miércoles, 22 de noviembre de 2023

La ansiedad en pocas palabras

Una de las cosas que mayor sensación de soledad produce en el mundo es la expresión en el rostro de una persona que no ha padecido nunca de ansiedad cuando tú estás padeciendo de ansiedad. Te miran con extrañeza, con rareza, con cierta enajenación que tu mente ansiosa lee como: 

No tengo ni idea por lo que estás pasando, no alcanzo ni por asomo a comprenderlo y además una de dos: o bien lo desapruebo, o bien me parece patético. O las dos: lo desapruebo pues me parece patético.

Por eso, los que sí padecemos ansiedad formamos una especie de club tácito. Nos miramos entre nosotros como diciendo:

Yo no te puedo rescatar pero sé de qué infierno me hablas: yo he estado ahí.

De la ansiedad he escrito mucho en el blog desde fuera y desde dentro.
Ahora que escribo desde fuera puedo tratar de explicar la ansiedad en pocas palabras para tratar de hacerla comprender al que tiene la suerte de no padecerla y que así pueda acompañar mejor al que a su lado la padece. Lo cierto y lo terrible es que cada vez hay más pacientes.

Imagina tu vida como un paseo de domingo estival por el campo. Hay lentiscos y madroños, helechos y plantas aromáticas. Hay clavellinas y gramíneas, malváceas y cardos. Los colores se suceden: los blancos se entremezclan con los morados, los amarillos se superponen a los verdes. Los verdes se azulan, los rosas presumen leñosos. El espectro de colores y de especies silvestres es una maravilla para el-no-ansioso. 

Mas el-ansioso tiene la atención lapada, agarrada, atrapada en un algo-negativo. El algo-negativo puede ser un problema personal o una preocupación universal. El-ansioso no ve más allá del algo-negativo. En su paseo por el campo, si el algo-negativo es rojo, el-ansioso sólo verá el-rojo. Sólo el-rojo: se perderá la miríada de colores. Se perderá el resto de la flora. Cuanto más camina el-ansioso, más rojo percibe hasta tener la sensación de estar en-rojo, de vivir en-rojo, de que todos los colores se difuminaron en-rojo.




Como te digo, lo de menos es el algo-negativo. Eso puede cambiar. El-ansioso puede estar preocupado por su hijo o por su madre, por un síntoma persistente en su garganta o por que sea primavera en noviembre, por qué-vamos-a-comer-hoy o por la muerte. Todo se le hace rojo. Si el algo-negativo toma otro estado, puede mudar el color. A amarillo, por ejemplo. Amarillo ansiedad. Entonces ya no hay rastro de rojo. Todo se le hace amarillo.


La atención atrapada en-amarillo lapa.

Por eso, cuando camines por la vida con alguien que padezca ansiedad, recuerda que, mientras tú ves todos los colores, la vida de el-ansioso es monocromática: donde pone la atención es donde sucede su vida. La vida de el-ansioso es toda roja. O toda amarilla. 
Te lo puedo contar ahora desde fuera. 
Desde dentro, no hay lugar para los colores.

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miércoles, 15 de noviembre de 2023

Razones para el feminismo

La madre

Lo esencial en maternidad consiste en mantener a nuestras criaturas vivas. Lo demás es superfluo, añadido por valores sociales y culturales que nada tienen que ver con lo visceral. La auténtica maternidad es mi ya manida frase del último mohicano: Pase lo que pase, mantente vivo. Con el propósito de mantener vivos a los cachorros de nuestra manada, les ponemos en el plato coles de bruselas en vez de pizza a sabiendas del aluvión de quejas que nos va a caer encima. Por mantenerlos vivos, sacamos el jarabe del osito que sube las defensas a la primera seña de que van a ponerse malitos. No nos pesa pasar la noche en vela por vigilar que no se deborde esa fiebre o esperando que vuelvan de la calle luego más tarde cuando son adolescentes. Nos hemos presentado en urgencias a riesgo de que nos tachen de exageradas. Hemos dicho que no-y-punto a ese plan para el que nos pedía permiso por miedo a que lo-desconocido nos arrebate al hijo. Hemos pegado el grito y el tirón cuando iban a cruzar la calle y pudiera venir un coche. Ponte el cinturón, no comas porquerías, abrígate que hace frío, no andes descalzo, tápate, no vuelvas tarde, no bebas, no fumes, no hables con extraños, la pelota al lado de la carretera no, baja de ahí que te vas a caer, no te subas ahí que te vas a caer, no corras. Hablamos en imperativos por proteger lo-que-de-verdad-importa. Pase lo que pase, mi misión desde que te traje al mundo, hijo mío, es mantenerte vivo. Mantenerte vivo incluso cuando UNA ya no esté viva. Mantenerte vivo a largo plazo, al más largo plazo posible.

El señor del despacho

El señor del despacho habla un lenguaje que la madre no entiende. Lo escucha en las noticias de la radio mientras prepara los bocadillos de sus hijos pero no entiende que de verdad tenga que ser tan complicado. El señor del despacho usa vocablos enrevesados y rimbombantes que el eco de la cocina de la madre devuelve en palabras simples: dinero dinero dinero; poder poder poder. La madre se imagina al señor del despacho rodeado de un montón de señores de despacho alrededor de una mesa de despacho. En la mesa hay un mapa. El señor del despacho señala varios sitios en el mapa: aquí aquí aquí; dinero dinero dinero; poder poder poder. Ya está. El señor del despacho da la orden al soldado. 

El soldado

El soldado es hijo de una madre: Pase lo que pase, tú también mantente vivo. El soldado probablemente tampoco entiende pero tiene que hacer lo que ordene el señor del despacho y, antes de esta guerra, el señor del despacho ya se aseguró de enseñarle a querer matar. El soldado coge la orden y se dirige aquí aquí aquí y mata a otros hijos de otras madres: Pase lo que pase, mantente vivo. 

