domingo, 28 de junio de 2020

Ansiedad: Manual de Usuario Tomo 2


Te recomendarán y te aconsejarán pero las recomendaciones y consejos ajenos funcionan con la ansiedad ajena. Recuerda: No hay dos ansiedades iguales. La clave está en confiar en UNA misma. 
#Confía

Desconfía de las afirmaciones generales. El motivo por el que los libros de autoayuda en general no funcionan (te lo dice UNA que ha leído unos cuantos) es precisamente por eso: Porque son de "AUTOayuda". Ayudan al autor del libro, pero vete tú a saber lo que ayuda al lector del libro. La única página válida en un libro de autoayuda es: 
Confía en ti misma
Por eso, UNA ha titulado este post y los dos anteriores "manual de usuario" porque, a base de usar la ansiedad, UNA aprendió lo que le funciona a UNA para mantener los niveles de ansiedad a raya. Pero, para ello, UNA tuvo primero que "usarla", es decir, como hablábamos en el Tomo 1, no rechazar la ansiedad, no descartarla, no temerla; y segundo y tan importante, 

UNA tuvo que aprender a confiar en UNA.
#Confía

Te voy a poner un par de ejemplos. 
Si buscas en Google, encontrarás que la meditación es un antídoto para la ansiedad. Pues bien, UNA medita y a UNA meditar no le sirve para bajar los niveles de ansiedad. A UNA le sirve para otras cosas, por eso UNA lo sigue haciendo, como ya conté en La bomba de UNA (o mi templo de dos horas) y en Pensar, pensar, pensar, pensar y ver la solución, pero no para disminuir la ansiedad. 
De hecho, UNA ha sentido ansiedad meditando. Ahí lo llevo.

No obstante, UNA descubrió hace tiempo otra herramienta parecida que a UNA sí le sirve: Escribir. Pero no escribir como estoy haciendo aquí ahora, sino escribir recién levantada y a mano, lo que la voz dicta. ¿Qué voz? Esa voz que escuchas ahora mismo en tu interior. Si estás pensando: "Yo no escucho nada: Esta tía está majara", ésa es la voz a la que me refiero. Te aseguro que está ahí. Esa voz no calla nunca. A veces lo que le produce ansiedad a UNA precisamente es que esa voz no calle el pico. Pues bien, UNA se levanta, abre su cuaderno y a copiar lo-que-la-voz dicta durante media hora. UNA llama este dictado "vaciar el alma". Vacío el alma en un cuaderno. Confié en UNA y descubrí que vaciar el alma desarma más mis niveles de ansiedad que meditar y, cuando no puedo hacer ambas cosas, elijo hacer lo primero siempre.
Escribir es terapéutico. Esa forma de escribir lo es. Para UNA. Es, como dice Luis Landero en una cita que me acaban de regalar, "aligerar el alma para poder flotar sobre la vida".

Tú quizás encuentres valor terapéutico en otra actividad creativa: fotografiar la belleza, por ejemplo; cantar; dibujar... Lo que sí te pido es que no confundas terapia con escape. Si el valor terapéutico lo encuentras en, por ejemplo, "beber hasta perder el control", mucho me temo que no se trate de eso: Lo que estás haciendo en ese caso es tapar. Huir. Evitar. Ya hablamos (Tomo 1de que la evitación es una de las bazas de la ansiedad. Se regodea en ella.

UNA ha aprendido así a escuchar a esa voz interior, a no creerme todo lo que dice porque ¿sabes? La-voz miente más que habla. La-voz va a intentar hacerte creer que "esto no se te va a pasar nunca" o "a lo mejor te estás muriendo o volviendo loca" y "tienes que salir de aquí como sea". La-voz miente. Para no escuchar la-voz, recuerda saltar de la cabeza al cuerpo (Tomo 1).

Volvemos al ejemplo. UNA probó la meditación y probó la escritura expresiva, y para lidiar con la ansiedad eligió vaciar el alma. Pero si hubiera hecho caso de las recomendaciones y consejos ajenos, UNA se hubiera quedado en la meditación. Por eso, el recurso más importante es confiar en UNA misma.

#Confía

Te dirán también que hacer yoga es un remedio eficaz para la ansiedad. ¿Eficaz para quién? ¿La ansiedad de quién? A UNA le encanta el yoga: La gozosa sensación de estiramiento en el cuerpo es además trasladable. Pero el yoga no mitiga la ansiedad de UNA. A lo mejor lo hace con la ansiedad de otras-que-no-son-UNA. Pero no con la de UNA. Recuerda: Hay muchas ansiedades. La tuya es única. 

#Confía. 

UNA confió en UNA y descubrió que la ansiedad de UNA necesita marcha, sudar para perder fuerza. Cuánto más suda, menos jadea. Ejercicio de tipo aeróbico como bailar. El cardio. Caminar a paso ligero. Sudar, sudar, sudar.
Si el yoga no es mi alivio para la ansiedad, ¿por qué UNA se empeña en seguir haciendo yoga además de por el mero gusto de hacerlo que ya he mencionado? El yoga es un descubrimiento relativamente reciente en la vida de UNA. Conocí a una profesora maravillosa que me hace amarlo: Carmen Muñoz
UNA, que tiene sus highs y sus lows (narrados en A veces, algunas veces y en Hay días y días),  cuando los bajos son muy bajos, se tira al barro. Y cuando UNA se tira al barro, lo único que UNA no deja de hacer es esa clase de yoga de Carmen de los jueves. Ésa es mi ancla: Lo que me mantiene a flote. Todo el mundo debiera tener un ancla. Algo permanente. Algo inamovible que te rescate en tiempos de incertidumbre como los que corren. 

