Una de las entradas más leídas de este blog, la de El espacio dentro de la piel, se hace con el lema de una conocida película que versa así:
Sin embargo, UNA viene contradiciéndose en las últimas semanas, encontrando matices y bueno, dependes a esta receta magistral. Os contaba en Las cosas que UNA anda mudándose, y en el caos de las cajas de cartón que pueblan el salón y la incertidumbre de dónde vamos a estar viviendo la-familia-de-5 en breve, me ha recuperado la ansiedad, se ha hecho otra vez conmigo, como una vieja amiga con un puntito de mala leche que retorna con ganas de charlar en mitad de la noche. La ansiedad, ya os lo he contado en las muchas entradas en las que os he hablado de ella, siempre me pone de rodillas, viene a humillar, a bajarle los humos a la prepotencia de la superwoman que se cree que puede con todo y no puede con todo. Pero, como digo, también es amiga y trae con ella el recuerdo del autocuidado, el freno que baja necesariamente el ritmo, el antídoto contra el perfeccionismo y la ilusión de control.
Mientras, a tu alrededor, todos los que te quieren y te perciben ansiosa, no pueden evitar sentir cierta incomodidad. La ansiedad no es atractiva, sino todo lo contrario, y es una gran incomprendida. Relájate, Tranquilízate, Tómate las cosas de otra manera, y un largo etcétera de bienaventuranzas son los mensajes que me rebotan estos días desde un entorno que parece tener claro cómo debería estar UNA sintiéndose. Decirle a alguien que padece de ansiedad que se tranquilice es como decirle a alguien a quien le duelen las muelas que no le duelan:
-Vamos, hombre, deja de dolerte las muelas.
Me sale a gritos -la ansiedad a menudo se pasea vestida de enfado y las putas hormonas no ayudan- el no-lo-puedo-evitar de la película Las amistades peligrosas: cómo se siente UNA no es una elección consciente ni deseada como tampoco un dolor de muelas se padece a propósito, ¿no?
Avergonzada te cuento que Dolfete hijo3 el otro día me decía:
- Mamá, debe de ser una porquería vivir siempre preocupada. Me dejó callada.
Pues sí, es una porquería.
En fin, el caso es que fue en uno de estos encuentros con una bienintencionada compañera que se acercó a tratar de aliviar mi desazón, cuando espeté: - Tengo que rendirme al caos. Rendirme, ¡lo ví!, es la salida del agujero. Rendirme al desorden que acampa en mi casa estos días. Rendirme a no saber cuándo y cómo (o si, clama la ansiedad) encontraremos dónde vivir. Rendirme a todo lo que no puedo controlar en estos días de transición. Rendirme a la sensación de inseguridad que conlleva la falta de rutina. Rendirme a la imperfección que lo tiñe todo. Rendirme al caos que acompaña el cambio.
¿Te acuerdas del posparto? ¿Te acuerdas cuando todo el mundo tenía claro CÓMO DEBÍAS SENTIRTE y tú no tenías ni idea de cómo te sentías (y las putas hormonas no ayudaban)? ¿Te acuerdas cuando se te suponía feliz y satisfecha con tu nuevo recién estrenado bebé, y tú te sentías aún incómoda en tu nueva identidad de madre que en esos momentos consistía en un eclipse de tu persona, en no saber cuándo o si íbas a volver a dormir, cuándo o si las cosas recuperarían ciertos tintes de normalidad? Disfrutar de tu bebé en los primeros meses de madre pasa necesariamente por rendirse al caos.
Este pensamiento de rendirse al caos me trajo de vuelta la pandemia. Dicen que con la pandemia se han disparado los casos de ansiedad y depresión. ¡Pues claro! UNA te lo está contando. Todas esas nuevas víctimas de la ansiedad son aquellas que antes de la pandemia se aferraban a la apariencia de control y al perfeccionismo, a la certidumbre y el sentido del orden; y esto es precisamente con lo que arrasó la pandemia, con la certidumbre y el sentido del orden, así que el que ya no se puede agarrar al espejismo (espejismo es la palabra) de estabilidad del control ni al perfeccionismo, se ahoga en desasosiego y abatimiento. Sólo queda rendirse. Rendirse al caos. Rendirse no sólo es una opción. Rendirse es LA opción. Curiosamente ése es el único antídoto que, a quien tiene la fortuna de no padecer de ansiedad, le viene de fábrica. El que te aconseja que te tomes las cosas de otra manera nació rendido al caos.
