jueves, 17 de marzo de 2022

¡Pues no haberme tenido!

La entrada que hoy me ocupa viene inspirada desde otro blog que no puedo dejar de recomendar, El artista del alambre. El post al que me refiero se llama Estaciones. Os lo enlazo AQUÍ. Daos el gustazo.

Su lectura me conmovió y me trajo de vuelta una confesión de la que fui testigo en un grupo privado de Facebook: Una mujer aseguraba no haber sentido la llamada de la maternidad y, sin embargo, estaba preocupada pues "se le pasaba el arroz" (probablemente una de las expresiones idiomáticas que más afean nuestra lengua). En concreto, preguntaba si las mujeres con hijos del grupo se arrepentían de haber sido madres. La pregunta tiene el tonillo de una de las frases más trilladas de mi suegra cuando andaba detrás de otro nieto que versa así: "No te arrepientes de los hijos que has tenido sino de los que NO has tenido". 

El caso es que, independientemente del espanto que de primeras me produjo que esta chica llevara a consulta pública una decisión tan aparentemente personal, UNA mesmerizada se quedó a leer a una retahíla de madres con derecho a poesía que alababan las beldades de la maternidad al tiempo que a contemplar con cierto deleite desde la distancia ese rasgo tan femenino de te-arrastro-al-pozo-porque-yo-ya-estoy-dentro. Es como cuando una se corta el pelo y no le queda bien pero la otra le suelta un qué-bien-te-queda para que en la comparación la que halaga luzca más. No son el mismo espectro los de estos dos ejemplos, pero ambas sombras de mujer se mueven en el mismo infierno. 

Vuelta al foro: Un par de osadas fortuitas manifestaron sin tapujos en la cadena de respuestas que ellas se arrepentían de haber tenido hijos. Podían igualmente haber publicado sendas fotos de ellas mismas desnudas con un cinturón de bombas a punto de inmolarse pues la reacción de la audiencia fue un tanto similar a si lo hubieran hecho. 

Las lincharon.

Las madres nos hacemos flaco favor con este linchamiento, pensé: Las que están fuera se hacen una idealización garrapiñada del universo dentro y se sienten, como dice en palabras más bellas que las mías El artista del alambre, desertoras "del glorioso ejército de la humanidad", desterradas "del mundo de los vivos"Por otro lado, las que desde dentro de la maternidad sentimos su ambigüedad, sus dobleces y sus sombras, nos creemos aisladas y nos apiñamos bajo el epígrafe culpable de mala-madre y el síndrome de la impostora. Recuerdo a una amiga que se había sometido durante años a un tratamiento caro y penoso de fertilidad y, cuando ya estaba siendo azotada por las olas maternales, me confesaba que a veces se sorprendía pensando: ¿Tanto he luchado y sufrido y llorado para ESTO?

A nadie quiero más en el mundo que a Paul hijo1, a Gusi hijo2 y a Dolfete hijo3. A nadie: Ni de la generación que me precede ni de mi coetánea. Ellos son la razón por la que sigo intentándolo cada día. Ellos, la razón por la que decicí trabajarme para ser mejor modelo de persona. Ahora bien, tengo la certeza de que UNA-sin-hijos habría encontrado otras razones, igualmente válidas, para trabajarse y para seguir intentándolo. La UNA-antes-de-mis-hijos también tuvo una vida plena. Desde luego, no cargo a mis hijos con la responsabilidad de proporcionar sentido a mi vida.

UNA siempre supo que quería tener hijos. Siempre. Sin sopesarlo: UNA, que es tremendamente mental, no lo sopesó, lo cual me hace sospechar que sea una decisión más animal que otra cosa, biológicamente condicionada, que escapa a nuestro control aunque queramos vestirla de seda, palabras y ritos. En cualquier caso, lo que particularmente creo es que ninguna decisión se toma al cien por cien. Ninguna. Ni la de casarse. Ni la de tener hijos. Ni la de no tenerlos. La vida no es en blanco y negro. Hacerse consciente de esto puede resultar aliviante en una cultura que es muy de empeñarse en hacerte creer que hay un solo itinerario. Se vende la unicidad: tu media naranja, tu alma gemela, el trabajo de tu vida, la carrera de tus sueños, como si hubiera un único destino aguardándote y en el preciso momento en el que tomas una decisión "equivocada" y te desvías de el-camino, tus posibilidades de felicidad quedan para siempre arruinadas. Esta cultura de un-solo-itinerario es la causante de no pocas ansiedades.

UNA no cambiaría a Paul hijo1, ni a Gusi hijo2, ni a Dolfete hijo3 por nada en el mundo. Me lo he pasado muy bien criando hombres-en-construcción. Me he reído mucho pero también me he teñido de canas. Me he enamorado de ellos muchas veces, lo cual no ha evitado que a veces me haya desenamorado o que en ocasiones me haya planteado qué habría hecho en mis vidas alternativas, no con las obviedades del dinero y el tiempo, sino sobre todo con la dedicación que mis hijos chupan y la energía que succionan.