Párate y piensa. 
¿Cuál es tu ancla? 

Si eres madre, tu tentación probablemente sea etiquetar a tus hijos de ancla. Ellos te mantienen en pie. Pues aquí sí se va a permitir UNA intervenir con un consejo: Para empezar, hacer de tus hijos ancla es mucho peso para un niño, demasiada responsabilidad. Para continuar, tus hijos se irán antes o después (probablemente antes de que tú estés preparada para dejarlos ir). Pues bien, si has hecho de tus hijos ancla, te quedarás desanclada cuando se vayan. 
Busca tu ancla en otro lado que no sean tus reyes. 

#Confía

Por último, UNA no puede evitar mencionar en este Tomo 2 del Manual de usuario que el famoso dicho popular de "somos lo que comemos" atañe también a la ansiedad porque este Gremlin come lo que comemos. El mío, en particular, se exacerba con el exceso de azúcar y carbohidratos, y pierde energía cuando la nutro de grasa (grasas saludables tipo aguacate, semillas, frutos secos y aceites vírgenes) y proteína. Hay toda una ciencia detrás de este descubrimiento, pero no es la ciencia, sino la lentamente labrada confianza en UNA la que me llevó a concluir que lo-que-como inevitablemente influye en mis niveles de ansiedad. No hablo aquí de momentos puntuales de caprichos. Hablo de los patrones regulares. Obsérvate y confía.
Ya mencionamos en el Tomo 1 que las p**** hormonas influyen en la fluctuación de la ansiedad y la alimentación influye en las p**** hormonas, así que blanco y en botella (por cierto que UNA no bebe leche😉).
Quizás un post como éste, que se sale de la línea de #unavidamundana, caiga en el vacío. Pero con que alguien en algún sitio recoja el mensaje esencial de este doble manual de usuario y consiga con ello reducir sus niveles de ansiedad un 10%, UNA se dará por realizada. 
¿Qué mensaje?

#Confía



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N-o   e-s-t-á-s   s-o-l-a.


    Ansiedad: Manual de Usuario Tomo 1

    Deja que todo te pase 
    La belleza y el terror 
    Rilken

    Éste no es un post cualquiera de Una_Vida_Mundana. No es un post para todos los públicos. Es un post para los que, LAS que, como UNA, padecen o han padecido de ansiedad (porque si la has padecido, la sombra de su reaparición permanece en ciernes sobre ti).
    Absténganse de su lectura los-cuerdos.
    Así que voy a hacer un salto de párrafo ahora mismo y todos aquellos que ni la padecen ni la han padecido, van a hacernos el favor de dejar de leer y se van a poner a otra cosa, mariposa.



    A ti que sigues aquí conmigo te dedico este manual de usuario de la ansiedad porque, fíjate, UNA no es psicoterapeuta, pero se considera experta-en-ansiedad.
    He echado a los demás de esta lectura, a los que desconocen el tema, porque lo último que necesitamos aquí son sus miradas de incomprensión, de perplejidad ante unos síntomas que les son ajenos, su gesto de a-mí-lo-que-me-parece-es-que-estás-loca...
    He escrito arriba "LAS que padecen" no porque dude de que ellOs también la padezcan, sino porque en una cultura en la que a ellOs se les educa para ser machos-alfa, es raro que un hombre admita que sufre de una condición debilitante. He aquí la primera baza de la ansiedad: 

    El secretismo

    La ansiedad se ceba con el silencio. Si tienes ansiedad y no lo cuentas, te avergüenzas y te lo callas, es como un Gremlin al que metes en una piscina: Se transforma en un monstruo. UNA no está sugiriendo que lo vayas publicando (como UNA está haciendo aquí) a diestro y siniestro. Pero no te lo quedes dentro. Cuéntalo. Ahora eso sí: Elige bien a quién se lo cuentas. Recuerda por qué hemos echado del post a los que no conocen al gremlin.



    Además, UNA, experta-en-ansiedad, ha llegado a concluir que nuestras amigas, las-p***as-hormonas-femeninas influyen mucho en los estados ansiosos y que por ello somos nosotrAs las que atravesamos estos estados más que ellOs.

    Si la primera baza de la ansiedad es el secretismo, la segunda es el miedo. ¿Pero la ansiedad no es miedo? Efectivamente, la ansiedad es miedo, pero es miedo que se alimenta de miedo ¿Sabes cuál es el miedo que más la engorda? El miedo a la propia ansiedad. 

    En este tomo vamos a hablar de los ataques de pánico; de los ataques de ansiedad. 

    [Si nunca has tenido uno, no sabes lo que es, con lo cual mucho de lo que te voy a contar aquí te va a resultar ajeno. Un ataque de ansiedad no se entiende si nunca se ha tenido uno.]

    Tienes un ataque de pánico en un ascensor. ¿Qué haces? No coger más ascensores porque asocias los ascensores con la sensación de ansiedad. Pues bien, ese miedo evitativo es como un jarabe de vitaminas para la ansiedad, que hace que después de los ascensores venga cualquier cubículo sin salida y finalmente los espacios cerrados en general acabarán produciéndote ansiedad: Una habitación sin ventanas, por ejemplo, y con la puerta cerrada.

