Mi abuelo me enseñó que no se dice viejo, que viejo es ofensivo, que se dice persona mayor, aunque a mí me parecía que viejo explicaba mejor esa edad en la que ya eres mayor, incluso mucho más mayor, que casi todos los que te rodean. Hoy, sin embargo, veo la diferencia con más lucidez.
Siento que los mayores se están poniendo viejos en esta crisis.
Quedábamos un rato por la mañana. La recogía en casa y la llevaba a rehabilitación.
- Esa rodilla te está fastidiando los paseos, madre, hay que cuidarla.
- Esa rodilla está así para quedarse, hija, que soy muy vieja.
85. 85 años. Muy bien llevados. ¿Dónde hay que firmar?
Luego el café que ella no perdonaba. ¡Que le gusta a ella un buen desayuno en la calle! Su croissant recién hecho. Después se tomaría la pastilla del azúcar. Un poco de compra y ¡hala!, a casa, que tengo que hacer la comida.
Por la tarde tal vez un rato al parque con sus nietos y mis hijos. Sentadas en un banco bajo los árboles. Conversaciones repetidas. Les daba a los nenes "la propina" de contrabando, por debajo, como si UNA no se diera cuenta. ¡Gracias, abuela! y un beso.
- ¡Nada más que por ese beso...!, decía ella siempre.
El fin de semana al cine. Las hemos visto todas. ¡Que le gusta a ella una buena película francesa! Lo que no le gusta es el olor de las palomitas pero me deja que las coma porque sabe que ya no puede no dejarme. Ella siempre ha sabido crecer con nosotras y, ahora que UNA es madre y que le cuesta tanto crecer con sus reyes/monstruos, sabe que ahí precisamente radica su legado, en ese saber estar como madre en lo que requiere cada etapa de la vida.
Protesta, ¡qué olor!. Luego se calla.
Los años que UNA vivió en Inglaterra no pudo evitar sorprenderse por el desapego entre generaciones. Los hijos cumplen 18 y se van de casa aunque casa sea en la misma ciudad en la que estudian o trabajan, algo inusual en estos lares. A partir de ahí vuelven si acaso por navidad, como en el anuncio de turrones, y poco más. Cuando UNA descubrió esta modalidad de familia, le pareció mucho más saludable, más moderna, que la que tenemos en España, y siempre pensó que debiera ser así, que tendríamos que establecer como obligatorio que los hijos se fueran de casa a los 18 y volvieran por navidad.
Luego UNA fue madre y en breve se dio cuenta de la necesidad de la tribu, del clan, para criar a los hijos propios. La familia es un regazo para acunar a los-que-vienen. La familia también es un entorno mullido para cuidar a los-que-se-van. La familia es un círculo de ternura en los extremos de la vida.
Siento que los mayores se están poniendo viejos en esta crisis porque les estamos privando de ese entorno mullido, de ese círculo de ternura. No pueden ver a sus nietos. Con mucha ¡muchísima! suerte, han aprendido a hacer una videoconferencia a través del móvil y les enseñamos a los niños a través de la pantalla. No pueden ver a sus hijos. Con mucha ¡muchísima! suerte, éstos viven en la misma ciudad, les acercan la compra y se la dejan en el descansillo.
-¿No vas a pasar?
-No debo, madre. No sabemos si lo tengo. No quiero contagiarte.
El nuevo amor de los hijos a los padres, de los nietos a los abuelos, exige la distancia social.
¡Qué paradoja de mierda!
Si te quiero, no te veo.
Precisamente porque te quiero, no te toco, no te beso, no te aprieto.
En este tiempo que no te sobra te han encerrado. Te han quitado tu café y tu croissant, y tus tardes en el parque con tus nietos. Te han quitado los abrazos y los besos.
A UNA le alivia que su padre que ya no se está se haya librado de esta guerra.
A UNA le apena profundamente que su madre tenga que pasar por esto:
Por esta separación,
por esta incertidumbre,
por este miedo.
Sin alcanzar del todo a comprender que no puede salir a la calle sin mascarilla porque hay una amenaza invisible.
Que no puede abrazar a los-que-de-verdad-importan porque pueden matarla.
Que los-que-de-verdad-importan pudieran contagiarla en un abrazo letal.
Intenta hacerle comprender eso a una abuela y sal sin el corazón roto del intento.
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