Ellos mismos vienen a recordarme mis vidas alternativas. Dolfete, el pequeño hijo-de-su-madre, cuando le hacemos un comentario que revela nuestra posible necesidad de espacio o tiempo, nos suelta sin pestañear un "pues no haberme tenido"Peter, que es menos como UNA y más como Peter, le dice directamente: -¡Ay! Si lo llego a saber... Los hombres, queridas, no parecen tener el reparo que tenemos las mujeres para abrazar la ambigüedad. En cualquier caso, cuando tu hijo alcanza la adolescencia, se empeña en recordarte repetidamente que él no eligió nacer y que arrases con las consecuencias. 

De los tres tatuajes que acampan en mi cuerpo, en el empeine de mi pie luce uno que me hice en mis años veinte. Tuve una oferta de trabajo desde una ONG para irme a la India. Lo estuve seriamente valorando. Finalmente, de manera consciente rechacé la oferta y me tatué la decisión para que no se me olvidara que estaba eligiendo renunciar a esa vida alternativa, a esa vida-sin-hijos que también hubiera estado dotada de sentido y me hubiera proporcionado motivos igualmente poderosos para crecer. A veces, cuando las tardes son largas y están llenas de ruido y palabros y peleas, y la palabra mamá repiquetea con eco martilleante, o cuando me inunda el desencanto, pienso en la India y en todas las otras indias a las que he ido renunciando. Y me permito abrazar la ambigüedad, joder, porque UNA transita por esta vida pero hay muchas otras vidas por las que pudiera haber transitado. Ninguna es perfecta. Ni ésta que transito ni las otras. Ninguna, sobre todo, es la única posible.

Eso no significa que no quiera a mis hijos. Así que vamos a no lincharnos. Seamos un poco más honestas, al menos con nosotras mismas.

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10 comentarios:

  1. Me gusta tu planteamiento... a veces pienso en otras posibles vidas alternativas.
    Cómo he llegado hasta mi hoy?
    Imposible de saber. Además no se puede mirar con los ojos de ahora decisiones que hace muchos años fuimos tomando.
    Si pudiera volver a los 20 años por ejemplo, sabiendo lo que sé, seguro que tomaría otras decisiones.
    Entrando en lo de una madre o un padre que se arrepienta de tener hijos... es perfectamente entendible, lícito y lo que no entiendo es que alguien critique las opiniones de otras personas en relación a sus vidas.
    Lo de "te arrastro al pozo porque yo ya estoy dentro" es muy cierto.
    Bueno, es que mi opinión en general en relación a los humanos, yo el primero, es horrorosa.
    En realidad no sé porqué estoy escribiendo tanto... si a nadie le va a importar, de hecho ni a mí.

    Saludos.

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    1. A mí sí me importan tus comentarios.
      ¿Cómo he llegado hasta mi hoy? es al fin y al cabo el itinerario que trata de seguir una terapia, pero da MUCHA pereza.
      Criticar las opiniones de otras personas en relación a sus vidas es lo que hacemos: el juicio es el telón que nos separa del mundo.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Me da cierto gusto descubrir que tengo una lectora en Miami...
      ¡Que tengas buena clase, seño!
      Un abrazo de vuelta

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  3. Muchas gracias por haber ampliado un texto que yo reduje a una simple historia porque es mi forma de abordar esos pensamientos, envolverlos en otra cosa. No soy una persona tan reflexiva y me ha gustado conocer tu punto de vista.

    La frase del pozo creo que es lo que mejor resume este debate y tantos otros. He seguido un camino, no puedo dar la vuelta de ese camino así que ese camino, qué remedio, debe ser el correcto, no admito que alguien siga otro.

    Muchas gracias, de verdad, por hacer más grande una pequeña historia.

    Un abrazo.


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    1. Tu historia no era pequeña. Y, desde luego, no era simple. Gracias a ti por escribir un texto tan conmovedor.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Me parecen horribles los linchamientos, en general. Sobre todo cuando se trata de decisiones personales o de sentimientos.
    De todas formas te diré que lo de ser "mala madre" o decir que te arrepientes de tener hijos está un poco de moda.
    A ver si dentro de poco van a linchar a las que digan que la maternidad es lo mejor de su vida.
    Mi opinión es que la maternidad es una mezcla de horrores y maravillas. Y que cada uno haga lo que quiera.

    Un saludo!!

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  6. Esto es simplemente brillante. Gracias.
    Me hace pensar y hasta me alivia. La maternidad y sus entresijos...

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