    El miedo al miedo es el peor de los miedos

    UNA-experta-en-ansiedad sabe lo siguiente: Un ataque de ansiedad no mata. Es muy desagradable, es sumamente incómodo, pero a día de hoy he sobrevivido a unos cuantos y puedo asegurarte que no matan. Un ataque de ansiedad, al final, si lo reduces a lo básico, no son sino una serie de sensaciones físicas muy desagradables y sumamente incómodas, pero ya está: Son sensaciones físicas que aparecen porque sí y acaban siempre yéndose porque sí. Efectivamente, acaban siempre yéndose PERO acelerar o ralentizar el momento de la despedida depende precisamente de que les des vitaminas o no. Es decir, si ante las sensaciones físicas de la ansiedad reaccionamos con más miedo (el miedo a la ansiedad), entonces lo que realmente estamos haciendo es multiplicar las sensaciones, que siguen siendo sólo sensaciones, pero aún más incómodas y aún más desagradables. El antídoto, pues, empieza por no usar ningún antídoto, es decir, no tratar de librarnos de la ansiedad cuando aparezca. Cuando las sensaciones comienzan a inundar el cuerpo, UNA saluda como si de una vieja amiga se tratara: 
    Bienvenida

    Para UNA, efectivamente la ansiedad es una vieja amiga, pues si bien me ha robado mucha vitalidad -la ansiedad es debilitante- también me ha puesto en contacto con otras facetas de UNA misma que he llegado a venerar: La creatividad, la sensibilidad y, desde luego, la humildad. Como conté en mi post, Un bote de pastillas, la ansiedad te pone de rodillas. Luego ya sólo queda levantarse.

    Después de saludarla, el siguiente momento del antídoto consiste en salir de la cabeza y poner la atención en el cuerpo, y es que, amigas, la tercera baza de la ansiedad es la curiosidad insidiosa insatisfecha. De repente, en cuestión segundos, se te llena la cabeza de preguntas:
    ¿Pero por qué me pasa esto a mí? 
    ¿Pero qué he hecho yo para merecer esto? 
    ¿Pero por qué estoy yo así y los demás no?
     
    NINGUNA -escucha- NINGUNA de estas preguntas tiene una respuesta correcta. Ni siquiera una incorrecta. No tienen respuesta. Así que no indagues. Si indagas, fertilizas el sentimiento de aislamiento, de ser un bicho raro, de estar sola en el mundo, y esto es como sal y pimienta para la ansiedad: ¡Le da sabor! Entonces, se desencadena una ristra de pensamientos negativos, la mayor parte de ellos irracionales, del tipo: "
    Esto no se me va a pasar nunca
    "A lo mejor me estoy volviendo loca
    "Tengo que salir de aquí como sea"

    ¿Cuál es la alternativa pues? Poner la atención en el cuerpo. Después de darle la bienvenida a la ansiedad, con curiosidad, bájate al cuerpo: A ver cómo se manifiesta la ansiedad cuello abajo. ¿Tienes tensión en las piernas? Puede que eso sea la manifestación del impulso de huir que acompaña a un ataque de ansiedad. ¿Estás hiperventilando, es decir, una respiración agitada y entrecortada? ¿Te sudan las manos? ¿Se te seca la garganta? Hazte un inventario: ¿Dónde y cómo notas que estás ansiosa? Pon la atención en las sensaciones del cuerpo, mira cómo van cambiando, cómo se van apaciguando o ganando momento. Pueden ser algunas de las que he mencionado o completamente diferentes.

    Si hay otra cosa que UNA ha aprendido, es que la ansiedad de CADA UNA es diferente. Cuando UNA empezó a tener ansiedad, no encontraba otra forma de describírselo a Peter que "se me está saliendo el alma por los oídos", y me los tapaba. El primer alivio para UNA fue ponerle nombre. Decidí contarlo y mi hermana me dijo: 
    Eso es ansiedad 
    Y el peso inmediatamente se aligeró. A mí me encanta cómo Rosa Montero describe su único ataque de ansiedad en La loca de la casa, porque no tiene nada que ver con la ansiedad de UNA pero tiene todo que ver con la ansiedad de UNA.

    Vale. Ya tienes la atención en las sensaciones del cuerpo. ¿Y ahora qué?

    Hay una postura en yoga que se llama el pez. En esa postura la cabeza está inclinada hacia atrás de modo que la parte superior de la cabeza descansa sobre el sue
    lo. Cuando UNA empezó a hacer esta postura, UNA se agobiaba tela: Me daba la impresión de que me iba a romper por el cuello o por la garganta; me entraba sobre todo una sensación ansiosa de que no iba a poder deshacer la postura.
    Poco a poco, UNA se ha ido trabajando la asana. Me ha costado mucho porque al principio ponía la intención en estar en la postura sin sensación ansiosa. No funcionaba. Cuánto más luchaba por no estar ansiosa, más ansiosa estaba. Entonces cambié el enfoque y decidí soltar la lucha, aceptar la ansiedad y preguntarme: 
    ¿Puedo estar con esto? 
    ¿Puedo quedarme con esta sensación ansiosa? 
    [Esto es super-yogui. Y ahora que estamos viendo la serie El Pueblo imagino al lector de este post juzgándome al modo del retrato de Santi Millán, pero quédate conmigo.]

    Ahora soy capaz de hacer el pez sin sensación ansiosa sólo porque aprendí a estar con la sensación ansiosa. Lo que trato es de hacerte llegar el mensaje de que no es tanto luchar contra la ansiedad sino de hacerla tu aliada: 
    Mira, me caes mal, pero me quedo contigo aquí sentada un rato.

