martes, 23 de junio de 2020

La atención sesgada (o el gorila invisible)

El fin (por ahora) de la-dimensión-confinada, que ha coincidido en el tiempo con el final de un curso especialmente complicado, nos ha dejado a todos con la atención sesgada. ¿A qué me refiero?
Hay un experimento- el gorila invisible- que os espoileo antes de ver el vídeo al que os enlazo abajo. En el vídeo aparecen tres chicas vestidas de blanco y tres chicas vestidas de negro en un escenario con un telón rojo.  Las de blanco se pasan entre sí una pelota y las de negro se pasan entre sí otra. La primera vez que ves el vídeo, se te pide que te fijes en cuántas veces se pasan entre sí la pelota las chicas de blanco. Es fácil de contar: Son 16. Casi todo el mundo acierta. Pero si no has visto el vídeo nunca antes, y estás prestando atención a cuántas veces se pasan la pelota las chicas de blanco, se te escapan otras cosas: 
Se te escapa por ejemplo que en mitad del vídeo aparece un gorila en el escenario, 
desaparece una de las chicas de negro 
y el telón de fondo de color rojo cambia a naranja. 
Cuando ya te avisan de que estas cosas están sucediendo simultáneamente y vuelves a ver el vídeo, entonces las detectas claramente. Tú las verás porque UNA te lo ha espoileado pero si UNA no te hubiera dicho nada, el gorila para ti de primeras habría sido invisible. 
El gorila es invisible porque la atención está en la pelota que se pasan las chicas de blanco. La atención está sesgada.



Hacia el final del confinamiento, casi todos teníamos la atención más sesgada que de costumbre. 
La atención se sesga en casa: Si tu pareja hace mucho más ruido al masticar últimamente, si ronca más alto que antes, si tiene cero paciencia con los niños, si está más cascarrabias, probablemente sea que tu atención esté sesgada. Es decir, él (o ella) probablemente haya masticado y roncado así siempre, pero tu atención sesgada ahora pone el zoom en el ruido que genera como si de un escenario se tratara y lo negativo ganara protagonismo a través de un foco de luz en escena.
El gorila es invisible con tus hijos: Te pongo por ejemplo a Paul hijo1. 14 años. Como buen adolescente, las tareas de la casa han perdido para él todo el atractivo que nunca tuvieron. Le toca barrer la cocina después de comer, pues lo hace poco y mal, si es que lo hace y, a modo de trueque, tenemos que soportar una retahíla bien hilada y argumentada de quejas como música de fondo de cada malhumorado escobazo. Peter, que además de padre es profe de secundaria, es decir, está harto de lidiar con la especie adolescente, no puede con él en este momento:
¡Es que no hace nada!
¡Es que es un máquina!
¡Es que es un cara!
En cada uno de los movimientos de Paul hijo1, Peter lee sin tregua una trama maquiavélica.

UNA, por su parte, ya contó en la entrada anterior de #unavidamundana el cariz que,  castigada sin recreo en esta estación del-cole-en-casa,  ha tomado mi relación con mi alumno-hijo3 Dolfete. UNA ya no ve al gorila, ni la cortina, ni a los jugadores de negro y, si me apuras, ni siquiera a los jugadores de blanco. UNA ya sólo ve la pelota de las constantes interrupciones, las frustraciones, las peleas, los palabros, los gritos, el aburrimiento, la queja constante. 😩

Pasa ahí fuera también. El ambiente político está crispado en gran parte por la atención sesgada. Todos buscamos en el-otro el argumento que confirme nuestras creencias para entonar un
¿ves-que-lo-que-creo-es-cierto? 
Seleccionamos aquello que coincide con las creencias por las que hemos decidido apostar y hace acto de aparición en escena el sectarismo


Hay una famosa autora americana, Byron Katie, que desarrolló un método de cuestionamiento de los pensamientos para evitar el sufrimiento innecesario. El método, que ella llama "el-trabajo", es una especie de indagación a modo de autocuestionario ante una emoción perturbadora. UNA llegó a esta autora por recomendación de otra, Elizabeth Gilbert, quien escribió la conocida novela Come, Reza, Ama, conocida porque luego se convirtió en una película protagonizada por Julia Roberts. Como ya sabéis los que me seguís, UNA es una copiota y se queda siempre con lo que le interesa. Pues bien, del método de Byron Katie, hay una pregunta muy pero que muy sencilla, que hice mía -¿Es verdad?- y que transformé a: 

¿¡De verdad?! 