El más largo plazo posible brutalmente acortado. 

La madre queda sin tener a quién mantener vivo. ¡Con el esfuerzo y la energía y, sobre todo, el amor que puso en mantenerlo vivo hasta ahora y, en cuestión de segundos, -aquí, aquí, aquí- la orden del señor del despacho al soldado se lo ha arrebatado!

La guerra

Seguro, seguro que no es tan simple. Pero mi opinión sobre la guerra es que habría menos guerras si el señor del despacho no pasase tanto tiempo en el despacho y, en su lugar, estuviera en casa intentando mantener a sus criaturas vivas. 

Si, a su vez, la madre tuviese su sillón, su voz y su voto en ese despacho. 

Sólo digo eso.

Y ésta viene siendo una de las razones por las que UNA es feminista.

La conmovedora foto de la madre cuyo hijo estaba aquí, aquí, aquí y no se mantuvo vivo es una captura de un vídeo visto en la cuenta @badassmotherbirther. Las bellas palabras del pie de foto son de @karmela_minimalistyoga.


Sin aspavientos,
sin gritos,
sólo silencio mecido.
La expresión del mayor dolor
contenido en un abrazo


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miércoles, 8 de noviembre de 2023

Esos otros locos bajitos

Era elegante: tenía la elegancia del saber estar, la elegancia de la lentitud en los movimientos, de conservar la serenidad cuando los otros la perdían esclavos de sus emociones. Él no. Él lograba mantener la compostura, y eso le proporcionaba un halo de superioridad. Quedaba claro quién era el jefe, quién mandaba allí. No fumaba, mas de haberlo hecho, habría sido en pipa. No le interesó nunca la moda; de haberlo hecho, habría vestido sombrero en cada ocasión. Era un señor en toda regla. Iba a su ritmo. Se levantaba tarde, sin prisas. ¿Para qué? Nunca comía de pie, se sentaba para hacerlo, y saboreaba despacio cada bocado, sin la urgencia que desplegaban los otros: siempre acababa el último y muchas veces dejaba restos en el plato; el estómago satisfecho pero no saciado. Todo en su justa medida: afectuoso pero no empalagoso, serio pero no taciturno, contento pero no entusiasmado. Como en la cita de Oscar Wilde: Todo con moderación, incluso la moderación. Su único punto débil, herencia de una infancia traumática, sería el miedo que le hacía temblar: el miedo al estrépito. El estruendo le doblaba las rodillas. El pánico le llevaba a esconderse: nunca le gustó que le vieran así. 

Era, como digo, un señor en toda regla.

Se llamaba Mustang. No como el auto, sino como el distrito de Nepal. Así lo bautizó mi hermana. Era su perro. Y ya no está.

Ha sido el primer acercamiento a la muerte de Dolfete hijo3 y eso es lo que ha contemplado perplejo y triste: 
ahora está - ahora no está 
Me busca los ojos buscando explicaciones que UNA no tiene. Esa es la única explicación posible: 
ahora-no-está

Si no has tenido perro, no lo entiendes. Puedes opinar pero tu opinión es una mera explicación mental; es cognitiva. No es emocional, no alcanzas a entenderlo. El que ha tenido perro sabe que sólo hay tres cosas que los diferencian de nosotros:

La primera, la palabra. La palabra, no la voz. De hecho, la voz de Mustang era distinta si te pedía comer, o salir, o un mimo. Mustang siempre supo hacerse entender.

La segunda es la capacidad para estar en el presente, sin desvariar constantemente entre futuros y pasados, capacidad que 
esos otros locos bajitos- mucho más sabios que nosotros- tienen y de la que nosotros carecemos. Iba a su ritmo. Se levantaba tarde, sin prisas. ¿Para qué?

La tercera es el cariño, la ternura que prodigan sin los reparos que nosotros solemos poner por mundaneces. También más sabios ellos en esto.

Por lo demás, un perro en una casa es uno más. No es menos. Es más. No resta, suma. Mascota es un término que no les hace justicia. Mascota suena a juguete, a pasatiempo. Animal de compañía tampoco me vale. Si no has tenido perro nunca, muy difícilmente lo entenderás. 
Mustang era un señor en toda regla. Rebosaba dignidad.

Ahora que no está, duele. Es relativamente fácil hacer un aspaviento con la mano e invalidar ese dolor en aras de que era “sólo un perro” o “con todo lo que está pasando ahí fuera”. No alcanzas a entenderlo. 
No es menos por ser “sólo” un perro. 
No resta “con todo lo que está pasando ahí fuera”.

Es el duelo. En absoluto. No en relativo.

¿Dónde está Mustang ahora? -preguntaba mi loco bajito llorando desconsolado-. ¿Ya no lo voy a volver a ver nunca? 
A su edad él ya sabe que estas son preguntas retóricas. 
UNA calla.

La muerte no es esa sombra negra que se ciñe sobre nosotros. La muerte no es sino la vida que se escapa. ¿Adónde va en su escapada? No lo sé, Dolfete, nadie lo sabe. En la ignorancia universalmente compartida, sólo nos queda abrazarnos.

A veces pienso que un abrazo es nuestra humilde e inefable forma de decirnos: 
¡Por favor, que no se escape la vida que hay en ti! 
Tratamos de agarrarla a sabiendas de que, por mucho que apretemos, es inútil.

Dolfete hijo3 y Mustang
Paul hijo1 y Mustang
Gusi hijo2 y Mustang


Antonio Gala, quien sí alcanzó a entender este duelo, lo contó mucho  mejor que UNA a propósito de su Troylito:




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