    Vamos a hacer una prueba. Quiero que cierres los ojos.
    [¿Cómo voy a seguir leyendo si cierro los ojos? No estoy segura... Organízate 😬]
    Quiero que cierres los ojos e imagines que vives en un piso alto. Si vives en una segunda planta, por ejemplo, quiero que imagines que vives en un octavo. Ahora quiero que imagines que has recolocado los muebles de una habitación que da a la calle y que no has reparado en que has dejado demasiado cerca de la ventaba una cómoda. Ahora quiero que imagines que tu hijo (si no tienes hijos, uno de tus seres más queridos o incluso tu mascota) se sube en el mueble por hacer una gracia, o para limpiar, o para coger algo. ¿Lo ves? La ventana está abierta y en un momento de pérdida de equilibrio, tu hijo (o tu perro) se cae. Lo ves caer. Corres hacia la ventana. Te asomas. Ya no hay nada que hacer... Corres hacia la puerta. Bajas como loca las escaleras...
    Vale, ahora quiero que pares y escanees tu cuerpo tras imaginar, realmente imaginar, esta situación: ¿Cómo está tu respiración? ¿Está agitada, acelerada, entrecortada? Si has hecho de forma auténtica el ejercicio, lo estará. Notarás igualmente tensión en algunas partes del cuerpo. Quizás la mandíbula. Quizás tengas los hombros encogidos.

    ¿Y ves? No ha pasado nada. TODO-ESTÁ-BIEN. Y, sin embargo, un pensamiento ha cambiado en cuestión de segundos el funcionamiento de tu cuerpo. Un pensamiento irracional, infundado. 
    Eso es lo que pasa con la ansiedad. 
    Exactamente eso. 
    Son los pensamientos que, como estrellas fugaces, pueblan el cielo oscuro de tu mente, los que te provocan los síntomas. Por eso hay que no mirar al cielo, sino conectar bien los pies a la tierra para lidiar con la ansiedad. Eso básicamente significa centrar la atención en los síntomas corporales.


    Así que, resumiendo este primer tomo de la ansiedad, en el que te he contado cuáles son sus bazas y cómo se ceba, el trabajo que hay que hacer por dentro cuando te azota en forma de ataque de pánico es:
    • Nombrarla: Esto es ansiedad.
    • Darle la bienvenida como a una vieja amiga: Hola, te veo, te reconozco, vieja amiga, bienvenida. Saber estar con la nube negra. Perder el miedo al miedo.
    • No darle cancha a los pensamientos: No escuches las preguntas ni las sentencias que a modo de fuegos artificiales estallan en tu cabeza.
    • Escanea tu cuerpo con curiosidad, poniendo la atención en las sensaciones.

    El ataque de ansiedad pasa exactamente igual que llegó. Una vez que lo haga, no le otorgues el placer del secretismo: Elige a quién contarlo y cuéntalo. UNA puede asegurarte que la ansiedad es una pandemia mucho más extendida que el propio coronavirus. Cuando escribí Un bote de pastillas, muchas lectoras compartieron conmigo comentarios en gran parte de alivio por no sentirse solas.

    Este post ha quedado largo. Por eso es un tomo. El tomo 1. Viene otro: El tomo 2. UNA lleva usando la ansiedad un rato y le cuesta resumir.


    Deja que todo te pase 
    La belleza y el terror 
    Rilken

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    #N-o   e-s-t-á-s   s-o-l-a.




    Agrietada: Ansiedad. Manual de usuario.


    Hay un tipo de persona altamente sensible. Los-sensibles. UNA lo es. UNA coge cualquier anécdota de su vida mundana y la convierte en una entrada de un blog con tintes poéticos. Para ejemplo mi último post: La atención sesgada. Cualquier madre que lo haya leído, te lo puede resumir en pocas palabras: 
    Ésta está hasta los cojones de marido y de niños después del confinamiento. 
    Sin embargo, a UNA que piensa más que habla, que piensa más que duerme, que piensa más que vive, más que siente, estar hasta los cojones le sirve para reflexionar sobre cómo ponemos la atención sobre lo que nos interesa que confirme lo que creemos. 
    Para pensar tanto y transformar anécdotas mundanas en posts semi-literarios hace falta mucha observación y mucha sensibilidad, aunque esto suene un poco arrogante. Ésta es la parte que me gusta de este rasgo mío (que por cierto UNA no eligió, le vino dado), y es que me permite crear. La creatividad y la sensibilidad suelen trabajar mano a mano. La creación, de hecho en mi caso, es la vía terapéutica de la sensibilidad. Así la canalizo.

    Pero no todo es belleza. Ahora viene la bestia.

    Una vez le pregunté a Peter con cuánta frecuencia pensaba él en la muerte. Me miró con cara de qué-clase-de-pregunta-es-ésa. El icono de los ojos como platos era la cara de Peter. 
    La conciencia del paso del tiempo y la conciencia de la muerte están presente de manera constante en el día-a-día de los-sensibles. No estoy diciendo que Peter sea un insensible, que no lo es aunque él presuma de que le late por corazón una lata de cerveza; estoy diciendo que no es una persona altamente sensible en el sentido al que me estoy refiriendo aquí. Las personas altamente sensibles nos damos cuenta desde pequeñas de que la gran mayoría de los-otros no atraviesan la vida como lo hacemos nosotras, y eso nos hace sentirnos agrietadas, como si hubiera algo fundamental roto en nosotras.
    Las personas altamente sensibles viven los cambios y las transiciones con especial conciencia. Si sigues este blog, has leído cómo UNA vive los cumpleaños de los hijos (Todo pasa y todo llega), el final del verano (Hace septiembre), o las mudanzas (Un bote de pastillas).
    Aún recuerdo el día de mi primera comunión, que había estado tanto tiempo esperando impaciente. Al final del día, aquella UNA de 9 años se puso a llorar porque le daba pena que un día tan especial llegara a su fin. Paul hijo1, que como UNA es altamente sensible,  cuando nos íbamos un fin de semana fuera, desde muy chiquito lloraba desconsolado a la vuelta porque el finde se había acabado. Esta conciencia de los finales acompaña a las almas altamente sensibles, constantemente conscientes de la caducidad de la vida.

