miércoles, 10 de abril de 2024

Dramones


Después de mi entrada anterior, un poema nostálgico dedicado a mis hijos adolescentes en añoranza de su infancia, tuvo Peter que viajar a Madrid una semana y a la vuelta me trajo un casi-regalo. Un casi-regalo es algo común en las relaciones de pareja con familia numerosa: casi-te-lo-compro pero era demasiado caro. Lo que importa es el detalle. La economía familiar agradece dejarlo en-estado-de-casi, pero en la relación el regalo se considera en-estado-de-hecho.

- Es el regalo perfecto para ti, me dijo. Es TU camiseta. 

La camiseta, por lo visto, era una camiseta del grupo Ramones (hey, ho, let's go) a la que habían añadido una D delante: DRamones. Peter se desternillaba mientras me lo contaba y UNA hacía como que no sabía de qué hablaba, a pesar de que ya en Inglaterra me bautizaran con el apelativo de drama queen, y mi padre de muy niña vaticinaba que UNA sería actriz dramática.

- Venga ya, seguía riéndose Peter. - Ahí están todas las otras madres celebrando que sus hijos crezcan y se hagan mayores para poder respirar por fin, y tú andas escribiendo poemas y llorando por las esquinas.

Me casé con mi antónimo. No podemos ser más opuestos. El ying y el yang. Y menos mal...

A algunos la alegría les viene dada de serie, Peter entre ellos. Conozco más gente así. Son gente que, para empezar, está en el presente: tiene la mente donde tiene el cuerpo, no el cuerpo aquí y ahora, y la mente recitando nostalgia o en modo-planes. No es lo mismo, son dos paseos por la vida completamente diferentes: ya lo relaté en 57 minutos 55 segundos. Lo que tantos otros buscamos a través de la meditación y rara vez tenemos la suerte de encontrar, a esta gente le viene dado de fábrica.

Del mismo modo que mi mente detecta en el horizonte con increíble destreza razones para el drama, esta especie envidiable localiza razones para la alegría en lo más mundano. Tengo una amiga que, cada vez que dice una palabrota, se parte de la risa. Hablando precisamente del tema de mi poema, de la nostalgia de los hijos que crecen, esta misma amiga decía: pues yo tengo muchas ganas de lo-que-está-por-venir. ¿Ves la diferencia? Son dos paseos. Mis antónimos son disfrutones de nacimiento, fácilmente satisfechos, no necesitan demasiado para estar contentos. 

¿Sabes eso de que la vida te da limones? Pues bien, a esta gente la limonada le sale de manera natural. Luego estamos los que de manera natural lo que nos sale es rallar la cáscara del limón y ponérnosla debajo de la lengua, o tomarnos dosis ingentes de la capa blanca amarga que se esconde entre la piel y los gajos, o masticar las pepitas hasta que se nos hacen bola. Se me va la metáfora de las manos y acabamos todos salivando, pero ¿tú me entiendes? Las que hacemos dramones no los hacemos por gusto sino por disgusto.

Las-dramones tenemos que currarnos la alegría. No nos viene dada. Tenemos que andar proactivos en su búsqueda y corremos el peligro, en un momento de desidia en esa búsqueda, de escurrirnos hacia el drama. Las emociones incómodas son nuestra vida diaria si no hacemos el esfuerzo consciente de salir a buscar la alegría. De hecho, para UNA, el autocuidado por el que abogo desde el alba de este blog no es otra cosa que hacer espacio en mi vertiginosa rutina a hábitos que me permitan inclinar el péndulo desde el drama hasta la alegría, pues si no lo hago se me tiñe todo de drama.

Me regaló una amiga un post de instagram que os enlazo abajo con un poema divino que os copio y pego aquí (invito a los que no leéis inglés a dejar que una IA os lo traduzca, aunque se pueda perder el alma del poema en el proceso):

JOY
Joy does not arrive with a fanfare,
on a red carpet strewn with the flowers of a perfect life.
Joy sneaks in, as you pour a cup of coffee,
watching the sun hit your favourite tree, just right.
And you usher joy away,
because you are not ready for it.
Your house is not as it must be,
for such a distinguished guest.
But joy cares nothing for your messy home,
or your bank-balance,
or your waistline, you see.
Joy is supposed to slither through the cracks of your imperfect life,
that’s how joy works.
You cannot invite her, you can only be ready when she appears.
And hug her with meaning,
because in this very moment,
joy chose you.

