lunes, 9 de diciembre de 2019

La bomba de UNA (o mi templo de dos horas)

Después de publicar la entrada de HermanOs y bombas, una amiga me preguntó:
 ¿Y la bomba de UNA, para cuándo?

La bomba de UNA, en parte, la conforma la hermandad de mujeres de la que ya he hablado aquí en varias ocasiones.
Pero gran parte de la bomba de UNA me la he tenido que ir currando poco a poco a base, literalmente, de madrugones. Y esto es de lo que vengo a escribir hoy aquí.

En mi opinión, hay muchos tipos de madre pero todos se resumen en dos.
Por una parte, están las madres-naturales. A las madres-naturales, envidiables y envidiadas por UNA, ser madre les sale natural, ser madre les fluye, les viene dado de fábrica: no les supone tanto esfuerzo ni sacrificio como a las otras. Tienen grandes dosis de paciencia inagotable. Despliegan un tono de voz plano en todas las ocasiones sin picos histéricos en zonas de cansancio o de prisas. Tienen siempre energía para decir que sí a un juego de mesa.
Las otras, entre las que se encuentra UNA, son las madres-coraje. Coraje en el sentido andaluz de andar enrabietada. Constantemente irritada. A menudo enfadada. Con demasiada intensidad o demasiada frecuencia.
Todos los tipos de madre oscilan entre estas dos clases, con mayor o menor grado de cada tipología.

Pues bien, las madres que como UNA tenemos la tendencia del coraje-andaluz, nos vemos obligadas a compensar con otro tipo de coraje. El del esfuerzo. El del sacrificio. El coraje y la disciplina de cuidarnos para disminuir la frecuencia y la intensidad de la furia. Este coraje es la bomba diaria de UNA.

Y así fue como empecé a levantarme temprano. Primero, media hora antes que los niños. Luego una hora. Después, hora y media. Hasta que me instalé en las dos horas. UNA se levanta dos horas antes que los niños para cuidar de UNA. Para recargar la batería de UNA.


UNA necesita estar dos horas presente con UNA para poder estar el resto del día presente con sus tres reyes.
Es el tiempo de UNA.
Es un ritual.
Un homenaje que me hago a diario.





Las madres-naturales no necesitan este tiempo porque ser madre les sale natural.
Pero UNA hace ya tiempo que reconoció y aceptó que UNA no es madre-natural sino madre-coraje.

Es como la salud. A unas les viene dada y otros, sin embargo, tienen que cuidarse para estar bien. O como el peso: Unas tienen que hacer dieta y otros se inflan a bollos y no engordan. Es metabolismo.
Pues esto es igual. No es justo pero nadie te prometió que sería justo.

UNA primero tuvo que reconocerlo. Después aceptarlo. Esto se resume aquí en dos frases. Pero es largo en el tiempo y muy largo en el proceso de conocimiento personal. Y no es precisamente fácil: A todas nos gustaría ser madres-naturales. Pero, cuando se alcanza la aceptación, llega acompañada de una especie de liberación. La liberación de renunciar al modelo imposible de madre-natural (imposible para las que, como UNA, no lo son) y de enfrentarse al hecho de ser una madre-coraje-andaluz. Esa liberación lleva consigo remangarse y ponerse a la acción.
Y UNA se remangó. UNA se dijo a sí misma que el coraje-esfuerzo tendría que primar sobre el otro coraje o, al menos, disminuir su intensidad y frecuencia.
Si esto supone levantarse dos horas más temprano, UNA lo hace.
UNA se levanta y se toma el café sin prisas. Para compensar las prisas del resto del día. Las carreras. Los horarios. El estrés. UNA se levanta para hacer las cosas despacio.
UNA resiste la tentación de ordenar el salón que se quedó desordenado anoche. UNA resiste la tentación de ponerse a preparar bocadillos. De adelantar comidas. De hacer la lista de la compra. UNA tiene que hacer el esfuerzo de no hacer nada por ellos. Porque no madrugó por ellos. Madrugó por UNA. Madrugó por UNA... para ellos.