    Paralela a esta conciencia, los-sensibles no nos llevamos bien con la falta de control (en no pocas entradas de este blog ha suspirado UNA ¡Ay, el control!). La rutina es ancla a la que nos aferramos porque nos da sensación de seguridad pues no manejamos bien la incertidumbre: Los cambios, lo desconocido, la falta de certeza. Lo que no controlamos produce en los-sensibles una sensación de vértigo, como si tuviéramos los pies colgando sentados en el alféizar de una ventana.

    Los-sensibles, por todo esto, tenemos mayores probabilidades de sufrir ansiedad. La ansiedad se cuela por la grieta. De la ansiedad colada va este post y los dos que siguen.

    La ansiedad no es sólamente tener un ataque de pánico como el que conté en la entrada de Un bote de pastillas. Ansiedad son muchas otras cosas: 
    Ansiedad puede ser estar constantemente preocupado, enlazándose las preocupaciones unas con otras como cuentas de rosario ensartadas.
    Ansiedad puede significar estar en modo-bucle con un tema, obsesionarse sin ser capaz de tomar distancia ni soltarlo, porque el-ansioso tiene la creencia inconsciente de que pensando mucho en el tema, lo puede controlar, pero que si lo deja ir, se le descontrola.
    Ansiedad puede ser vivir en el futuro, en lo que pueda pasar, haciendo premoniciones catastróficas, sin que el subconsciente sea capaz de discernir que el futuro no se puede controlar y que el único momento vital en el que todo-está-bien es ahora.
    Ansiedad puede ser vivir en el pasado, martilleándonos a reproches por los errores cometidos o cuestionándonos constantemente si habremos elegido la carrera correcta, la pareja perfecta, o si estaremos andando el que creemos único camino diseñado para nosotros. 
    Ansiedad puede ser noches de insomnio donde todos los monstruos que hayas conseguido acallar durante el día a base de mantenerte ocupado o de -escucha esto- hacerlo todo "perfecto",  te asalten mientras tú intentas conciliar el sueño.
    Ansiedad puede ser despertarte con la mañana con desazón.

    La ansiedad, querida, es una putada si no la gestionas bien. 
    Pero si te paras a escucharla, puede ser un portal a la creatividad, a la compasión, al reencuentro contigo misma, a volver a empezar a quererte (que te tenías muy abandonada), a confiar en tu propio criterio -sea el que sea- y no tomar las decisiones basadas en influencias externas de los-que-bien-te-quieren. 

    Es un camino que, si lo sigues, te devuelve a ti. 

    Lo que me ha otorgado la madurez es ir poco a poco haciéndome amiga de la grieta, y comprobar que la alta sensibilidad, además de ansiedad, también me ha regalado el disfrute de mi vida agrietada, como ya relaté en el post Envejecer: Dime, ¿qué piensas hacer con tú única, salvaje y preciosa vida?
    Como dice el poeta  Rumi,  la herida es el lugar por donde entra la luz, o como dice Leonard Cohen en la canción Anthem
    There's a crack in everything: That's how the light gets in.
    Mi mayor debilidad ha resultado también ser mi mayor fortaleza.

    Esta grieta, este exceso de sensibilidad, me ha merecido apelativos tipo dramática, cómica, exagerada, extremista; el título de drama queen; y los ojos en blanco de tenías-que-haber-sido-actriz, apelativos que en su día día UNA vivió como insultos y que ahora UNA transforma en halagos.
    He hecho las paces con la grieta y la ansiedad ha mediado en el proceso.




    Las dos entradas que siguen resumen en dos tomos -para UNA muy breves; para el lector probablemente eternos- mi andadura como usuaria de la ansiedad. 
    Lo que sé de la ansiedad de UNA. 
    No voy a publicar estas dos entradas en redes sociales porque son entradas altamente sensibles, es decir, entradas que sólo van a llegar a los-agrietados, pero habiendo llegado hasta aquí en el recorrido de la ansiedad, me parecería mezquino no compartir lo que sé de la ansiedad, especialmente por romper una lanza en favor de un enfoque menos deshumanizado de la ansiedad, un acercamiento al tema que no se limite a silenciar los síntomas sin abordar las causas. 
    Espero que te ayuden a hacer las paces con tu grieta: ¡Que se abra el telón de tu vida agrietada! ¡Y que entre la belleza!








    martes, 23 de junio de 2020

    La atención sesgada (o el gorila invisible)

    El fin (por ahora) de la-dimensión-confinada, que ha coincidido en el tiempo con el final de un curso especialmente complicado, nos ha dejado a todos con la atención sesgada. ¿A qué me refiero?
    Hay un experimento- el gorila invisible- que os espoileo antes de ver el vídeo al que os enlazo abajo. En el vídeo aparecen tres chicas vestidas de blanco y tres chicas vestidas de negro en un escenario con un telón rojo.  Las de blanco se pasan entre sí una pelota y las de negro se pasan entre sí otra. La primera vez que ves el vídeo, se te pide que te fijes en cuántas veces se pasan entre sí la pelota las chicas de blanco. Es fácil de contar: Son 16. Casi todo el mundo acierta. Pero si no has visto el vídeo nunca antes, y estás prestando atención a cuántas veces se pasan la pelota las chicas de blanco, se te escapan otras cosas: 
    Se te escapa por ejemplo que en mitad del vídeo aparece un gorila en el escenario, 
    desaparece una de las chicas de negro 
    y el telón de fondo de color rojo cambia a naranja. 
    Cuando ya te avisan de que estas cosas están sucediendo simultáneamente y vuelves a ver el vídeo, entonces las detectas claramente. Tú las verás porque UNA te lo ha espoileado pero si UNA no te hubiera dicho nada, el gorila para ti de primeras habría sido invisible. 
    El gorila es invisible porque la atención está en la pelota que se pasan las chicas de blanco. La atención está sesgada.



