jueves, 17 de marzo de 2016

La gente ES buena


Hoy he pasado un sustillo. Ha sido uno de esos ratos que recordaré como una mera anécdota pero que, en el momento, me ha hecho temblar las piernas. Paul hijo1 se ha caído de la bici que estrenaba hoy y su nariz ha ido a aterrizar contra un banco de hierro del parque. La sangre es muy escandalosa y, cuando le he visto correr hacia mí, con la cara, la camiseta y las piernas llenas, le he llevado corriendo hacia la fuente del parque para intentar lavarle y ver qué había debajo. No quiero detenerme en sus heridas, sino en la reacción de la gente. Y no me refiero a la gente que nos quiere, que también, por supuesto: mi santa madre y el padre de un amigo que estaban allí han reaccionado de inmediato. Gracias.
Me refiero a la gente que no nos conoce. En el breve intervalo de tiempo que dura un susto, se me ha acercado una pareja para indicarme dónde estaba el centro de salud más próximo, dos chicas para darme su paquete de clinex, y una señora para aconsejarme cómo parar la hemorragia. La gente ES buena.
Luego en urgencias, otra mamá me ha traído el paquete de toallitas de su bebé para que limpiara las piernas de Paul hijo1.
Esta gente no sale en las noticias, pero ésta es la gente que importa, ésta es la gente que se preocupa.
Paul está más o menos bien. Mañana vamos al pediatra. Pero me quedo con las manos que me han echado estos desconocidos en momentos en los que yo estaba agobiada. No son grandes hazañas, son pequeños gestos que alivian.

En cada crisis, supongo, aparecen estos voluntarios espontáneos que hacen del mundo un lugar mejor.
La gente ES buena.