa se tiene que notar.
Que te vean
Ahora sólo lo notan. Pero quizás algún día lo hagan ellos también. Dentro de un luego o de muchos luegos, se darán cuenta que esa herramienta y todas las otras están disponible también para ellos.
Si UNA está escribiendo, antes cerraba de sopetón el cuaderno en el mismo momento en que uno de los monstruos apareciera por detrás. Ahora les dejo que se asomen. Y es que me encantaría que escribieran. Escribir para mí es también herramienta de conexión con lo que verdaderamente importa y la creatividad uno de mis valores.
Así que déjate ver. Que te vean pegarte un homenaje de vez en cuando. Que te vean mimarte. Que te vean leer. Que te vean pedir perdón. Que te vean perdonar. Que te vean hacerte pis de risa. Y que te vean también lo a gusto que te quedas después de una buena llorera. Que no te vean sólo correr estresada sino también correr detrás de tus sueños. Y si ven que te rindes, que te vean también cuando decides empezar de nuevo. Díselo: Comienzo hoy de nuevo.
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