domingo, 17 de abril de 2022

Un año de sobriedad

"Sobrio" significa que no está borracho. Pero también significa, en su sentido de austero, que carece de adornos superfluos. Hoy es mi cumpleaños y mi lema para este año que comienza es "sobriedad", en el segundo de los sentidos de sobrio mencionados, no en el primero, así que si me veis con una copita en la mano, nada de reproches. Mi año-de-sobriedad quiero consista en un año-minimalista: #un-año-mundano-SIN-compras. De abril a abril, UNA pretende no adquirir lo-superfluo. 

Lo comparto aquí, en mi blog de Una_Vida_Mundana, por rendir cuentas. Quiero decir que, si lo hago público, siento más presión de ser coherente y consistente. Accountability.

¿Por qué un-año-mundano-sin-compras? Las razones que me han llevado a moldear este proyecto de UNA han sido apuntadas en otras entradas a lo largo de estos últimos meses. Os invito a leerlas o re-leerlas:

  • El síndrome de demasiadoTener DEMASIADO, demasiadas cosas acumuladas, curiosamente, es una causa mayor de estrés. El materialismo genera ansiedad.
  • Las cosas: Mi reciente mudanza mundana generó en UNA la conciencia de que pasamos por la vida acumulando lo-innecesario, consumismo que -en ironía humillante- nos sobrevive. La cantidad de cosas que poseo me poseen.
  • La bomba de UNA (o mi templo de dos horas) me regaló el entendimiento de que en muchas ocasiones UNA acude a las compras como estrategia terapéutica que permite dejar de pensar, dejar de sentir, y proporciona el recurso de la satisfacción a corto plazo.
  • Otra teoría del todo, mi teoría particular sobre el coronavirus, y Verde que te quiero verde, la nube negra de la amenaza de la destrucción ecológica, me instan a poner un granito de arena en esa playa en la que nos ahogamos todos, incluidos mis hijos.
Mis hijos. Para mis hijos este proyecto será una jipiada más de su madre. O no. A lo mejor algo cala. O no. No me importa, pero lo hago con ellos en mente, como casi todo.

Como casi mucho.

El caso es que éste es el proyecto: 

#un-año-mundano-SIN-compras

En la práctica, he tenido que diseñarlo con más detalle, poniendo una serie de reglas que hagan de una idea un tanto abstracta un proyecto factible y mantenido en el tiempo.
Os las cuento aquí:

  • Se trata de un proyecto personal, no familiar. Es una decisión que toma UNA, no la familia-de-5, con lo cual no ha de afectar a las necesidades de los niños. Si los niños necesitaran algo, se les compraría. Es UNA la que habrá de modelar y REconsiderar las necesidades propias, muchas de ellas creadas artificialmente. 
  • #un-año-mundano-SIN-compras EXCLUYE la compra de experiencias: UNA elige el valor de que el dinero me permita HACER, me permita tener experiencias reales, en vez de comprar y poseer cosas: viajar, ir al cine, al teatro, a conciertos o hacer un curso de surf este verano
  • #un-año-mundano-SIN-compras EXCLUYE la compra de comida y bebida, por supuesto, siempre y cuando UNA compre para consumir y no que la compra semanal la consuma a UNA.
  • #un-año-mundano-SIN-compras EXCLUYE la compra de ítemes de higiene personal agotados o de consumo necesario y perecedero (por ejemplo, el cartucho de la impresora). No obstante, añado la cláusula de no comprar el artículo de repuesto hasta que el anterior esté efectivamente exhausto.
  • #un-año-mundano-SIN-compras EXCLUYE la compra de gasolina.
  • #un-año-mundano-SIN-compras INCLUYE contenido virtual, es decir, no comprar más libros electrónicos, leer los que tengo, ni más cursos virtuales, hacer de los que dispongo. REleer. REhacer.
  • #un-año-mundano-SIN-compras SUPONE evitar tentaciones cancelando la suscripción a newsletters, a grupos de difusión, a aplicaciones que convierten el mundo inmediato en un escaparate 24 horas al día 7 días a la semana.
  • #un-año-mundano-SIN-compras SUPONE no regalar cosas materiales sino escudriñar mi imaginación para que sean regalos experienciales. Lamentaré si mis destinatarios afectados no estuvieran del todo felices con esta decisión pero un regalo ha de reflejar al que regala y no al regalado.
  • Por último, la excepción que UNA regala a UNA: #un-año-mundano-SIN-compras EXCLUYE la compra de flores para mi patio.

    Confío que, como efecto secundario, privarme de este recurso/estrategia de la compra, además del ahorro, impulse mi creatividad, pues ante las así llamadas necesidades, espero encontrar la manera de REparar, REusar, REutilizar, REciclar. Esto incluye REcalibrar las propias necesidades y REvisar otras opciones, tales como:

    heredar,
    intercambiar 
    y/o pedir prestado.