En ese ratito después del café, UNA escribe.
O lee.
O medita.
¿Sabes para qué me sirve meditar? Para conocer a las voces que habitan la mente de UNA. Hay muchas y meditar supone sentarse en silencio a identificarlas para conocerlas y que no se apoderen de UNA después, cuando UNA esté en medio de la vorágine de una vida mundana.
Meditando he conocido a Ms Victim, que es la que se queja en mitad de un ataque de orden de que siempre le toca a ella hacerlo todo. Meditando he conocido a Ms Shame, que es la que opina que somos una mala-madre y que los niños -de mayores- van a necesitar terapia por culpa de UNA . Meditando he conocido a Mr Grumpy, que se queja por todo, y a Miss Shopping Therapy, que se va de compras cuando está muy agobiada, y a Sulky, que lo que quiere es meterse en la cama y que la dejen en paz. Meditando he conocido a Mimosina, que lo único que necesita es que la acunen, y a Miss Drama Queen, que hace de todo un mundo, y Miss Perfect, que no se queda tranquila hasta que todo sale bien.

Meditar te hace identificar a todas esas voces que hablan dentro de ti y te permite no identificarte con ellas. UNA las ve, las oye, pero no son UNA.
Y así, luego más tarde, cuando los niños ya están danzando alrededor de UNA, y UNA se pone exigente, UNA se da cuenta de inmediato de que Miss Perfect está dirigiendo el cotarro, y puede quitarle el timón para flexibilizar el curso de una interacción.
O si Miss Drama Queen, tras una pelea de los monstruos, los visualiza ya en un centro de menores a los 17, UNA puede retomar las riendas y relativizar el momento-pelea.
O si Ms Shame se auto-culpa por cada momento-coraje-andaluz, UNA mira con compasión a Ms Shame y le cuenta que ser madre es una de las tareas más difíciles del mundo.


Meditar permite crear distancia y ver, oír, las voces.

Luego de meditar, UNA hace yoga. El yoga, además de los conocidos beneficios físicos (y si no los conoces, te animo a buscar en Google), a mí me sirve para lo siguiente. Una asana, una postura de yoga, que al fin y al cabo es un estiramiento, produce una resistencia. Si es incómodo, tú lo que deseas es cambiar de postura. Pero si no la cambias, si la mantienes, el músculo va cediendo hasta que la postura deja de resultar incómoda, o al menos ya no duele tanto. Pronto en mi recorrido yogui (y te hablo de que practico el yoga con unos vídeos de internet -magníficos, por cierto- que me recomendó mi hermAna), descubrí las aplicaciones de este patrón en una vida mundana. Cuando salta la irritabilidad en una interacción, UNA-madre-coraje puede a veces sentirla sin necesidad de cambiar de postura. Puede a veces mantenerla sin oponer resistencia. Permitir. Ser. Respirar. Mantener hasta que el músculo ceda. Estirarse. Y UNA sabe que esto se lo debe al entrenamiento del yoga.


Pues eso. 

Me levanto. 
Sin prisa. 
Medito. 
Hago yoga.
A veces bailo.
Para desfogar y porque alguien me dijo que bailaba muy mal y ya no me importa.
A veces escribo.
Escribo porque escribir hace que la vida importe. Escribo porque no puedo no escribir. Cuando vives una vida mundana, escribirla la pone en valor.
A veces leo.
A veces no hago nada más que estar.
Estar presente sola para poder estar luego presente con la batería a tope.

Peter me lo dice. Peter me lo nota. El día que me he levantado temprano. El día que no. El día que llevo la batería a tope. El día que no. A UNA le gustaría ser madre-natural. Poder dormir hasta las ocho menos cuarto y no perder la paciencia en todo el día. Pero UNA a estas alturas sabe que tener el coraje de levantarse a las cinco y media para estar con UNA le sirve para poder estar con Paul hijo1 y Gusi hijo2 y Dolfete hijo3 el resto del día sin todo el coraje-andaluz que a UNA le saldría natural.
Y a UNA le compensa el madrugón.
Si tú eres de las que recarga las baterías durmiendo, mi más sincera admiración y mi más sana envidia. UNA no. UNA necesita una bomba diaria, prestarse un poco de atención, para poder atender al espectáculo de la maternidad con el entusiasmo que merece. Cada mañana me regalo el amanecer igual que pongo mi teléfono a cargar cada noche.



Hace unos días, una muy buena amiga me valoró esta sabiduría que tantos años he tardado en adquirir con este pasaje que os copio abajo. Me inspiró así a reconocer que este esfuerzo que hago a diario en mi templo de dos horas no sólo merece la pena sino que me honra. 
Con esto acallo a Ms Shame y le digo: 

Tan mala-madre no serás cuando te levantas todos los días dos horas más temprano, 
no por ellos, 
pero sí para ellos.



3 comentarios:

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