miércoles, 19 de agosto de 2020

Descolocada

Te vas a pasar un fin de semana fuera, a un hotel. Llegas el viernes. Deshaces las maletas y te acomodas en la habitación. Sales a conocer el lugar. Al día siguiente, el sábado, es el gran plan. Luego llega el domingo. Tienes que dejar la habitación antes de las 12. Haces las maletas y sales del hotel, pero no sabes muy bien qué hacer. Es temprano para emprender el camino de vuelta a casa pero, si decides quedarte, no te atreves a dejar las maletas en el coche ni encuentras un plan que se amolde al horario de que dispones. 

Te sientes descolocada.

Pues eso es más o menos lo que sentimos las madres ante el inminente septiembre. Estamos descolocadas. Si UNA pudiera dar por sentado que estará trabajando y que los niños estarán de vuelta en el cole, como todos los septiembres, UNA estaría ya organizando con quién dejarlos esas horas que no coincidan sus horarios con los míos. 

Pero ya lo básico no puede darse por sentado. 

El escenario pudiera ser intermedio, que UNA estuviera trabajando en el centro y los niños haciendo el-cole-en-casa, en cuyo caso la persona que se quedara con ellos mientras UNA estuviera en el trabajo no podría ser cualquier persona porque no es lo mismo. UNA que hizo el-cole-en-casa desde marzo sabe que no es lo mismo. Para empezar, tendría que ser alguien con dosis ingentes de paciencia, y eso no es tan fácil de encontrar cuando los hijos son ajenos, y a la vez tendría que contar con conocimientos suficientes de nuevas tecnologías como para atender las necesidades de tres escolares aprendiendo a distancia.

El futuro podría perfectamente no parecerse en absoluto a estos imaginados, y quizás nos coloque de vuelta en la-dimensión-confinada, en cuyo caso UNA tendría que hacer acopio de todos los recursos que echó en falta en el-primer-confinamiento, cuando Peter y UNA teletrabajaban, mientras los tres reyes hacían el-cole-en-casa. Si la vuelta es a aquel caos, UNA no puede olvidar hacer también acopio del aprendizaje adquirido en la superación de aquel reto al tiempo que de las dosis ingentes de paciencia a las que hacía referencia en el párrafo anterior.

UNA no sabe. Probablemente septiembre no se asemeje a ninguna de las tres posibilidades anteriores o quizás se asemeje un poco a todas por semanas. Es ese no saber el que tiene descolocada a UNA. A todas. A muchas, imagino.

El coronavirus nos ha robado las rutinas. ¡Oh, las rutinas! Las rutinas, aquellas de las que nos quejábamos, porque eran siempre iguales y aburridas, resulta que eran las que dotaban a nuestras vidas de seguridad. Levantarte y acostarte casi siempre a la misma hora, salir de casa sabiendo dónde ibas y cuándo ibas a volver, y qué te ibas a encontrar a la ida y qué te ibas a encontrar a la vuelta, nos producía esa sensación de control que perdimos de golpe el pasado marzo. Ahora toca ir improvisando, soltar el hábito mental de programar y planear, e ir viendo qué es lo que hacemos hoy. 

Lo que haremos mañana ya veremos. 

Nadie lo sabe. Los servicios sanitarios no se atreven a augurarlo. Los políticos desde luego parecen no saberlo y, si lo saben, lo guardan en estricto chapucero secreto. 

La transición de este final de agosto, en el que como cada año hace septiembre, es más incierta que nunca esta vez. Nos tiene más descolocadas que nunca. Los niños hacen preguntas para las que no podemos hacer otra cosa que encogernos de hombros. La pandemia también nos ha robado las respuestas.

Sólo queda dejar las maletas en la consigna del hotel y esperar que el domingo nos brinde oportunidades de disfrute y de descubrimiento antes del retorno a casa y de que el fin de semana nos devuelva el lunes con sus hastiadas -ahora ansiadas- rutinas.


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