He estado haciendo un reto. Es un reto de un tipo americano, Andy Frisella, que dice más palabrotas que mis hijos, si es que eso es posible. El reto se llama 75 hard. "Una americanada", me dijo alguien. Lo es. Es una americanada. No es la primera americanada que hacemos. Consiste en lo siguiente (copio y pego):
El 75 Hard Challenge es un desafío que establece seis reglas que deben seguirse al pie de la letra durante 75 días. Las reglas del desafío incluyen: seguir una dieta a elección (algún tipo de alimentación consciente), hacer ejercicio dos veces al día durante 45 minutos (uno de los entrenamientos ha de ser necesariamente al aire libre), no consumir alcohol ni “comidas trampa”, beber 1 gallón de agua al día, leer 10 páginas de un libro de no ficción y hacer una foto diaria que registre el proceso. Si fallas un día una regla, has de volver a empezar de nuevo.
75 días. Empecé el 10 de octubre. Lo completo hoy. No ha sido mi primer intento. Ha sido el cuarto. Lo completo al cuarto intento.
Independientemente del debate que este reto genera en redes sociales, quería pasarme por aquí para contaros los beneficios mentales que a mí personalmente me ha aportado, que son muchos más que los físicos (que también).
El principal beneficio mental ha sido que me ha presentado y me ha hecho conocer una faceta de la voz interior que Frisella llama "the bitch voice" y a la que UNA se refiere como "el autoboicoteo". Esta voz no es nueva. Es sólo que el reto te la pone brutalmente de relieve; como si, en vez de hablarte, te gritara. Es la voz que te convence de que no puedes conseguir tus objetivos después de propuestos. La voz que, en el momento de la verdad, te saca una ristra de argumentos para que falles; para que no seas fiel a tus metas; para que sigas por el camino de menor resistencia y mayor comodidad, y ceses en el esfuerzo; para que te rindas. La que durante el reto te dice:
No salgas a andar hoy que estás cansada...Zámpate unos bollos que te han cabreado mucho hoy...Tómate una copa de vino que te la has ganado (por cierto, que el reto me ha hecho darme cuenta del grado de alcoholismo al que sucumben nuestras propuestas de ocio).
Es la misma voz que en la vida real te dice que no merece la pena que escribas porque no eres lo suficientemente buena. Es la voz que en los primeros días de febrero ya se ha llevado por delante todos tus propósitos de fin de año. La voz que dejó tantos sueños tuyos tirados en la cuneta.
Una vez que empiezas a reconocer esa faceta de tu voz mental, esa tendencia interior a autoboicotearte, puedes lidiar con ella. Cuando aprendes a observarla con curiosidad y a no identificarte con ella, cuando le pones distancia, puedes decirle:
Mira guapa, te veo, veo lo que estás intentando hacer aquí, pero mis objetivos, esos que me propuse en una pausa serena, son mucho más importantes que la resistencia que tú opones.
Estas interacciones con la voz del autoboicoteo van fortaleciéndote mentalmente: si he sido capaz de superar esto, ¿qué no seré capaz de superar? Va tomando momento tu sensación de libertad: me puedo proponer lo que me dé la gana, pues puedo conseguirlo. Tengo la fuerza de voluntad, la determinación y los recursos mentales internos para llegar a cualquier meta.
Sin embargo, de lo que más he aprendido no es del reto que completo hoy, sino de los tres intentos anteriores que no completé, de las veces que fallé. Podía haber dicho: ¡A la mierrrda! Podía haber decidido: Esto obviamente no es para mí. Podía haber renunciado. Cuando después de caer no te levantas, te dejas claro que no lo has conseguido. Cuando después de caer, te levantas y lo vuelves a intentar, existe la posibilidad -y la esperanza- de que algún día lo consigas. Ese día es hoy. No subestimemos el poder de la esperanza.
La principal diferencia entre el último intento y los anteriores fue que el último lo conté. Lo conté a mi familia, lo conté a un par de buenas amigas, lo hice público. Esto supuso en la práctica que no sólo me estaría fallando a mí si no lo hubiera completado, sino que en cierta manera sentiría que les estaba fallando también a ellos (accountability). Mis hijos estaban mirando.
En el grupo de Facebook al que me uní por accountability, todo el que va acabando el reto escribe una entrada muy emotiva dedicándoselo a su familia que tanto le ha apoyado durante el proceso. UNA, desde aquí, quiere hacer lo contrario: NO le dedico este reto a mi familia-de-5, que no sólo no me ha facilitado el proceso, sino que además me lo ha puesto más difícil, tentándome con comidas y bebidas que no podía permitirme consumir, tachándome de coñazo por tener que completarlo a diario lo que les robaba mi disponibilidad 24/7, y recordándome repetidamente que recientemente he fallado mi otro reto de este año, el de #un-año-sin-compras, porque me he comprado la luna en el ALDI. Pero es que -dijo mi bitch voice- ¡mira la luna, por favor! Tiene colores y todo.
Como en la vida, este reto me ha recordado que lo que existe no es la meta, sino los kilómetros que te llevan hacia ella. El reto me ha regalado momentos duros, como tener que salir a andar de noche estando diluviando; y momentos mágicos, como tener que salir a andar de noche estando diluviando.
Enhorabuena! Te retas tú y te reta la vida cada día! Así que date 7 besos y otros tantos achuchones, que los mereces.
ResponderEliminarCuando he empezado a leerte he pensado que sería algo más sencillo, pero el reto requiere un esfuerzo brutal, me parece increíble que lo hayas intentando otra vez después de fallar... y también me encanta tu brutal sinceridad en los agradecimientos (más bien su ausencia)
ResponderEliminarNo soy mucho de esos retos, pero sí hago con frecuencia bastantes cosas de esa lista y cuando me he portado bien varios días me recompenso de alguna manera... es un poco lo del burro y la zanahoria sólo que la zanahoria la pones tú y, además, es imaginaria ;)