Es éste el primer antídoto contra la atención sesgada. Este antídoto puede desactivar muchos momentos álgidos en energía roja: Energía-roja es la que básicamente acaba desbocada en un ataque-de-cojones (¡sí!, ya sé que el permiso para decir palabros expiraba al acabar el confinamiento pero me he regalado una extensión indefinida).
Ejemplos mundanos: 

- ¡Es que para que se hagan las cosas en esta casa, las tiene que hacer UNA! 
¿De verdad?

- ¡Es que estáis todo el día peleando! 
¿De verdad?

¿Ves cómo la afirmación tajante pierde su fuerza cuando va seguida de la coletilla interrogativa?
Cada vez que oigas o digas la palabra siempre y la palabra nunca, prueba a indagar:

- ¡Nunca me ayudas!
¿De verdad?

- ¡Siempre estás quejándote!
¿De verdad?

- ¡Nunca me escuchas!
¿De verdad?


Os animo a probar a responder honestamente.

Para la atención sesgada, además de este remedio casero de inquisición a modo de letanía (¿de verdad? ¿de verdad? ¿de verdad?), viene muy bien poner un poco de distancia, que es justo lo que no se ha podido poner en el confinamiento. Aunque la prueba de la convivencia intensiva haya sido superada, la atención requiere, para ampliarse y cesar su sesgo, que corra el aire. 
Ahora que el-cole-en-casa ha terminado, Peter se lleva hoy a los tres monstruos a Málaga mientras UNA se queda en Córdoba porque sigue trabajando. Es en estos días que me regalo cada año a final de curso cuando el gorila se hace visible y convierte a mis tres monstruos en mis tres reyes
Aprovecho estos días sola -en los que trabajo sólo de mañana- para hacer muchas cosas o no hacer nada; para ver a mis amigas o no ver a nadie; para hacer limpieza general o tumbarme en el sillón; para leer y escribir, o beber y engullir. 

Sobre todo aprovecho para disfrutar del lujo de ducharme sin interrupciones. 




Poco a poco, la atención sesgada va ganando miras, se hace más amplia, empiezas a apreciar lo que echas de menos, re-colocas en tu escala de valores lo-que-de-verdad-importa. UNA recarga pilas en esta semana que en cada comienzo estival se queda "de-rodríguez": Los primeros años lo hacía con sentimiento de culpa; ahora lo hago con gusto. UNA a estas alturas sabe que tomar cierta distancia a veces se hace necesario, por no decir imprescindible, para re-enfocar la atención en el-todo y dejar de concentrarla en los rincones de la convivencia donde se acumula la pelusa. 
UNA siempre ha defendido que, entre las medidas de conciliación familiar, debería figurar una semana a solas para la madre, con todos los gastos pagados y garantías de que los niños van a estar bien en esa ausencia, para que esa seguridad de bienestar de la descendencia permita a la madre disfrutar sin tintes de culpa. Esta medida, señores-del-poder, repercute a corto plazo en la recuperación de los niveles de energía de la citada madre, tan drenados a final de curso; a medio plazo, en el buen rollo familiar; y, al ser la familia el pilar de la sociedad, a largo plazo esta medida repercutiría en el bienestar social. No es moco de pavo, pues: Ahí lo dejo.





Antes de terminar no quiero dejar de contar que, cuando UNA le mostró el vídeo del gorila a hijo3 por vez primera, Dolfete acertó los pases de pelota de las chicas en blanco. Exclamó:
- ¡16! ¡Había un mono!

¡Ja! 

El sesgo de atención, dedujo UNA, viene con el retorcimiento de la edad adulta. La atención de los niños es mucho más abierta. Está aquí y ahora. Por eso probablemente el tiempo en la infancia pasa más despacio que en la edad adulta. Por eso también cuando viajamos vivimos más, porque llevamos el foco de atención a puerta abierta.

La deducción de que mi hijo no tiene el foco de atención sesgado vino acompañada de una agradable sensación de alivio. ¡Menos mal! Esto explica que cuando le preguntas a un niño qué ha sido lo mejor de la cuarentena, como hice en el último invento, te contesta sin dudarlo: 
- ¡Estar con papá y mamá!


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