Pues eso, que las-dramones tenemos que detenernos a diario, hacer el esfuerzo, hacer hueco en nuestra vida para estar preparadas para la alegría cuando llegue: las flores amarillas, rojas y malvas; el amanecer naranja y violeta; las amigas que regalan poemas; los casi-regalos.



El poema es de Donna Ashworth @donnaashworthwords.
En este post de instagram  está maravillosamente leído por @harrybakerpoet






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lunes, 11 de marzo de 2024

Poema nostálgico con hashtags y links

 

Echo de menos tu sonrisa
ancha
entusiasta
sin tapujos
sin complejos.
Esa sonrisa que habitaba todas las líneas que le venía en gana
sin consultarle al espejo
sin murallas
sin esa puerta de hierro entre el mundo y tú

que deja a UNA fuera, con el mundo.

Tu sonrisa emigrante y extranjera me anuda la garganta.


Extraño tus ojos abiertos
espontáneos
escaneando el mundo
buscando tesoros atrapados en escondrijos adultos
descubriendo milagros disfrazados bajo tez de rutina.
Allá donde UNA equivocada, ciega, hacía pereza,
TÚ veías puntitos de luz.

Los mejores años de mi vida están llenos de ti.

Allá donde UNA se ahogaba en charcos de barro,
TÚ anunciabas el cambio emocionado a esa manga larga.

Los mejores años de mi vida están llenos de ti.


Echo de menos tu brazo enredadera
abrazando mi cuello a modo de foulard
en medio de la noche.


Y #my-bed-in-the-morning
habitada por duendes
multiplicada por dedos-deditos en mi cama.



He cortado ochenta uñas
al filo de la fiesta nocturna de los cuentos
que primero leía UNA por dormirte
y que luego despierto me harías eco.


Mas, mi vida, mi amor,
lo que más añoro:
tu voz.
Esa voz polvorilla recorriendo
armarios y pasillos
Esa voz que no pide recompensa,
que sólo necesita,
que pide que UNA esté,
que no se vaya.


Eso fue mucho antes del suspiro cansino adolescente
que ruega que me marche,
que me quede -callada- al otro lado de la puerta de hierro,
que no busque sonrisas ni miradas
en pasillos y armarios desolados por las voces ausentes.
Ya no hay dedos-deditos en mi cama.


Honrando mi tristeza,
que el futuro ha llegado antes de tiempo
y el pasado se ha ido a cruel destajo,
te escribo este poema
a sabiendas que nunca en muchas lunas,
hallarás el instinto de leerlo.


Te hice mío.
¿En qué momento absurdo
olvidé que eres tuyo?
Perteneces al mundo que creaste al otro lado de la puerta.


Dejarte ir, amor:
la única medida posible de lo mucho que te amo.


#lookingback





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miércoles, 14 de febrero de 2024

En huelga

Desde que los niños eran pequeños se acostumbraron a las reuniones familiares en las que se repartían las tareas de la casa que quedaban después plasmadas en un cuadrante con un imán en la nevera. Hijo1 hace tal, hijo2 hace cual, hijo3 hace tal y cual. Siempre les he dejado claro que UNA está sola, que Peter no está muchos días de la semana, y que UNA no puede hacerlo todo. La casa es la-casa-de-5, no la-casa-de-UNA. He tratado de ser siempre muy pulcra en el lenguaje, no se trata de "ayudar a mamá", sino de "hacer cada uno la parte que le corresponda", pues creo en el poder del lenguaje para configurar pensamientos, y en el poder de los pensamientos para configurar idearios, y en el poder de los idearios para configurar vidas. Cuando los niños eran pequeños, se involucraban en las tareas con entusiasmo y curiosidad envidiables. Para UNA merecía la pena a sabiendas de que tendría que rehacerlas después de que acabaran. Siempre pensé que estaba creando-hombres con idearios justos.


Pues bien podría haberme ahorrado el tiempo de rehacer y haberlo hecho UNA de primeras, ya que llega esta estación de la vida con hijos ya mayorcitos y me encuentro con que, para conseguir que hagan algo que harán bufando, hay que pasar por el peaje previo de estar encima de ellos y enfadada. UNA es una máquina de reñir, mamá-pesada, mamá-coñazo, mamá-amargada, y todo ello para que recojan un friegaplatos de mala gana. Mas a pesar de la resistencia, me sigo negando a hacerlo todo yo. Así que, en un momento en el que las tareas de la casa se complicaron sobremanera pues las lluvias habían provocado goteras y la casa estaba manga por hombro, me puse en huelga.