    Os iré contando cómo va la cosa. Os animo a uniros a mi proyecto mundano. Os animo a compartirlo. Os animo a ser otro granito de arena en esa playa en la que, o nos ahogamos todos, o sobrevivimos todos. Si no queréis uniros a esta jipiada particular de UNA, por lo menos os animo a retarme a que cumpla los votos aquí vertidos.

    Chin Chin





    viernes, 8 de abril de 2022

    Mudar la piel

    Como una serpiente, ser madre exige necesariamente saber mudar la piel. No te preocupes si no sabes: sabrás. No te quedará otra. Pero hacerlo con gracia... ¿¡eso!? Eso es lo verdaderamente difícil de ser madre.

    Durante los días que huelen a bebé rosado, tu primera piel de madre te camufla. Toca perder protagonismo y dárselo todo al recién nacido. Los otros ya no te ven a ti, sólo ven al bebé. Recuerdo a una amiga, madre recién estrenada, que se enojaba porque todas las conversaciones que la rodeaban trataban sobre el bebé:

    -He desaparecido como persona- me decía-, la gente ya sólo me ve como madre y ya sólo me hablan de la niña. 

    También puede pasarte que disfrutes tanto de tu camuflaje, que seas tú misma la que te olvides de que eres algo más que madre. Me asalta el recuerdo de otra amiga, no-madre todavía entonces, que cuando UNA empezaba a serlo me reprochaba saberlo ella todo sobre la lactancia, pues probablemente UNA no cesara de abordar el tema en nuestras conversaciones.

    Cuando ya empiezas a recuperar cierta sensación de rutina, cuando las noches dejan de ser tan largas, cuando ya tienes los brazos moldeados de tanto bebé, toca mudar la piel para hacerte madre-de-niño-pequeño. Es en esa muda en la que muchas nos embarcamos en la aventura de tener a nuestro siguiente hijo, pues todo cambio engendra resistencia, y nos aferramos animalmente a la piel de mamá-de-bebé.


    Photo by Fidias Cervantes on Unsplash

    Cuando UNA era mamá joven, otra mamá con más años de experiencia me dijo: -Yo ya puedo leer en la playa. Envidié su verano y es que la piel versátil de la madre-de-niño-pequeño es la multi-piel:

    - Mamá, ¿qué hora es? UNA-reloj
    - Mamá, ¿qué día es hoy? UNA-calendario
    - Mamá, ¿va a llover? UNA-pronóstico-del-tiempo
    - Mamá, ¿qué me pongo? UNA-estilista
    - Mamá, me duele aquí UNA-doctora
    - Mamá, me pica allí UNA-solucionario

    A medida que ellos van creciendo, tú te vas especializando:
    - Mamá, ¿me das dinero? UNA-entidad-bancaria
    - Mamá, ¡no lo encuentro! UNA-objetos-perdidos
    - Mamá, ¿qué hay de comer? UNA-menú-del-día
    - Mamá, esto no va... UNA-técnico

    Luego está UNA-nihilista:
    - ¡Mamááá!
    - ¿Quéeeee?
    - ¡Nadaaaa!
     O UNA-sorda-por-saturación:
    - ¡Mamááá! ¡Mamááá!
    - ...
    - ¡Mamááá!!!

    Volverás a leer en la playa mucho antes de lo que imaginas, así que no reniegues del vértigo de esos veranos en los que no puedes. O reniega si te da la gana. Todo pasa y todo llega. Cuando te encuentras teniendo la charla del póntelo-pónselo, del traquitongueando como dice Dolefe hijo3, te preguntas adónde se fueron los días largos y cómo fueron los años tan cortos. Te preguntas adónde se fue tu chiquitín, aquel que quería casarse contigo y ahora no puede soportar sentirte respirar cerca. Literalmente no lo puede soportar. Cuando estas preguntas te asaltan la mente en modo escalofrío, inevitablemente te das cuenta de que ya va siendo hora de mudar de nuevo la piel. 

    Esta nueva muda, mariposa, te arrancará un poquito la piel a tiras. Mudar la piel escuece porque las madres llevamos a los hijos tatuados en esa piel que muda. Hay pieles que van cayendo como caen las estaciones, con el paso natural del tiempo, cediendo el protagonismo a otras pieles, a otras estaciones. La vida te va llevando. Pero hay pieles más adheridas, que se hacen costra antes de caerse y cuesta más soltar. Está bien, mariposa. No te fustigues por eso, mariposa.

    Planeaste tener hijos pensando en la primera piel, no reparaste en las mudas dolorosas que vendrían después. Cuando el niño de la sonrisa perenne no es que olvide darte los buenos días, es que simplemente ya no te ve, duele; cuando aquel pequeño que te apabullaba camino al cole con entusiasmo aderezado, se vuelve enigma indescifrable que se cierra como resorte en tu presencia, duele; cuando aquella lapa de afecto, de besos y caricias, ahora apenas intercambia contigo enfurruñados reproches, duele. 