    Hacia el final del confinamiento, casi todos teníamos la atención más sesgada que de costumbre. 
    La atención se sesga en casa: Si tu pareja hace mucho más ruido al masticar últimamente, si ronca más alto que antes, si tiene cero paciencia con los niños, si está más cascarrabias, probablemente sea que tu atención esté sesgada. Es decir, él (o ella) probablemente haya masticado y roncado así siempre, pero tu atención sesgada ahora pone el zoom en el ruido que genera como si de un escenario se tratara y lo negativo ganara protagonismo a través de un foco de luz en escena.
    El gorila es invisible con tus hijos: Te pongo por ejemplo a Paul hijo1. 14 años. Como buen adolescente, las tareas de la casa han perdido para él todo el atractivo que nunca tuvieron. Le toca barrer la cocina después de comer, pues lo hace poco y mal, si es que lo hace y, a modo de trueque, tenemos que soportar una retahíla bien hilada y argumentada de quejas como música de fondo de cada malhumorado escobazo. Peter, que además de padre es profe de secundaria, es decir, está harto de lidiar con la especie adolescente, no puede con él en este momento:
    ¡Es que no hace nada!
    ¡Es que es un máquina!
    ¡Es que es un cara!
    En cada uno de los movimientos de Paul hijo1, Peter lee sin tregua una trama maquiavélica.

    UNA, por su parte, ya contó en la entrada anterior de #unavidamundana el cariz que,  castigada sin recreo en esta estación del-cole-en-casa,  ha tomado mi relación con mi alumno-hijo3 Dolfete. UNA ya no ve al gorila, ni la cortina, ni a los jugadores de negro y, si me apuras, ni siquiera a los jugadores de blanco. UNA ya sólo ve la pelota de las constantes interrupciones, las frustraciones, las peleas, los palabros, los gritos, el aburrimiento, la queja constante. 😩

    Pasa ahí fuera también. El ambiente político está crispado en gran parte por la atención sesgada. Todos buscamos en el-otro el argumento que confirme nuestras creencias para entonar un
    ¿ves-que-lo-que-creo-es-cierto? 
    Seleccionamos aquello que coincide con las creencias por las que hemos decidido apostar y hace acto de aparición en escena el sectarismo


    Hay una famosa autora americana, Byron Katie, que desarrolló un método de cuestionamiento de los pensamientos para evitar el sufrimiento innecesario. El método, que ella llama "el-trabajo", es una especie de indagación a modo de autocuestionario ante una emoción perturbadora. UNA llegó a esta autora por recomendación de otra, Elizabeth Gilbert, quien escribió la conocida novela Come, Reza, Ama, conocida porque luego se convirtió en una película protagonizada por Julia Roberts. Como ya sabéis los que me seguís, UNA es una copiota y se queda siempre con lo que le interesa. Pues bien, del método de Byron Katie, hay una pregunta muy pero que muy sencilla, que hice mía -¿Es verdad?- y que transformé a: 

    ¿¡De verdad?! 

    Es éste el primer antídoto contra la atención sesgada. Este antídoto puede desactivar muchos momentos álgidos en energía roja: Energía-roja es la que básicamente acaba desbocada en un ataque-de-cojones (¡sí!, ya sé que el permiso para decir palabros expiraba al acabar el confinamiento pero me he regalado una extensión indefinida).
    Ejemplos mundanos: 

    - ¡Es que para que se hagan las cosas en esta casa, las tiene que hacer UNA! 
    ¿De verdad?

    - ¡Es que estáis todo el día peleando! 
    ¿De verdad?

    ¿Ves cómo la afirmación tajante pierde su fuerza cuando va seguida de la coletilla interrogativa?
    Cada vez que oigas o digas la palabra siempre y la palabra nunca, prueba a indagar:

    - ¡Nunca me ayudas!
    ¿De verdad?

    - ¡Siempre estás quejándote!
    ¿De verdad?

    - ¡Nunca me escuchas!
    ¿De verdad?


    Os animo a probar a responder honestamente.

    Para la atención sesgada, además de este remedio casero de inquisición a modo de letanía (¿de verdad? ¿de verdad? ¿de verdad?), viene muy bien poner un poco de distancia, que es justo lo que no se ha podido poner en el confinamiento. Aunque la prueba de la convivencia intensiva haya sido superada, la atención requiere, para ampliarse y cesar su sesgo, que corra el aire. 
    Ahora que el-cole-en-casa ha terminado, Peter se lleva hoy a los tres monstruos a Málaga mientras UNA se queda en Córdoba porque sigue trabajando. Es en estos días que me regalo cada año a final de curso cuando el gorila se hace visible y convierte a mis tres monstruos en mis tres reyes
    Aprovecho estos días sola -en los que trabajo sólo de mañana- para hacer muchas cosas o no hacer nada; para ver a mis amigas o no ver a nadie; para hacer limpieza general o tumbarme en el sillón; para leer y escribir, o beber y engullir. 

    Sobre todo aprovecho para disfrutar del lujo de ducharme sin interrupciones. 




