viernes, 21 de octubre de 2016

El fuego de la ira

"Ya, pero el grito está ahí", me dijo. De primeras no estaba segura de entender qué es lo que quería decir. Elaboró. Entendí. Si tienes un arrebato de ira, y te controlas, y no sueltas un grito, el grito sigue ahí. Está ahí, encerrado. El enfado bloqueado. Es como si sujetaras a un chiquillo en mitad de una rabieta para que no arremeta contigo a puñetazos. Lo que se produce es un forcejeo. Pero el niño sigue enfadado. De hecho, cada vez está más enfadado. Probablemente su cólera infantil reprimida saldrá por otro lado: probablemente intente darte patadas, por ejemplo. Ése no es el método.


"Ya, pero el grito está ahí", me dijo. Entonces ¡no hay salida! No way out! Me quedé con un pensamiento cabizbajo. Me quedé gris: si no puedo evitar la ira, y es que no puedo evitar la ira, ¿cómo puedo convertirme en la persona que quiero ser, en una persona menos airada?


Me ha llevado años encontrar la respuesta, muchos enfados, y algún que otro malestar. Porque cuando le pones una camisa de fuerza a la ira, ésta empieza a pegarte patadas. Y se te ponen los ojos rojos de lagartija, te duelen los flancos, y el bazo, que no servía para nada, empieza a pegarle patadas a tus otros órganos en cadena. En medicina china, se llama el fuego del hígado. Me lo explicó mi acupuntora. En occidente, una emoción intensa reprimida. Que sale, porque al final tiene que salir.


Si no lo puedes evitar y no lo puedes reprimir, ¿entonces? Sólo te queda sentirlo, aceptarlo. Es la terapia de aceptación y compromiso. Es atención plena. Es vivir en el presente. Es pillarte pensando cuáles son los pensamientos que te hacen sentir airado. Es meditación viva. No se trata de soltar el grito si es que el grito va a hacer sentir a alguien más pequeño. No es soltarlo, es sentirlo. Sentir el enfado. No luchar contra él. Aceptar que estás sintiendo enfado. "Hmm, estoy sintiendo enfado". Y no identificarte. Tú no eres la ira.


En realidad, si el niño tiene una rabieta, lo único que funciona es la empatía. Nombrarle las emociones que está sintiendo. Entender que se trata de un comportamiento, no de un niño caprichoso. Ver su enfado, respetar su derecho a tenerlo, no exigirle que sea un niño perfecto que nunca se enfade. No sujetarlo, no ignorarlo.


Pues es lo mismo. Déjate ser. Déjate enfadarte. Siéntelo. Míralo pasar. 

No luches, es inútil, no lo vas a poder evitar. 

No lo reprimas, es inútil, se pondrá a darte patadas. 




Déjalo ser. 

Déjalo ir. 

Let it be. Let it go.