Se lo comuniqué. Estoy en huelga. No voy a hacer n-a-d-a hasta que vea una reacción por vuestra parte. Mis reivindicaciones: que el reparto de las tareas sea más equitativo. Puedo aceptar que la parte de UNA sea más grande que la de mis tres monstruos, pero no tanto como para que ellos vivan como reyes mientras UNA se esclaviza. Pero, sobre todo, reclamo que cada uno haga lo que le corresponde sin que UNA tenga que estar encima, lo cual me drena la energía. Nadie está encima mía para que yo haga mi parte, salvo UNA.

Tras el anuncio de mi huelga indefinida, se sucedieron los ojos en blanco. Para Paul hijo1, se trata de mi gen-rojo, como lo llama él: mi tendencia izquierdosa, mi lado hippie. Para Gusi hijo2, se trata de mi femi-nazismo, como lo llama él: en una casa de solo-hombres, todo lo que UNA hace lo identifica con el colectivo de mujeres. Tengo la responsabilidad de ser el modelo y, chicas, mucho me temo que no os estoy dejando en buen lugar. Mamá-loca.

Me tumbé a la bartola. En ebullición por dentro, pero a la bartola: nadie dijo que una huelga fuera relajante. Una amiga me hizo un comentario: 

-Uff, yo no puedo ponerme en huelga, porque se me acumula el trabajo, y luego me encuentro con todo lo que no he hecho por hacer. 

Sembró la primera semilla de duda en mi intención resolutiva, especialmente cuando miraba de reojo la cocina y veía las montañas de platos acumulándose. 

Otra amiga me hizo otro comentario: 

-¿Tú sabes que esto es lo que van a recordar, no? Van a recordar el tostón que les dabas con la limpieza y con el orden y con las tareas de la casa. Van a recordarte enfadada, gritando, quejándote, riñéndoles. Van a recordar esta huelga.

Este comentario me tambaleó pues quien haya seguido este blog sabe que, en parte, mi concepción de la maternidad se basa en la conciencia de estar creando-recuerdos. Mas no cedí.

A las 48 horas seguíamos sin progreso alguno. Le di un toque a Peter: 

-Vas a tener que hacer de sindicato y dirigir las negociaciones, pues como llegue el lunes y tres adolescentes hambrientos se planten en casa a las tres y media de la tarde después de una larga mañana de instituto y se encuentren con que no tienen qué comer, la cosa se complica. 

Peter los reunió, mamá va en serio, repartieron de nuevo las tareas, pusieron otro cuadrante en la nevera. Hasta los imanes bostezaron: Déjà vu. Déjà vu. Déjà vu.

Mis expectativas de cambio en un pozo. A los dos días ya está UNA encima de Paul hijo1 para que recoja la cocina y de Gusi hijo2 para que friegue el suelo, mientras tumbados en la cama o el sillón con el móvil dicen ya voy, ya voy, ya voy. Mamá-pesada.

Como las redes sociales nos espían, me saltó esta imagen que no sé a quién pertenece e hice pantallazo.
Imagen a cambio de espionaje

A UNA que un fenómeno tenga nombre la tranquiliza sobremanera ya que significa que existe, que es lo bastante común como para recibir una denominación. En inglés se dice "soiling the nest": los pollos "ensucian el nido" para que la mamá-pájaro esté deseando que vuelen, jajaja, y así su marcha no sea tan dolorosa. No contaban con que en España la edad media para independizarse es a los 30 años y esta gente empieza a ensuciar el nido a eso de los 13. No sé si UNA aguantará 17 años con el nido hecho una pocilga. 

Escribo aquí a la desesperada, buscando sugerencias que hayan funcionado, medidas menos drásticas que una huelga-pobre que ya te dice UNA que no sirve. Quizás una huelga-rica, en la que UNA haga la maleta y se vaya a un hotel un puñado de días sí funcionaría pero, además de no poder permitírmelo, tengo la sospecha de que mi escapada sería brutalmente celebrada. No debe de ser agradable tener a alguien encima todo el día diciéndote que hagas esto o aquello. Hasta UNA a veces se cansa de UNA.

Lo que tengo claro es que UNA no pertenece a la generación del sacrificio, se niega a pertenecer al gremio de la mujer-madre-entregada-sin-vida-propia. Mi madre tiene 89 años y sí perteneció a la generación-del-sacrificio. De vez en cuando, tiene momentos de una lucidez plena en la que me regala algunas perlas. Tomábamos café y me dijo:

- Si tuviera que vivir mi vida otra vez, me dedicaría más a cuidarme a mí misma y menos a cuidar a los demás.