    Poco a poco, la atención sesgada va ganando miras, se hace más amplia, empiezas a apreciar lo que echas de menos, re-colocas en tu escala de valores lo-que-de-verdad-importa. UNA recarga pilas en esta semana que en cada comienzo estival se queda "de-rodríguez": Los primeros años lo hacía con sentimiento de culpa; ahora lo hago con gusto. UNA a estas alturas sabe que tomar cierta distancia a veces se hace necesario, por no decir imprescindible, para re-enfocar la atención en el-todo y dejar de concentrarla en los rincones de la convivencia donde se acumula la pelusa. 
    UNA siempre ha defendido que, entre las medidas de conciliación familiar, debería figurar una semana a solas para la madre, con todos los gastos pagados y garantías de que los niños van a estar bien en esa ausencia, para que esa seguridad de bienestar de la descendencia permita a la madre disfrutar sin tintes de culpa. Esta medida, señores-del-poder, repercute a corto plazo en la recuperación de los niveles de energía de la citada madre, tan drenados a final de curso; a medio plazo, en el buen rollo familiar; y, al ser la familia el pilar de la sociedad, a largo plazo esta medida repercutiría en el bienestar social. No es moco de pavo, pues: Ahí lo dejo.





    Antes de terminar no quiero dejar de contar que, cuando UNA le mostró el vídeo del gorila a hijo3 por vez primera, Dolfete acertó los pases de pelota de las chicas en blanco. Exclamó:
    - ¡16! ¡Había un mono!

    ¡Ja! 

    El sesgo de atención, dedujo UNA, viene con el retorcimiento de la edad adulta. La atención de los niños es mucho más abierta. Está aquí y ahora. Por eso probablemente el tiempo en la infancia pasa más despacio que en la edad adulta. Por eso también cuando viajamos vivimos más, porque llevamos el foco de atención a puerta abierta.

    La deducción de que mi hijo no tiene el foco de atención sesgado vino acompañada de una agradable sensación de alivio. ¡Menos mal! Esto explica que cuando le preguntas a un niño qué ha sido lo mejor de la cuarentena, como hice en el último invento, te contesta sin dudarlo: 
    - ¡Estar con papá y mamá!


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    viernes, 12 de junio de 2020

    Castigados sin recreo (el-cole-en-casa)



    El otro día me saltó repetidamente un meme en el que se veía una terraza con adultos alternando en la nueva fase de la desescalada y se comparaba la imagen con la de unos niños en el cole guardando la distancia social y con mascarillas. Seguro que la habréis visto. La foto de la terraza puede que sea de por aquí: Ayer volviendo a casa por la noche con los niños después de un paseo por el campo las terrazas estaban abarrotadas de gente, como si tuvieran que recuperar las horas de terraza perdidas en el confinamiento. Pero la foto del cole seguro que no es de por aquí pues por estos lares los niños no han vuelto al cole. ¡Que se lo cuenten a las madres! Que se lo digan sobre todo a las madres de niños de Primaria. Ni siquiera puedo imaginarme cómo estarán las de niños de Infantil: Esa pesadilla ¡por suerte! no la he tenido que soñar.


    Los de secundaria son, gracias a dios porque UNA tiene dos, más autónomos. Por “autónomos” no me refiero a la definición ideal de que sean lo suficientemente maduros e independientes como para organizar su propio proceso de aprendizaje y desarrollar técnicas de estudio que les permita la adquisición de destrezas y competencias. Por “autónomos" me refiero al triste hecho de que el Coronavirus les ha cambiado el aula por una pantalla y ellos han aprovechado la coyuntura con la picardía que otorga la adolescencia. Así que se encierran en su cuarto y, cuando tú apareces, cambian de inmediato de la pantalla de Instagram a la videoconferencia en la que se supone que están. Esa destreza de cambio instantáneo de ventana la han perfeccionado durante la cuarentena. Cuando las clases se supone que han acabado, ellos se hacen los remolones con el móvil o la tablet porque en teoría están haciendo tareas pero, en la práctica, están jugando al Fortnite o, lo que es aún peor, viendo cómo otros juegan al Fortnite. “Necesito el ordenador porque tengo que entregar un trabajo” significa en lenguaje-cole-en-casa “me voy a enganchar a Youtube un rato”. “Voy a coger el móvil que tengo que subir unas tareas a Classroom" equivale en lenguaje-cole-en-casa a “voy a chatear un rato con mis colegas”. Y “dame la tablet que tengo que hacer una foto de esto y mandársela al profesor” viene a querer decir en lenguaje-cole-en-casa “estoy desesperadamente aburrido, por favor, mamá necesito una pantalla YA”. Sin enredarme a hablar de los exámenes online por si hay algún profesor de mis hijos leyendo esto y pudiera soplarles los trucos y habilidades desplegados en el-cole-en-casa. 


    ¿¡Dónde quedó una buena chuleta!?


    No pongo en duda ni cuestiono la matrícula de honor en nuevas tecnologías de la que van a poder presumir mis hijos de secundaria, la generación-pandemia, en su currículum vitae. Pero de lo que UNA ha venido a llorar hoy aquí es del que está en primaria. 


    Dolfete hijo3 cumple 10 años en julio. Cuando Paul hijo1 y Gusi hijo2 cumplieron 10 años, UNA les hizo un vídeo en que celebraba su cambio de decena con un recorrido de fotos y vídeos de sus pequeñas -para ellos grandes- vidas. Pues bien, el vídeo que le haga a Dolfete, si es que me deja tiempo para hacérselo, va a ser -espero- más una terapia reconciliadora que un homenaje, porque en este momento, lo confieso, mi hijo me cae mal. Me cae mal. Ahí queda. Por muy mala madre que esto me haga sentir, el caso es que me he rendido al hecho irrefutable de que me cae mal. No le echo la culpa a él: Se la echo al cole-en-casa.