Esta consigna, de hecho, ha de trasladarse a la vida en general, pandémica o no, en la que la incertidumbre todo lo puebla. Tantas cosas no dependen de ti. Vivir mismamente no depende de ti. Sabes que vas a morir, pero no sabes cuándo ni cómo. Sabes que todos a los que quieres van a morir, pero no sabes cuándo ni cómo. Tantas cosas escapan a tu control. La vida es una gran dosis de caos. La serenidad pasa necesariamente por rendirse al caos. Levantar las manos en señal de rendición. Hacer las paces con el hecho de que no puedes controlarlo todo:
El hecho de que, de hecho, no puedes controlar apenas nada.
En las lunas y en las estaciones.
Como cuando en el posparto te ponías a tu bebé sobre el pecho y tu respiración se acompasaba con la suya.
En medio del caos, un momento de serenidad te susurraba:
Hoy os regalo un poema de UNO que fue mucho más allá de rendirse al caos y se rindió del todo.
En Versos Mundanos, El suicidio.
Disfruta de la "rendición" y del caos. Una aventura más...
ResponderEliminarA ver si consigo cambiar el patrón mental y abrazarlo como "una aventura más", bloginma. Renombrar, desde luego, cambia la perspectiva.
EliminarEl perfeccionismo, ese yugo...
ResponderEliminarA mí me sirve este pensamiento: al final todo pasa, y no sólo antes de lo esperado sino de forma mucho más leve también. He llegado a la conclusión de que, por difícil que parezca, al final todo se recoloca, y es que, como decía el jefe de la tribu de Astérix, el cielo se puede caer, cierto, pero no, ya empieza a saber una que no se nos va a caer encima mañana. De todas formas, es un gran pensamiento ese de que hay que saber seleccionar las batallas. ¿Es eso rendirse? Yo no lo creo. Es de inteligentes: el desgaste ya nos viene solo, no hay que contribuir a aumentarlo de forma gratuita. Además es realista y hasta estoico, o si quieres una visión romántica, es incluso de valientes: presupone estar dispuesto a arrostrar el peligro de lo desconocido e incontrolable. Pero lo que desde luego es es práctico, muy práctico. Quédate con eso.
Por si te sirve.
Un beso, amiga.
Pues tus consejos me llegan dentro porque me consta que tú también conociste el agujero y, si has salido, es que sabes cómo. Así que me quedo con ambos pensamientos: el cielo no se nos va a caer encima mañana y seleccionemos las batallas.
EliminarEn mi caso se trata de trazar líneas, a un lado lo que depende de mi y mis esfuerzos, ahí no hago prisioneros, lo doy todo peleo con todo lo que tengo. Al otro lado el azar, lo que dirá la otra persona, si llegará puntual tal cosa... Sobre nada de eso tienes control, mejor dejarlo ir...
ResponderEliminarNo es fácil rendirse, pero cuando ahorras muchos esfuerzos que puedes dedicar a las cosas con las que no te has rendido.
Ayyyy amiga.
ResponderEliminarLa ansiedad... Lleva viviendo conmigo tanto tiempo que ya es parte de la familia.
No es rendición. Es selección. Priorizar, elegir... Aquello que no depende sólo de ti, debes verlo desde la perspectiva de... NADA ES ETERNO. El caos, el desorden... Cuando menos te de cuenta estarás en tu nuevo Hogar, controlando aquello que podrás controlar. Pero siempre, siempre, hay cosas que no sólo dependen de ti.
Y pedir ayuda, ohhh que palabrota, pedir ayuda, eso es poco menos que humillación. No, ES VALENTÍA, saber reconocer que ya no puedes más, y que tienes que apoyarte en alguien es de valientes y humildes. Sabes QUE AQUÍ ESTOY, en uno de mis peores momentos, pero AQUÍ ME TIENES.
Respira y deja pasar el tiempo, éste sabio amigo, todo lo pone en su sitio.
Un beso