Ahí quedaron las palabras, flotando en el aire, justificando mi huelga loca y roja.

miércoles, 7 de febrero de 2024

La mentira del espejo

Cada vez que veo al hombre de ojos azules tiene algo interesante que contar. No sé qué edad tiene exactamente, pero sospecho que unos cuantos años más que UNA. Hoy hablamos de envejecer, llegar a esa edad de transición en la que me encuentro, el final de la segunda juventud. Me dice: 

- En la madurez se gana clemencia. 

Clemencia, me dice. Te confieso que luego buscaré clemencia en el diccionario porque no sé cómo leerla aquí, pero hago como que sí lo sé, y asiento con la cabeza. Supongo que clemencia es lo que rebosa él, en su mirada color mar, en su hablar pausado de poeta.

Luego me contará una anécdota misógena, de esas que los hombres cuentan a las mujeres esperando que se rían, y que las mujeres recibimos con cara de gorila de discoteca. Estaba él en la barra de un bar escuchando a dos borrachos charlar. Uno le decía al otro: 

- Cuando eres joven, si viene un amigo y te pide mil euros, tú haces lo que sea para dárselos, los sacas de donde sea.

Hacía gestos sobre la barra, como para mostrar que soltaba allí mismo los mil euros, con generosidad impetuosa.

- Pero luego te haces mayor- decía el borracho-, y el mismo amigo te pide mil euros y tú le contestas: "Mira, es que no puedo, no me deja mi mujer".

Supongo que ése es su resumen de la madurez. La pasión peleona y comprometida se torna placidez perezosa y rendida según uno va cruzando décadas. Es cierto que, cuando UNA estudiaba literatura en la carrera, me llamaba poderosamente la atención que un porcentaje altísimo de escritores admirados parecieran haber sufrido una evolución de su ideario desde su juventud a su madurez, un aburguesamiento que conducía sus tendencias políticas y vitales muy de izquierdas en sus primeros años y escritos, hacia cierta calma gruñona y conformista de derechas en su madurez. Era como un patrón. Luego fui observando que ese patrón no se limitaba a la literatura, y que artistas y personajes de otras esferas también lo seguían. Supongo que asumí que eso es lo que va haciendo la vida contigo: apalancarte un poco, ir atocinando tu credo, hacerte resignar de tanta tontería.

Es por ello que me sorprendió cuando en la cerveza del viernes, hablando de cómo hemos cambiado, Peter me señaló que UNA ha seguido justamente el proceso contrario, se ha radicalizado con el paso de los años; que, cuando él me conoció, UNA usaba castellanos y pendientes de perla, y todavía recordaba los versos que se recitan en misa pero que, a medida que hemos ido sumando aniversarios, me he ido moviendo hacia un dial que él probablemente llamaría "izquierdoso". Me he "hippiado", dirían mis hijos. Lo cierto es que mi último tatuaje es menopáusico: me lo he hecho a los 52. UNA no había reparado en esta presunta evolución. No creo, por ejemplo, que mi feminismo se haya tornado más radical -como asegura Peter-; quizás es que ahora pienso en voz alta porque estoy más segura de mis valores, los abandero, mientras que, de jovencita, la inseguridad me hacía dudar de las ideas propias y prefería dejarme llevar por el vaivén de las mareas, que daba menos miedo aunque fuera incómodo. 

¡Ah! Pero el cuerpo no responde con la pasión de antaño. La ira que se sentía antorcha en el pecho, ahora ya no quema, huele descafeinada: si puede esquivar una pelea, el cuerpo la evita, donde antes se hubiera enrabietado por ganarla. Cuando ya han pasado décadas de la-primera-vez de todo, todo empieza a saber a sucédaneo. Volaron muchas mariposas del estómago. Los hitos de no hace tanto ahora parecen light. Mientras mi mente se radicaliza, mi cuerpo le va poniendo freno en forma de una mala resaca, un dolor articular, una contractura muscular, un me-acuesto-temprano, un uff-qué-pereza, un eso-no-me-sienta-bien. De nuevo, el espejo miente a la veinteañera en mi interior y le rebota una mujer mayor. ¿Es eso clemencia? 


