jueves, 17 de agosto de 2017

A los de allí, la incomprensión. Un por qué ahogado. Un qué ganasteis atropellando la tarde inocente de las Ramblas de Barcelona. De quién estáis más cerca ahora. Un para qué angustioso. De qué os ha servido sesgar más vidas, arruinar tantas otras que nunca podrán volver a salir a la calle sin el pánico en las venas 

A los de aquí, la vergüenza. Por el penoso tratamiento de esta tragedia en las redes sociales, por los vídeos que han circulado desde el minuto cero por whassup alimentando el morbo, faltándole el respeto a la indefensión de los heridos y de los fallecidos. Los que grabaron estos vídeos, testigos que no se prestaron a auxiliar, se convierten en cómplices de la barbarie, multiplicando el odio, regalando el dolor de las víctimas a los que perpetraron esta sorpresa cobarde, publicitando su causa.

En esta guerra cruenta que se nos ha colado en nuestras vidas, que estalla en cada atentado y se exacerba con la xenofobia, sólo nos resta educar a los que se están criando en el miedo, imbuirles que "extranjero" no es sinónimo de "terrorista" ni "diferente" es igual a "ataque". Y eso incluye enseñarles a respetar el sufrimiento ajeno y el propio, a utilizar las redes de manera sensata y sensible, a no confundir "noticia" con "chismorreo", "dolor universal" con "morbo". Tanta corrección política para nimiedades pero a la hora de la verdad obviamos lo básico.

Sólo nos queda conservar la cordura, la dignidad, en un mundo que se ha vuelto loco.




Lo que el terrorismo nos arrebata es el único consuelo que le queda al ser humano ante el sinsentido de la muerte: el sentimiento de que estamos juntos en esto. Lo que estas bestias ignorantes no entienden es que se lo arrebata a ellos también.