Las madres y las suegras hace tiempo que se quitaron el puntito de la boca (si alguna vez lo tuvieron, que en ciertos casos es muy susceptible de duda) y decidieron otorgarse la libertad de decir lo que piensan sin importar. Sin importarles nada. Recuerda que estamos hablando de tu madre y tu suegra. La madre de UNA y la suegra de UNA no, ¿eh?, que son la excepción.
No importa lo que hagas: casi te puedo asegurar que está mal. Si riñes a los niños, es que te pasas el día riñéndoles. Si no les riñes, es que hacen lo que les da la gana. Si les quitas las máquinas, por dios, sé más flexible que estamos en vacaciones. Si no se las quitas, es que les permites estar todo el día pegados a una pantalla. Si tus hijos se pelean, los suyos nunca se peleaban. ¡Nunca! Sus hijos y sus hijas fueron los protagonistas de unas infancias idílicas. ¿Tú sabes que en la época en que nació tu madre y tu suegra los niños nacían ya con modales en la mesa? No había que decirles ponte derecho, ni coge bien el cubierto, ni cierra la boca al masticar, porque traían las buenas maneras ya puestas de fábrica. Los tuyos, sin embargo, se nota que están en el comedor, ¿eh? porque ¡vaya modales!
Los hijos, en su época, eran poco más o menos robots. Para que obedecieran, sólo tenías que mirarlos y ya está. Hacían lo que fuera que tú quisieras que hicieran. Era muy práctico. Tú no lo recuerdas así porque eras sólo una niña, pero tú a tu madre jamás le contestaste mal. Jamás. Vamos, es que no te lo hubiera permitido.
Los niños de las infancias idílicas siempre estaban contentos, nunca se quejaban, ni se enfadaban, ni estaban tristes, como los tuyos que son unos mimados y no aprecian y nunca están satisfechos. No sé cómo lo has hecho pero evidentemente mal.
El caso de las madres y las suegras que intervienen está, no obstante, en cierto grado justificado por la experiencia de la maternidad que, sin duda, es un grado. Ellas pretenden "ayudarte" (que no "ahogarte") en su afán por transmitir su bien labrada sabiduría. Peor es el caso de las no-madres que todo lo saben sobre la maternidad: las hermanas y cuñadas. Las tuyas. Las de UNA no. Las de UNA son la excepción. Existe un género entre hermanas, cuñadas y otras mujeres que nunca tuvieron hijos que se caracteriza por saber exactamente qué es lo que tienes que hacer para educar a tu hijo de otra manera muy diferente a la que lo estás educando, porque el niño te ha salido así como te ha salido por esa manera lamentable que tienes de educarlo.
En este caso, se trata de las infancias idílicas de los-hijos-que-nunca-tuvieron.
- Anda, que si yo tuviera un hijo, iba a permitir que me contestara así.
- Anda, que mis hijos iban a pasarse tanto rato con el móvil.
- Anda, que los míos iban a tener así el cuarto.
Anda, anda, anda... ¿¡Qué tuyos!?
Lo cierto es que si te trasladas en la memoria a tus tiempos pre-madre puedes probablemente comprender todas estas teorías sobre la maternidad que abanderan las no-madres, porque hubo un tiempo en el que probablemente tú también las tenías. UNA las tenía, de hecho. Un montón de ellas. Un cuerpo entero de teorías bien trabadas sobre qué hacer y qué no hacer con los hijos para que los hijos sean esos seres idílicos que habías diseñado en tu imaginación. Luego, los propios hijos y los años-de-madre han ido desmontando una por una cada una de estas teorías, como vengo relatando en Una Vida Mundana, y me han regalado la siguiente conclusión (a la que creo llegan antes o después todas las madres- menos tu madre y tu suegra) y es que, como dice una muy buena amiga, madre-también-de-3:
S-E H-A-C-E L-O Q-U-E S-E P-U-E-D-E
UNA escribe diarios y guarda en un baúl los cuadernos de etapas anteriores de su vida ("cuadernos de la muerte", los llama Peter). La relectura de los cuadernos de mis años-de-madre es un recorrido por la infancia de mis hijos que viene a confirmar irrefutablemente la sospecha de que no tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Mira que UNA, de sensibilidad innata, le pone conciencia, como prueba este blog. Pero, aún así, U-N-A H-A-C-E L-O Q-U-E P-U-E-D-E.
Hay una crítica mucho más sutil que se reparte en las vacaciones-en-familia de las familias no tan críticas (o sutilmente críticas). Consiste en no decir nada pero, ¡ojo!, mirar a la madre.
El niño monta una escena. Una escena por supuesto injustificada para el testigo familiar. La suegra, la madre, la cuñada, o la hermana, no dicen ni pío porque tienen una actitud "respetuosa", no quieren meterse, no desean intervenir, PERO desvían la mirada hacia la madre en espera de su reacción, a ver qué hace, a ver cómo maneja (ya te adelanto que va a manejar mal). Esto es casi peor que si manejaran la situación ellas mismas. La madre, en ese momento objeto de un juicio inevitable, lo que tiene ganas es de decir:
Perdona, ¿pero por qué c*ñ* me miras a mí si el que está montando el pollo es el niño de los c*j*n*s?
Algo común a todas las castas mencionadas hasta ahora en el artículo consiste en considerar a tus hijos como marionetas de las cuales tú tienes los hilos y puedes manejar a tu antojo, y en ese saco de las marionetas muchas coinciden en meter también a tu marido. En algún momento parece habérseles olvidado que se trata, no sólo de una persona con capacidad de comportamiento y decisión propia, sino además de un adulto.
- Dile que no les grite así a los niños.
- Dile que recoja eso.
- Dile que llegue más pronto.
En algún momento de la boda, no recuerdas cuándo (te lo dije, no debiste beber tanto), te nombraron oficialmente mediadora entre la familia y el marido. Tonta de ti al pensar que familia de adultos y marido adulto podrían comunicarse esos mensajes entre ellos.
El tema es el-clan. El-clan. Tú formabas parte de un clan, con sus normas, sus teorías, su método propio de comunicación. Luego tú formaste a su vez tu propio clan. Te llevaste contigo algunas de las normas, teorías y métodos del clan original, ¡claro!, pero también creaste tus propios códigos, códigos que elegiste en coherencia con los valores que decidiste para tu clan. En las intersecciones de tu nuevo clan, hay nuevas normas, nuevas teorías y nuevos métodos. ¿Y sabes lo que pasa? Tu clan original se tambalea ante la novedad; se desestabiliza; se resiste a que les cambies las reglas. Si es el caso que sus miembros tienen la mente crítica, el juicio fácil, entonces surge el conflicto, y éste se hace notar en las vacaciones en familia. Ni te preocupes ni te agobies. Todo está bien. Todo entra dentro de lo normal. Dicen que el Dalai Lama perdió todo su ZEN en unas vacaciones en familia.
Eso es todo lo que tengo que decir sobre este tema: que vas a necesitar unas vacaciones después de las vacaciones en familia para descansar de la familia. Tú, ¿eh? UNA no. Que la familia de UNA es la excepción.
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