Gracias por la foto a 
https://tkz.one/@Leaesasin


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domingo, 7 de enero de 2024

Perfectos des-conocidos

Me escribe Vanessa por Wallapop interesándose por unos libros que tengo a la venta de cuando los chicos eran pequeños, unos libros de educación emocional que ya no usamos. No estoy muy segura de si es que hubo un momento en que me rendí o es que ya no hacen falta. El caso es que Vanessa, una desconocida a 83 millas de mí, quiere regalárselos a su hija para reyes. Quiere trabajar las emociones con ella. Inmediatamente siento el vínculo formándose. De madre a madre.
Son preciosos -le digo-, ya lo verás, de tapa dura todos. 
Me encanta ver que hay otras madres educando en emociones.
Tu hija tiene suerte.
Le hablo de aquella entrada que escribí casi a comienzos del blog, en 2018:
La princesa está triste.
- Búscala en Google si tienes un ratito. Wallapop no me deja pegar enlaces.
Entonces me cuenta lo que tiene su princesa de 11 años: una hermanita pequeña con parálisis cerebral. Además, el año pasado murió su tía, la hermana de Vanessa. Me estremezco. La princesa está triste. Vanessa compra libros en Wallapop para acompañar las emociones de la princesa. Ahí estamos, dos madres desconocidas vaciando corazones en un chat de Wallapop.

UNA no encuentra tiempo todavía de ir al gimnasio a horas razonables así que hace ejercicio en casa. YouTube es una mina. He encontrado los vídeos de una irlandesa maravillosa que se han convertido en mi personal trainer. La irlandesa tiene grupos de seguidores en Facebook y me uní a uno por motivación. Fue allí donde una chica, Liliana, propuso formar un subgrupo por Messenger: Accountability significa básicamente añadirte un poquito de presión en forma de gente que está haciendo lo mismo que tú y así ser capaz de mantener la constancia. Somos 8 mujeres haciendo el mismo programa de ejercicio en YouTube desde distintas partes del mundo, levantándonos temprano para hacerlo pues sabemos que se lo tenemos que contar a las otras 7. Llevamos juntas desde principios de noviembre y nos vamos conociendo. Cada día echamos un ratito chateando.
No hables con extraños-, le diría UNA incoherente a mis hijos.
Una de estas extrañas se ha ido abriendo un huequito en mi corazón. Se llama Susan. En su foto de perfil queda claro que es bastante mayor que yo y el hecho de que una mujer de su edad haga ejercicio a diario me inspira. En la foto aparece con un caballero sonriente de pinta afable y barba blanca que la abraza. Luego nos contará que es su marido y tiene demencia. El día de Navidad él pensaba que estaban en Hawaii en su luna de miel. A mediados de diciembre Susan descubre una recidiva de su cáncer de pecho. El grupo está sobrecogido ante la noticia. Sending prayers your way. No pueden operarla porque en el pre-operatorio se ha revelado una condición en su corazón que impide la anestesia. Susan está desolada. ¿Y ahora qué? No puede seguir haciendo ejercicio, le han dicho, así que no tiene sentido que siga en el grupo. Susan se despide. Mas no se va. No se ha ido. Sigue en el grupo. Apoyando a las que sí podemos hacer ejercicio. Sintiéndose virtualmente acariciada, acogida por 7 desconocidas que hacen piña alrededor de su cáncer.

Si el puñado de lectores que me seguís en FacebookInstagram os vais al sitio del blog en Blogger y lo visualizáis en versión web, veréis que debajo de cada entrada suele haber un único comentario, el de Beauséant. No sé quién es. Es mi seguidor desconocido. Los demás sois amigos y familiares conocidos y muy amables. A Beauséant no lo conozco ni estoy segura de cómo encontró mi blog. Para mí descubrir el suyo fue en efecto un gran descubrimiento: un blog de fotografía que os enlazo abajo y al que ya he hecho alusión por aquí en más de una ocasión. Beauséant no sabe que uso sus fotografías de fondos de pantalla de mi ordenador, ni que forré la pared frente a mi escritorio con su serie de faros para recordar hacia dónde tenía que dirigirme en mitad de una oscuridad. Beauséant no sabe tampoco que me siento culpable por leer sus entradas a salto de mata y no encontrar el momento de comentárselas; no encontrar siquiera el momento de contestar a su comentario habitual en mis entradas. Todas las semanas me lo propongo: el jueves por la mañana que no tengo clase me voy a ir a la Tarterie, me voy a pedir un americano y voy a comentar y contestarlo todo. Luego llega el jueves, y Dolfete hijo3 se ha puesto malo y hay que llevarlo al pediatra, o tengo que llevar a mi madre a vacunar, o se ha complicado la comida. La vida pasa. El jueves pasa. De nuevo el comentario de Beauséant colgando en el vacío. Sin embargo, algunos de esos comentarios se han hecho cita en mi mente. Para agradecérselo, hace un tiempo le pedí su dirección y le mandé lo que para UNA es siempre el mejor regalo, un cuaderno. Para agradecérmelo, él o ella me mandó una fotografía revelada de las suyas en un papel que admiró el señor de la tienda de cuadros al que la llevé a enmarcar. Dos blogueros agradecidos. Ni siquiera sé si Beauséant es un él o una ella y me gusta no saberlo pues el desconocimiento estrecha el espacio del juicio. A esa fotografía siguió otra. Ambas ocupan un lugar especial en mi buhardilla. También se han hecho cita.


