martes, 21 de mayo de 2019

La belleza [La parada]



Uno de los himnos más bellos a la belleza, valga la redundancia, lo escribió Luis Eduardo Aute: una de esas canciones de mi adolescencia que todavía me canta por dentro y que escucho mientras escribo éste que pretendo sea otro himno a la belleza.

El fin de semana pasado Peter y UNA estuvimos de escapada: regalo de cumpleaños de Peter. Sin niños: Los niños con los abuelos. Paseábamos por las calles de una ciudad desconocida al atardecer y atardecía más tarde que de costumbre. La curiosidad alarga el tiempo. Sin prisas. Sin esas prisas que no te permiten pasear, sólo correr acelerado de ítem a ítem de la lista de cosas por hacer. En un momento de nuestro paseo escuchamos música. Venía del interior de una iglesia. Nos detuvimos. [La parada.] Entramos en la iglesia. Había un coro dando un concierto. Era un coro americano, de chicos y chicas jóvenes, veinteañeros. Nos sentamos a escuchar. [La parada.] La música era tan bella que no pude evitar emocionarme. Fue algo inusual. El coro nos deleitaba con pequeñas coreografías y cantaba música de muchos y diferentes estilos, desde gospel, hasta música negra de esclavos, pasando por temas famosos de musicales. Yo no había oído ni visto nunca nada igual: tan ecléctico, tan sorprendente. Salimos tarde de aquella iglesia. Encantados.

Pensé: 
Si no nos hubiéramos parado, nunca habríamos conocido este fenómeno del Viterbo University Concert Choir. 
[La parada]
La belleza es un bálsamo: suaviza, tonifica. Es como un cargador de móvil. Cuando tienes la batería baja, la belleza te la recarga. Es la mejor manera de describir cómo UNA se sintió después de salir de aquel concierto: recargada.

Hay un método poderoso para la creatividad que propone Julia Cameron en su camino del artista que incluye una cita semanal con la belleza. Es decir, el método te reta semanalmente a abrir un paréntesis en tus quehaceres diarios y dedicarlo a la belleza: escuchar un concierto de un coro americano en una iglesia ecijana, irte al otro lado del río a hacer fotos de la luna llena, sentarte en un banco a disfrutar del escaparate de gente que pasa e inventarte historias sobre de dónde vienen y adónde irán, ver una película no comercial, darte un masaje con la atención única en el sentido del tacto, leer poesía, hacer un viaje, disfrutar del arte de no hacer nada, hacer una manualidad sin los niños, cocinar sin prisas con música de fondo y una copa de vino al lado, irte a la meta de una carrera a emocionarte viendo sueños cumplirse, vagabundear por un mercado de segunda mano acariciando la vida pasada de las antigüedades a la venta... 
Tú decides lo que es para ti la belleza: a lo mejor es zamparte una bolsa de chuches a solas.

Personalmente creo que esta cita semanal debería recetarse en consulta pues, de ser investigado, probaría resultar un método eficaz contra la ansiedad y el estrés para venir a sustituir al tradicional bote de pastillas. ¿Pero quién se va a poner a investigar la belleza en el mundo en que vivimos? Quizás no investiguen la belleza, pero sí me consta que investigan [la parada], la meditación, y que los beneficios son incontables. Incontables, para los que investigan, porque no se pueden contar uno, dos y tres... Incontables, para UNA, porque no se pueden contar: tienes que ser tú quien lo experimente. Te animo a ello.

Estos días, que se avecina final de curso y que me falta la Fali de mi tribu, son de locos, y UNA va como loca: 
prepararbocadillos,laplancha,alcocheseleharotoelaire,larenta,prepararexámenes,aDolfetelehasalidounherpes,pagarelaulamatinal,Gusiquieresandía,laabuelacojea,Paulhasuspendidomatemáticas,olvidésacarlacarnedelcongelador,noquedaleche,operaciónbikini,hayqueinflarlasruedasdelabici,invitaralamiguitodeDolfeteacomeracasa,reunióndedepartmentoyclaustro,iraldentista...
¡La vorágine!
UNA no para. 
Si no paras, no hay lugar para la belleza. 
Si no hay lugar para la belleza, no recargas la batería. 
Y ya sabemos qué pasa cuándo no recargas la batería... Despuntan los peores momentos-madre.

Mi amiga Carmela dice siempre que la vida habría que vivirla al revés, como en la película de El curioso caso de Benjamin Button que, si no habéis visto, os recomiendo veáis. Carmela y UNA tenemos hijos de las mismas edades y, cuando miramos atrás y nos paramos [la parada] a repasar las fotos y los vídeos de cuando nuestros hijos eran mucho más pequeños, nos preguntamos cómo no estábamos entonces disfrutando de la belleza de aquellas criaturas, riéndonos a mansalva de sus ocurrencias, regocijándonos en sus gestos inocentes, en vez de ser las madres jóvenes y agobiadas que éramos. La vida efectivamente, como dice Carmela, tendría que vivirse al revés, porque si atravesáramos esa época con la sabiduría y la experiencia de la que gozamos ahora, no estaríamos tan agobiadas y casi con toda seguridad puedo afirmar que haríamos muchas MUCHAS más paradas para disfrutar de la belleza. Los primeros años de la maternidad son efectivamente años locos, pero ésos son los años... Y si no te paras a observar la belleza, 
la belleza- elusiva- escapará a tu mirada.

Se te escaparán los años más tiernos de la infancia de tus hijos. 

Es complicado darse cuenta de esto cuando UNA está en mitad de la vorágine. Es complicado. Nadie dice que la belleza sea fácil. No lo es precisamente porque
  precisa de la parada.

Y la parada, en estos tiempos que vivimos, es un lujo. Pero es un lujo que debería ser obligatorio permitirse. Para recargar la batería y poderse re-enganchar a la ola de la vorágine.

Que no se nos olvide, Carmela, en estos años de hijos preadolescentes, pararnos a disfrutar de la belleza.

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