jueves, 7 de diciembre de 2023

Alas

Supongo que vosotros también lo tenéis: el grupo de whatsapp de la familia. El de la mía ha ido evolucionando y los diferentes nombres que ha ido teniendo casi que cuentan su historia. Empezamos cuando sólo Paul hijo1 tenía móvil y lo llamamos Family-of-3, en inglés, en la línea del grupo de la familia extensa- con primas, titas, abu y cuñaos- que se llama Full family. Cuando Gusi hijo2 tuvo móvil, el grupo pasó a ser Family-of-4. Con la posterior incorporación de Dolfete hijo3 ya teníamos completo el Family-of-5. Peter lo llamó Familia Cerro Plaza para hacer honor a nuestros apellidos y UNA, en el espíritu de mantener el tono anglosajón en las denominaciones, lo cambió a Family Hill Square, pero Peter se quejaba de no localizarlo y lo volvió a su título original. 

Durante un tiempo, UNA se sorprendió utilizando el grupo para hacer lo que UNA sabe hacer mejor: reñir. Llegaba a casa del trabajo y me encontraba el fregadero lleno de platos y vasos sucios hasta arriba, esperándome más impacientes que mis propios hijos, e indignada tomaba una foto, la subía al grupo y luego lanzaba un audio de 3 minutos sobre cómo UNA había recogido la cocina justo antes de irse a trabajar y no hay derecho que vuelva del trabajo y me encuentre la cocina en este estado. Ellos me aseguraban que a velocidad x2 sueno más enfadada si cabe.

Hubo un momento que tuve que dejar de hacer esto, cuando vi que se me había escapado de las manos. Una tarde mandé un audio proponiendo un pedazo de plan para la familia-de-5 y Paul hijo1 contestó: 

- No puedo escucharlo porque estoy en clase pero me echo a temblar. 

Así que decidí dejar de reñir por el grupo. Me costó, pero siempre me queda reñir cara-a-cara donde UNA es el emitocono más expresivo.

Recientemente he vuelto a cambiar el nombre del grupo. Se me ocurrió la brillante idea de hacer un calendario de adviento con un reto diario para mis tres adolescentes. Ni que decir tiene que la respuesta ha sido brutalmente silenciosa. Literalmente han pasado de mí, la idea no les ha entusiasmado lo más mínimo y UNA ha cambiado el nombre del grupo a Monólogo-de-mamá. A estas alturas, Monólogo-de-mamá, más que el nombre del grupo de whatsapp, es denominación-de-origen de nuestra vida familiar.

Me cuesta. Lo reconozco. Me cuesta dejar ir. El otro día me mandó un reel mi hermana de aquella serie, Las Chicas de Oro. En el vídeo, una de las "chicas" contaba cómo por dentro ella se sentía veinteañera y, cuando se miraba en el espejo, le sorprendía ver a aquella mujer mayor. Os lo enlazo abajo. Pues lo de mis tres monstruos adolescentes es algo así: UNA sigue viendo a sus tres reyes. Cuando Paul hijo1, en vísperas de su 18 cumpleaños, me habla, todavía me extraña no escuchar aquella deliciosa voz de pito que tenía el chiquitín avispado de su infancia. Los ronquidos de Dolfete hijo3 se confuden con la respiración que se acompasaba con la mía cuando de bebé dormía sobre mi pecho. Que Gusi hijo2, siempre dispuesto, no dé saltos de alegría con mi calendario de adviento era una posibilidad que UNA ni siquiera había contemplado. 

El otro día una amiga compartió conmigo esta bella y triste historia que os copio aquí:

A los agapornis les llaman inseparables por el vínculo que generan con su pareja de por vida. Se emparejan con el humano que lo cría. Confiada en esa información, hemos tenido 9, en libertad. ¡8 escaparon! Al llegar su adolescencia todos volaron, creo que tras el canto de otros congéneres. Al último y actual le corté las alas periódicamente para poder soltarlo sin riesgos. Tiene 5 años. Desde el verano no se las corté, asumiendo el riesgo. Al observarlo, creo que ya perdió ese instinto de irse. Cuando vuela más lejos, es para volver del patio a la cocina, donde está su jaula/nido, que cuida de forma permanente, sin saber que sus huevos, que pone varias veces al año, nunca darán pollitos... @mariangelesarquero

UNA no quiere cortar alas. UNA tuvo hijos para dejarlos volar. Pero no por ello deja de escocer pues su imagen adolescente me devuelve al niño-que-fueron. A día 7 de diciembre, asumiendo el riesgo, UNA decide que ya está bien de calendario de adviento en el Monólogo-de-mamá pues la única que está jugando ya es mamá. Cuando sale la víctima, pobrecita de mí que no me hacen ni p*** caso, trato de quitarle las tijeras corta-alas y consolar: 

¡Mira qué bonito vuelan!

Mientras, escarbo un hueco bajo mi propia ala para el dolor y el amor de una madre mirando a sus agapornis dando sus primeros aleteos antes de alzar definitivamente el vuelo.


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