Este es mi Love Actually de esta Navidad. Vanessa. Susan. Beauséant. Podría seguir relatando anécdotas de perfectos des-conocidos con los que en un momento dado he llegado a sentir un destello de conexión más brillante que con algunos de los que me he sentado a cenar en la misma mesa en Navidad. UNA, que siempre anda despotricando de lo difícil que las nuevas tecnologías nos han puesto la tarea de la maternidad, agradece sin embargo a internet y sus secuaces estos personajes con los que me ha conectado en mi vida mundana.




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El blog de Beauséant


lunes, 1 de enero de 2024

CampanadOs

Aviso: El contenido de esta entrada puede herir la sensibilidad de los lectores. Incluye palabros.


Campanadas en TVE: Ramón García y Ana Mena.

Ramón García: 62 años, feo, gordo. Tapado.

Ana Mena: 26 años, guapa, delgada. Destapada.




Campanadas en Antena3: Alberto Chicote y Cristina Pedroche. 

Alberto Chicote: 54 años, feo, gordo. Tapado. 

Cristina Pedroche: 35 años, guapa, delgada. Destapada.



Cuando en verano, con temperaturas cada vez más altas sol y sombra, me cruzo con la estampa también cada vez más frecuente por estos lares de una pareja en la que ella lleva un burka y él va en manga corta, me crispo. Todos mis valores de respeto hacia el-otro-que-no-eres-tú se crispan también. Pienso: no hay derecho. No hay derecho a que UNA y tantas como UNA llevemos años luchando por la conciliación de nuestra vida familiar y laboral, hasta el punto de tener que someternos a altos niveles de ansiedad para mantenerla en equilibrio, y que haya mujeres tapadas hasta la coronilla con 45 grados. ¡Manda cojones! En otras palabras: Los cojones mandan. Un caso evidente de machismo. Las tapadas.

Las destapadas de las campanadas van en la misma línea. Destaparse para estar en televisión dando las campanadas, con años (pocos, pues han de ser jóvenes) de ejercicios y dietas para lucir maravillosas en la pantalla, es algo que no tienen que hacer ellos. Ellos lucen en su equivalente de la-manga-corta: viejos, gordos, feos y tapados. A ellos se les corta por otro rasero. Aquí también mandan los cojones. Es simplemente un caso socialmente aceptado (AQUÍ) de machismo pues es cómodo-de-ver, mas machismo al fin y al cabo. Las destapadas. Las tapadas es un caso socialmente aceptado ALLÍ pero no AQUÍ y por ende nos resulta incómodo-de-ver.

Me indigna tanto o más que la pareja del burka. Soy perfectamente consciente de que no-es-lo-mismo. No exactamente. No están en la misma escala en el dial del machismo y desde luego no tienen las mismas consecuencias para la mujer tapada o destapada. Lo que digo es que esto no es por lo que lucha el feminismo de UNA. El feminismo que UNA defiende va de igualdad: tapados o destapados pero por favor todos cortados por el mismo rasero; presento las campanadas porque lo hago bien, no porque luzco bien. El feminismo que UNA defiende respeta que la gente haga lo que le dé la gana, campanadAs o campanadOs, pero que no manden los cojones.

¿Has visto en algún canal de televisión presentando las campanadas a una pareja en la que ella era vieja, gorda y fea, y estaba tapada, mientras que él era un muchacho joven y destapado enseñando flacura? 
Adivino que no. 
Tampoco estoy abogando por esto, ¿eh? Que conste en acta.

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