    El-cole-en-casa es poco más o menos que un infierno. Para empezar, tienen que manejar aplicaciones para las que no tienen madurez: Canva, Drive, Camscanner, Gmail, un procesador de textos, un editor de vídeo… 

    Entonces UNA se la pasa haciendo: Él tarda un minuto en terminar una tarea (con muchísima suerte solo) y ahí acabó la paz. Ahora UNA la escanea, UNA la sube a Drive, UNA la mueve, UNA la renombra. Por supuesto, previa revisión pues si no, la seño te manda mensaje de que la tarea está muy chapucera y que por favor los papis revisen antes de mandar. 


    [En el tema de los papis no entro porque eso es tema de otro post (y ¡pedazo de tema!) pero apunto que ya viene perfilándose que el-cole-en-casa a quien más merma la conciliación es a las mamis.]


    Total que UNA decidió, cuando fue percatándose de cómo iba a ir la cosa, que UNA no estaba dispuesta a todo ese rollo y cogió un día a Dolfete por banda y le enseñó a manejar una por una todas y cada una de esas aplicaciones. A ver, mi razonamiento era: 

    "Si pueden manejar un mando de la PLAY con esa velocidad y maestría, que parece mucho pero que mucho más difícil, ¿no van a poder manejar estas sencillas herramientas?" 

    Poder, pueden; pero quizás UNA olvidó tener en cuenta el poderoso factor-motivación: El caso es que cuando Dolfete se pone, el número de veces que pide ayuda (mamá...¡mamá!... MAMÁ... ¡MAMÁ!...) porque algo no se ha subido, o no se ha bajado, o no se ha movido, o no se ha renombrado, o no se ha imprimido, es MUY superior al porcentaje de resiliencia que le queda a UNA después del confinamiento. 

    UNA está teletrabajando, no olvidemos, y ese teletrabajo se ve tan constantemente interrumpido que su productividad se ha visto seriamente reducida, con lo cual UNA tiene que invertir muchas más horas que de costumbre. 

    UNA está cansada.


    Además, todo tiene que ser YA. Estos chicos viven en la-cultura-de-la-inmediatez. Dolfete bloquea la pantalla de la tablet, o el ordenador, o la impresora, una media exasperante de veces al día porque simplemente no sabe esperar. Si le da a una tecla y el dispositivo no reacciona de momento, le vuelve a dar, y le vuelve a dar, y le vuelve a dar, hasta que el dispositivo dice: “¡EPA, hasta aquí hemos llegado!” y se bloquea, con lo cual pasamos una parte considerable de el-cole-en-casa desbloqueando dispositivos, reiniciando el ordenador, desenchufando y volviendo a enchufar. UNA que es muy pesada se pasa la vorágine del día en el-cole-en-casa diciendo: 

    Espera…

    Espera… 

    No toques…

    Espera…


    Para más inri, los grupos de whatsapp, que ya he expresado por aquí el afecto que les profeso, están que arden de mensajes: ¿Qué ficha hay que subir a Drive, la de unidades de medida o la de dinero y tiempo? No encuentro el dictado de música. ¿Alguien se ha podido descargar el audio de la ficha de inglés? ¿Para cuándo tiene que estar el vídeo de educación física? (Por cierto, adivina quién va a grabar ese vídeo...) ¿A alguien les salen unas señoritas muy simpáticas con poca ropa cuando pincha en el enlace de francés?


    Como docente, tengo perfecta conciencia de que el proceso de adaptación que ha atravesado el profesorado ha sido tan loable como complicado. Lo conté aquí. Así que conste en acta que no menosprecio su tarea ni considero responsables de este tema a los profesores. Lo que vengo a decir es:  

    Esto no es sano


    UNA personalmente necesita que los niños vayan al cole. 

    Primero, para que UNA pueda ir a trabajar. Al trabajo: El trabajo es descanso. 

    El trabajo es mi recreo de madre


    Segundo, porque no es sano que los niños tampoco tengan recreo, que no estén con otros niños, que no tengan más puntos de referencia adulta que sus mamis (y sus papis), que pasen tanto tiempo delante de una pantalla. 

    No es sano. 

    Es agotador. 

    Cada uno de los que formamos parte de la vida de nuestros hijos tenemos un rol en ella. El-cole-en-casa multiplica el rol de las madres y eso no es sano para la madre que además teletrabaja y está exhausta, pero tampoco es sano para el hijo, que acusa ese cansancio. Los conflictos aumentan, la irritabilidad y la tensión se palpan en el ambiente y, en definitiva, el-cole-en-casa es un desagüe de energía en el que todos acaban antes o después drenados.


    Lo que me llama la atención es que hay países en los que se practica el homeschooling que es básicamente lo que estamos viviendo pero -escucha esto- POR ELECCIÓN. Es decir, que las madres deciden no trabajar y quedarse en casa y educar ellas a los niños. No dudo que sea una sabia elección desde un punto de vista que se me escapa pero UNA desde aquí renuncia públicamente a tanta sabiduría en aras de la salud mental. De la salud mental de UNA, de la salud mental de toda la familia-de-5 y, sobre todo, de la salud mental de mis hijos.


    Por eso, cuando veo a los de las terrazas, me acuerdo del meme y pienso: 

    ¡Coño!, si éstos pueden estar aquí tan campantes, ¿por qué no pueden estar mis hijos en el cole con sus amigos y sus libros y su seño y la tiza?
     

    ¿¡Dónde quedó la tiza!? 


    Otro día, si eso, que esté menos cansada escribo de todo lo que han aprendido los niños en el confinamiento, que también. Pero mucho me temo que éste es el tema de hoy.


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