miércoles, 24 de agosto de 2022

Leer es de maricas

La pintada me la topé caminando por el paseo marítimo: 
Leer es de maricas
Tuve que pararme a pensar qué es lo que me ofendía más:
que hubieran utilizado la palabra "marica",
que la hubieran utilizado a modo de insulto,
que insultaran la actividad de la lectura,
o que todo lo anterior grafitara una farola del paseo.
Esto es un síntoma, pensé.
O dos.
Síntoma de la homofobia que persiste latente a pesar de la aparente normalización de la homosexualidad.
Síntoma también del lugar al que ha quedado relegada la lectura en la jerarquía de valores de la sociedad actual.

Cuando UNA era adolescente, mucha gente leía, más que ahora. Ésta no es, no obstante, la mayor diferencia entre entonces y ahora. Por supuesto entonces también había mucha gente que no leía, como ahora. La mayor diferencia es que la gente que no leía no miraba con desprecio a la gente que leíamos. Ahora, lamentablemente, entre jóvenes y adolescentes, ya no es así. Leer se ha despopularizado. Para la gran mayoría de la masa que se nutre de redes sociales, leer es de pringaos.

Cuando eran chicos, UNA les leía todas las noches. Si no iba a poder estar, les grababa los cuentos en un CD para que su padre se los pusiera. Cuando los reyes empezaban a leer por sí solos, la casa se llenó de rincones en los que tumbarnos a leer juntos, uno de los mayores placeres que su infancia me ha regalado. A veces UNA les pedía que me leyeran ellos en voz alta. Ahora UNA ha vuelto a leer sola y los monstruos ya no leen. Apenas a ratos Dolfete hijo3 se asoma a algún libro, pero sé que ya lo estoy perdiendo entre páginas. 

Cada etapa de la vida, le ha ido robando a UNA a sus tres lectores. 

A Paul hijo1 le gustaban los libros antes de empezar a leer y, supongo que por su curiosidad innata que alimentaba su anhelo de descifrar el misterio de las palabras, empezó a leer muy pronto. Pero también la obsesión de leer se le pasó pronto, muy a pesar de UNA.

Había una librería preciosa en Córdoba que se llamaba Títere. UNA llevaba a Gusi hijo2 y a Dolfete hijo3 allí a escoger sus lecturas, como hacía mi padre con UNA en los sábados vallisoletanos de mi infancia. La dueña de Títere, Herme, cuando UNA se lamentaba de que Paul hijo1 ya no leía, siempre me decía: 

- Ya volverá. El lector siempre es lector. 
Pero no ha vuelto.
A estas alturas dudo mucho de que lo haga, pues además UNA ha observado con pesadumbre no sólo el devenir posterior del hábito lector de Gusi hijo2, sino también y sobre todo del estátus de la lectura en sus escalas de valores.

Gusi hijo2 devoraba tantos libros que UNA tuvo que dejar de comprar en librería y empezar a prestar en biblioteca.
Primero sucedió el móvil. La llegada del móvil a su vida supuso, por supuesto, un antes y un después de los libros. Pero si fuera sólo eso, no me preocuparía tanto, ya que al final tendrán que aprender a regular el uso del móvil y eso volvería a dejar cabida para la lectura. Es otra cosa lo que me preocupa, algo que la pintada de arriba resume. Leer es de pringaos, no está de moda, no es popular, no es admirable ni admirado, sino todo lo contrario.
Cada Navidad siempre me he asegurado de surtirles a mis hijos con un buen hatillo de libros. Ya en la última navidad, cuando Gusi hijo2 les relataba a sus amigos lo que le habían regalado, se aseguraba bien de no mencionar los libros. Regalar un libro por un cumpleaños adolescente en estos tiempos sería poco más o menos que impensable.

Me da mucha pena. Cuando UNA era pequeña, no entendía el afán que tenían los grandes por que los chicos leyéramos. UNA lo encontraba entretenido, pero para UNA no dejaba de ser como la televisión, un divertimento más, historias de otros para escapar de la historia propia, para pasar el tiempo sin pensar. Sin embargo, a medida que he ido cumpliendo libros, he ido venerando la lectura más y más. Primero, como medio para acercarme a la escritura. No voy a mencionar siquiera los efectos secundarios que la falta de lectura tiene en la ortografía, pues hasta los correctores de los móviles los contemplan ya. Pero, además y sobre todo, la lectura descubre mundos, crea realidades, multiplica vidas, desata pasiones, desnuda emociones y las viste de gala. Que mis hijos se vayan a ver privados de estos y otros placeres por la desvalorización que su entorno hace de la literatura me pone rabiosa.

No es sólo la cultura-de-la-inmediatez que ya mencionamos en Tiempos muertos y que descarta leer por requerir de la parada, de la espera, de hacer algo despacio, de ir más allá de la comodidad de la imagen en pantalla e interpretar el lenguaje usando la imaginación. Es además y sobre todo la inversión de los valores de la que hablábamos en Postureo: antes una persona con un libro nos resultaba atractiva, leyéramos o no. Ahora es un freaky, un payaso, un tonto, un perdedor, un inútil. 

¿Has visto alguna foto de esta gente en Instagram leyendo? Ni la verás.

¿Su pérdida? La nuestra también. La de todos. Una sociedad que no lee es un estado de barbarie.

Pilar Mayorgas


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Os dejo una entrada brillante de un blog que sigo para que gocéis con su lectura:

1 comentario:

  1. Me ha chocado lo que comentas de gente en instagram leyendo porque tienes razón, les veo con el móvil, con los cascos, tomando algo... pero hace siglos que no veo un libro por esos lares.

    Para mi la lectura siempre ha sido un refugio. En casa sólo había una televisión y no me gustaban los "programas de mis padres", así que me refugiaba en mi habitación con algún libro. Tuve una infancia solitaria que habría sido un infierno sin los libros, lo tengo claro.

    Esta claro que vivimos un cambio de tendencias en muchas cosas, desde nuestra perspectiva es fácil pensar que son para peor, pero no lo sé. Muchas veces vemos las cosas con el sesgo de la edad y nuestras decisiones, quizás no sea para tanto, no lo sé.

    Como siempre, planteas muchas preguntas y yo no traigo respuestas :)

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Agradezco tus comentarios