miércoles, 8 de noviembre de 2023

Esos otros locos bajitos

Era elegante: tenía la elegancia del saber estar, la elegancia de la lentitud en los movimientos, de conservar la serenidad cuando los otros la perdían esclavos de sus emociones. Él no. Él lograba mantener la compostura, y eso le proporcionaba un halo de superioridad. Quedaba claro quién era el jefe, quién mandaba allí. No fumaba, mas de haberlo hecho, habría sido en pipa. No le interesó nunca la moda; de haberlo hecho, habría vestido sombrero en cada ocasión. Era un señor en toda regla. Iba a su ritmo. Se levantaba tarde, sin prisas. ¿Para qué? Nunca comía de pie, se sentaba para hacerlo, y saboreaba despacio cada bocado, sin la urgencia que desplegaban los otros: siempre acababa el último y muchas veces dejaba restos en el plato; el estómago satisfecho pero no saciado. Todo en su justa medida: afectuoso pero no empalagoso, serio pero no taciturno, contento pero no entusiasmado. Como en la cita de Oscar Wilde: Todo con moderación, incluso la moderación. Su único punto débil, herencia de una infancia traumática, sería el miedo que le hacía temblar: el miedo al estrépito. El estruendo le doblaba las rodillas. El pánico le llevaba a esconderse: nunca le gustó que le vieran así. 

Era, como digo, un señor en toda regla.

Se llamaba Mustang. No como el auto, sino como el distrito de Nepal. Así lo bautizó mi hermana. Era su perro. Y ya no está.

Ha sido el primer acercamiento a la muerte de Dolfete hijo3 y eso es lo que ha contemplado perplejo y triste: 
ahora está - ahora no está 
Me busca los ojos buscando explicaciones que UNA no tiene. Esa es la única explicación posible: 
ahora-no-está

Si no has tenido perro, no lo entiendes. Puedes opinar pero tu opinión es una mera explicación mental; es cognitiva. No es emocional, no alcanzas a entenderlo. El que ha tenido perro sabe que sólo hay tres cosas que los diferencian de nosotros:

La primera, la palabra. La palabra, no la voz. De hecho, la voz de Mustang era distinta si te pedía comer, o salir, o un mimo. Mustang siempre supo hacerse entender.

La segunda es la capacidad para estar en el presente, sin desvariar constantemente entre futuros y pasados, capacidad que 
esos otros locos bajitos- mucho más sabios que nosotros- tienen y de la que nosotros carecemos. Iba a su ritmo. Se levantaba tarde, sin prisas. ¿Para qué?

La tercera es el cariño, la ternura que prodigan sin los reparos que nosotros solemos poner por mundaneces. También más sabios ellos en esto.

Por lo demás, un perro en una casa es uno más. No es menos. Es más. No resta, suma. Mascota es un término que no les hace justicia. Mascota suena a juguete, a pasatiempo. Animal de compañía tampoco me vale. Si no has tenido perro nunca, muy difícilmente lo entenderás. 
Mustang era un señor en toda regla. Rebosaba dignidad.

Ahora que no está, duele. Es relativamente fácil hacer un aspaviento con la mano e invalidar ese dolor en aras de que era “sólo un perro” o “con todo lo que está pasando ahí fuera”. No alcanzas a entenderlo. 
No es menos por ser “sólo” un perro. 
No resta “con todo lo que está pasando ahí fuera”.

Es el duelo. En absoluto. No en relativo.

¿Dónde está Mustang ahora? -preguntaba mi loco bajito llorando desconsolado-. ¿Ya no lo voy a volver a ver nunca? 
A su edad él ya sabe que estas son preguntas retóricas. 
UNA calla.

La muerte no es esa sombra negra que se ciñe sobre nosotros. La muerte no es sino la vida que se escapa. ¿Adónde va en su escapada? No lo sé, Dolfete, nadie lo sabe. En la ignorancia universalmente compartida, sólo nos queda abrazarnos.

A veces pienso que un abrazo es nuestra humilde e inefable forma de decirnos: 
¡Por favor, que no se escape la vida que hay en ti! 
Tratamos de agarrarla a sabiendas de que, por mucho que apretemos, es inútil.

Dolfete hijo3 y Mustang
Paul hijo1 y Mustang
Gusi hijo2 y Mustang


Antonio Gala, quien sí alcanzó a entender este duelo, lo contó mucho  mejor que UNA a propósito de su Troylito:




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1 comentario:

  1. Te leo llorando a mares LA PÉRDIDA del que ha sido mi compañero de vida estos últimos 11 años. Mi sombra de 4 patas. Justo ayer, hicieron 9 meses que estoy recogiendo los pedacitos de mí en los que estallé cuando se fue. Justo ayer, que vi tu post y no fui capaz de leerlo alguien me habló de este momento que hablas de Dolfete y lo describió como La Nada. Por alguna razón encontré consuelo en su definición. Necesitaba ponerle palabras a ese agujero. Hoy solo puedo decirte Patricia, te acompaño fuertemente en el sentimiento, a ti, a tus hijos y especialmente a tu hermana.
    Pd: le dediqué un post de despedida en la cuenta de Instagram en la que contaba sus andanzas, por si sientes curiosidad: @lavidadebolo.
    Abrazo apretado.

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