La madre
Lo esencial en maternidad consiste en mantener a nuestras criaturas vivas. Lo demás es superfluo, añadido por valores sociales y culturales que nada tienen que ver con lo visceral. La auténtica maternidad es mi ya manida frase del último mohicano: Pase lo que pase, mantente vivo. Con el propósito de mantener vivos a los cachorros de nuestra manada, les ponemos en el plato coles de bruselas en vez de pizza a sabiendas del aluvión de quejas que nos va a caer encima. Por mantenerlos vivos, sacamos el jarabe del osito que sube las defensas a la primera seña de que van a ponerse malitos. No nos pesa pasar la noche en vela por vigilar que no se deborde esa fiebre o esperando que vuelvan de la calle luego más tarde cuando son adolescentes. Nos hemos presentado en urgencias a riesgo de que nos tachen de exageradas. Hemos dicho que no-y-punto a ese plan para el que nos pedía permiso por miedo a que lo-desconocido nos arrebate al hijo. Hemos pegado el grito y el tirón cuando iban a cruzar la calle y pudiera venir un coche. Ponte el cinturón, no comas porquerías, abrígate que hace frío, no andes descalzo, tápate, no vuelvas tarde, no bebas, no fumes, no hables con extraños, la pelota al lado de la carretera no, baja de ahí que te vas a caer, no te subas ahí que te vas a caer, no corras. Hablamos en imperativos por proteger lo-que-de-verdad-importa. Pase lo que pase, mi misión desde que te traje al mundo, hijo mío, es mantenerte vivo. Mantenerte vivo incluso cuando UNA ya no esté viva. Mantenerte vivo a largo plazo, al más largo plazo posible.
El señor del despacho
El señor del despacho habla un lenguaje que la madre no entiende. Lo escucha en las noticias de la radio mientras prepara los bocadillos de sus hijos pero no entiende que de verdad tenga que ser tan complicado. El señor del despacho usa vocablos enrevesados y rimbombantes que el eco de la cocina de la madre devuelve en palabras simples: dinero dinero dinero; poder poder poder. La madre se imagina al señor del despacho rodeado de un montón de señores de despacho alrededor de una mesa de despacho. En la mesa hay un mapa. El señor del despacho señala varios sitios en el mapa: aquí aquí aquí; dinero dinero dinero; poder poder poder. Ya está. El señor del despacho da la orden al soldado.
El soldado
El soldado es hijo de una madre: Pase lo que pase, tú también mantente vivo. El soldado probablemente tampoco entiende pero tiene que hacer lo que ordene el señor del despacho y, antes de esta guerra, el señor del despacho ya se aseguró de enseñarle a querer matar. El soldado coge la orden y se dirige aquí aquí aquí y mata a otros hijos de otras madres: Pase lo que pase, mantente vivo.
El más largo plazo posible brutalmente acortado.
La madre queda sin tener a quién mantener vivo. ¡Con el esfuerzo y la energía y, sobre todo, el amor que puso en mantenerlo vivo hasta ahora y, en cuestión de segundos, -aquí, aquí, aquí- la orden del señor del despacho al soldado se lo ha arrebatado!
La guerra
Seguro, seguro que no es tan simple. Pero mi opinión sobre la guerra es que habría menos guerras si el señor del despacho no pasase tanto tiempo en el despacho y, en su lugar, estuviera en casa intentando mantener a sus criaturas vivas.
Si, a su vez, la madre tuviese su sillón, su voz y su voto en ese despacho.
Sólo digo eso.
Y ésta viene siendo una de las razones por las que UNA es feminista.
Sin aspavientos, sin gritos, sólo silencio mecido. La expresión del mayor dolor contenido en un abrazo |
😢
ResponderEliminarSiento dolor y me brotan lágrimas. Así es y así será… qué rabia!!!
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