El Día Mundial de la Salud Mental, el pasado octubre, Gusi hijo2 quería hacer la huelga convocada por los estudiantes y UNA se negó porque no son pocas las veces que le he oído decir -medio en broma, medio en serio- que no entiende que para curar trastornos como la ansiedad o la depresión se haya de acudir a un psicólogo o a un psiquiatra, cuando lo suyo es poner un poquito la tele... y se te pasa. ¿Estás preocupado? Pon un poquito la tele. ¿Estás nervioso? Pon un poquito la tele. ¿Estás enfurruñado? Pon un poquito la tele y se te pasa. Así, a base de pantalla, soluciona mi hijo2 todos los problemas de salud mental, así que UNA le espetó: -Un poquito de coherencia y nada de huelga: al cole.
Al igual que el poquito de tele de mi hijo, UNA tiene su propia estrategia terapéutica que va recomendando a diestro y siniestro:
SentArse a escribir para sentIrse mejor
No conozco tratamiento más asequible económicamente ni más al alcance- literalmente- de la mano.
Cuando alguien de mi entorno pierde a un ser querido, mi tentación siempre es la de regalarle un cuaderno para que el-que-se-queda destile el dolor de la pérdida mina abajo. Cuando murió mi padre, UNA estaba embarazada de Dolfete hijo3. En aquellos días sólo encontraba consuelo en dos lugares: el murmullo de las mujeres que nos arropábamos y escribir. Escribía al padre-que-se-iba y al hijo-que-se-hacía en mi interior. Escribía escribía escribía. Las lágrimas parecían hacerse surco mina abajo, la pena encauzarse, la angustia contenerse.
Es esa contención que, como la de un abrazo, descubro con frecuencia en la escritura. Por ello, cuando alguien de mi entorno sufre una pérdida, lo primero que me sale susurrarle, mucho antes de “siento tanto que tengas que pasar por esto”, es “escribe”:
Escribe hasta que la ausencia sea tolerable
Escribe hasta que puedas estar con lo que estás sintiendo
Me cuesta recordar que no todos lidiamos con el dolor de la misma manera. Me cuesta entender, de hecho, que el otro que no es UNA no encuentre en la escritura el alivio que encuentra UNA. Me cuesta, hasta el punto de tener la convicción de que, si no lo encuentra, es por no haberlo tanteado. Es por ello que regalo cuadernos.
Cuando escribes, cuando llevas un rato escribiendo, la conciencia da un pasito para atrás y, en una reverencia que te altera incluso la letra, deja paso al inconsciente: empiezas a descubrir mina abajo cosas de ti que no estabas segura de saber, que acaso sospechabas. Es la mejor manera de conocerte a ti misma
No es sólo, sin embargo, la tristeza la que cobra sentido mina abajo. Fue también de lo primero que UNA hizo en sus pospartos y en los años que estrenaban la vida de mis hijos: escribir los partos, celebrar su llegada a mi vida mina abajo, recoger en palabras las emociones de las primeras veces, esos momentos que no serán capaces de recordar pero que les inventarán mis líneas.
Al igual que las fotos que hiciste de un viaje son los momentos que más recordarás de ese viaje, lo que escribes atrapa lo que vives y lo deja esculpido para siempre en tu memoria tal y como bajó por la mina. Lo que escribes es un álbum, un álbum de recuerdos que no sólo los preserva, sino que también y sobre todo los crea. Es también álbum de heridas que, según van amarilleando las páginas, se hará álbum de cicatrices. Cuando releo un cuaderno antiguo, me acuerdo no sólo de lo que pasó sino también y sobre todo de cómo me sentí. Al modus operandi de la música o un aroma, una página de un diario te puede traer de vuelta todo un verano.
Me encantaría que mis hijos aprendieran por ósmosis esta estrategia terapéutica. Por ósmosis y no por mi empeño pues no hay nada que usurpe más el placer de hacer algo que el empeño ajeno, y más si viene de tu madre y eres adolescente.
Una tarde de cole de EGB, se me metió una lagartija por la espalda y la seño de lengua insistió en que tenía que escribir una redacción con la anécdota, algo que detesté hacer por impuesto y -aquí viene la paradoja- probablemente habría hecho gustosa de haber partido de UNA la iniciativa pues ya escribía entonces. Es como leer. ¡No son pocos los futuros lectores que ha robado una tediosa lectura obligatoria!
En fin, desde mi escritura mundana, recomiendo el poder sanador de la mina. Si no sanaras, siempre puedes poner un poquito la tele.
Entradas relacionadas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradezco tus comentarios