    Tómate el tiempo de doler. No hagas como si nada. Déjate doler como te dejaste querer un día. La mitad de las veces que te enfadas con tu hijo es el dolor que grita porque no le has dado voz. Hay que conectar con ese dolor para no andar enfadada todo el rato. Dejarse doler mudará la piel. 

    Mas no te quedes anclada en el dolor. En esta muda, te hallarás a ti misma otra vez. Habrás necesariamente de reencontrarte con las promesas que UNA le hizo a UNA antes de ser madre. Quizás sea hora de retomarlas, de retomarte, mariposa; de tu metamorfosis. Hazte una reverencia y déjate pasar de vuelta a escena. Ahí estás. Te veo. Con el foco en tu piel, volverás a brillar, mariposa.


    A modo de posdata añadiré que UNA es consciente de lo deshilvanado de esta entrada. Esta época me pilla entre dos pieles. Sólo confío en que haya madres ahí fuera hoy doliendo que sepan qué hacer con los hilvanes. Al fin y al cabo, la muda periódica de piel es síntoma de la salud de una serpiente

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    domingo, 3 de abril de 2022

    Rezar

    En la familia-de-5, hay quien cree y hay quien no cree y hay quien no sabe lo que cree. Cada uno ha elegido en qué creer o dejar de creer, y está bien así. Las creencias nunca han de imponerse, si acaso surgerirse. UNA hace tiempo que dejó de creer. UNA tiene la certeza de que no hay manera humana de tener certeza. Por eso recelo de todo aquel que me intenta convencer de lo contrario con vehemencia y poca transigencia.

    El caso es que Gusi hijo2 me confesaba el otro día que él a veces reza. UNA le dijo:

    - Yo también.

    Él me espetó incrédulo:

    - ¿Cómo vas a rezas si tú no crees?

    - No tiene nada que ver-, le dije para darme cuenta después de que esto nunca me lo había planteado. Me refiero al hecho de que UNA nunca había reparado en el hecho de que rezar -en la mente de UNA- está completamente desligado del hecho de creer. UNA-niña empezó a rezar en el marco de una religión, pero cuando UNA-adulta decidió conscientemente desvincularse de esa religión, siguió rezando. 

    UNA reza como recurso. Las oraciones para UNA son un género entre el poema y el mantra. Son poesía porque se hacen eco de lo inefable, de todo aquello que el ser humano no es capaz de aterrizar en palabras, y lo son por partida doble por la belleza de dichas palabras. Son mantra por la repetición que conllevan y porque nunca se ora a gritos, siempre en silencios o susurros. Es por ello que mecen. Una oración acaba siendo como cuando vas de noche en el asiento de atrás de un coche y la moción te va adormeciendo; o cuando te sientas en una playa y el vaivén de las olas te va hipnotizando; o cuando reparas en el ritmo sosegado de tu respiración. Es todo lo mismo. Es como cuando acunábamos a nuestro bebé, que lo calmábamos pero aprovechábamos para calmarnos nosotras también, ¿no? A la nanita nana nanita nana nanita ea... Tararear una nana es una forma linda de rezar.

    Para UNA, estas expansiones y contracciones del universo (las olas, las lunas) y del cuerpo (inspirar, expirar, acunar) son todas expresiones de un único ritmo que nos mece. Cuando nos trastabillamos y perdemos el ritmo, basta rezar para volver a sincronizarse. La imagen estereotípica de el-loco es la de uno que anda meciéndose de atrás adelante, hablando bajito. UNA cree que puede que estén rezando en un intento de resincronizarse.

    Una tarde de verano Paul hijo1 se fue a la montaña solo con la bici. Empezaba a anochecer y no regresaba. Le llamábamos y su teléfono estaba fuera de cobertura. Peter, que conoce la montaña, se fue a buscarlo. UNA se quedó esperando a que volvieran mientras imágenes espantosas hacían por colarse en mi mente preocupada de madre. La única manera que UNA encontró de mantenerlas a raya fue rezando. Rezando a nadie. Rezando para mecer la angustia. Hasta que apareciera mi hijo.

    Y es que rezar suaviza, rezar sosiega, rezar calma. Hay una explicación más científica que la de UNA para todo esto, que tiene algo que ver con el nervio vago, pero ésa ustedes la googlean. Lo que UNA viene a reivindicar aquí es que no hace falta creer para rezar, que rezar es una recurso que está ahí, gratis, disponible, sin efectos secundarios negativos, y que no es de uso exclusivo de las religiones, sino patrimonio de la humanidad, generación tras generación. Letanía a letanía. 

    Ésta es la respuesta abstracta a la pregunta que Gusi hijo2 me hizo más arriba. Quizás sea un poco pronto para dársela. A buen seguro me pondrá los ojos en blanco. Pero aquí queda, a modo de legado, esta nota existencial de una vida mundana.

    Amén
    Namasté