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martes, 26 de febrero de 2019

En el ángulo muerto

"Estoy en el ángulo muerto,
un sitio perfecto,
nadie me ve"
José Ignacio Lapido

UNA se pasa la vida riñendo. Que te laves los dientes. Que no digas palabrotas. Que no pegues a tu hermano. Que dejes la tablet. No se juega a la pelota en el salón. Entra en la ducha. Sal de la ducha. Recoge el baño. 
Gran parte de mi interacción diaria con mis hijos es en imperativo. Así de triste. Así de agotador.

UNA es perfectamente consciente de que esto es así y a veces UNA se pregunta si los hijos saben que, cuando hacen otras cosas, UNA los ve. Porque si te metes el dedo en la nariz, te riño. Pero si no te lo has metido en todo el día, ¿te lo digo? ¡No, por supuesto que no!

A raíz de esta reflexión, puse un panel en la pared de la cocina (la pared de mi cocina tiene mucho que contar de la familia de UNA). Dividí el panel en cinco columnas: Dolfete hijo3, Gusi hijo2, Paul hijo1, Peter y UNA. Llamé al panel "TE VEO".  La intención era, es, que en cada columna fuéramos pegando post-its con esas cosas que vemos que hace el otro, esas cosas que están bien, que en ocasiones están muy bien, pero que no decimos en voz alta, que no reconocemos.
Veo que has mejorado mucho tocando la guitarra.
Veo que has sido muy cortés con la profe de mates.
Veo que has sido muy amable con tu hermano cuando has ido corriendo al cole a por el libro de inglés que se le había olvidado.
Veo que has hecho las tareas en tu cuarto sin que te lo haya tenido que decir.

TE VEO

Creo que es esencial que sientan que también UNA los ve cuando hacen las cosas bien y no se limita a reñirles cuando las hacen mal. Entre ellos, también se han ido dejando post-its. Menos frecuentes que los que yo les he ido dejando pero que probablemente hayan llegado más dentro.
El reconocimiento de un igual vale mucho

El caso es que cuando habían pasado unos días había post-its en todas las columnas excepto una. Lo has adivinado: 
la columna de UNA.
Y no es que UNA no hubiera hecho nada bueno. No. Es que UNA, como muchas UNAS, está en el ángulo muerto: 
nadie me ve.
UNA está por sentado

Nadie ve que UNA es la que está pendiente de cuándo tocan las vacunas, de cuándo se acaba el papel higiénico, de que este mes nos ha subido mucho el recibo de la luz ¡sal de la ducha!
Nadie ve que que no has repetido bocata en toda la semana y has comido pescado dos veces; que ya he avisado a la abuela porque estás tosiendo mucho y mañana tengo veinte alumnos esperándome temprano en un aula, tosas tú o no.
Nadie ve que no me gusta Harry Potter pero lo veo por pasar un rato contigo en el sillón.
Nadie ve la hucha en la que estoy ahorrando para hacer ese viaje en familia.
Nadie ve que si te obligo a comprarte la flauta con el dinero de tu propina es porque ya la has perdido dos veces y quiero que crezcas en responsabilidad, no porque yo sea la peor madre del mundo.
Nadie ve que me levanto a las cinco de la mañana a corregir porque a las cinco de la tarde voy a estar contigo y quiero estar presente, sin la lista de cosas por hacer en mi cabeza. O, si ya lo tengo todo corregido, me levanto igualmente a hacer yoga o a meditar para que haya más posibilidades de no perder los nervios luego, cuando salten las chispas.
Nadie ve que si te llevo una zanahoria o un trozo de pan a la salida del cole es para prevenir que el hambre provoque una rabieta justo antes de comer lo que alargaría muuuucho las cosas y provocaría que yo llegara tarde al trabajo.
Nadie ve que, para mí, sería mucho muuuucho más fácil hacer yo las tareas de la casa que exigirte, hijo, que las hagas tú y tener que ir enmendando yo detrás, pero que la conciencia de estar creando hombres me lleva a no tirar por el camino de menor resistencia.
Nadie ve que tuve que renunciar a una atractiva promoción interna en mi trabajo porque exigía que renunciara a mi jornada a tiempo parcial y estimé que no sería justo que Dolfete hijo3 disfrutaras de mí menos tiempo de lo que en su día disfrutó Paul hijo1.
Nadie ve mis canas, cada una de las cuales vino pintada por una preocupación nueva por alguno de vosotros y otra noche sin dormir.


No escribo este post para despertar la compasión de nadie. 
Estamos hablando aquí de hombres en-proceso-de-construcción.
Educar es estar EN-OBRAS
Estamos trabajando


Y, además, prefiero no ser vista a ser ciega, créeme. 


Pero este experimento doméstico me ha provocado la presente reflexión: Si mi madre, que tuvo cuatro hijAs, dedicó su vida a educarnos para que fuéramos mujeres sin el rol de víctima, UNA, que tuvo tres hijOs, ha de educarlos para que vean. Para que saquen a la mujer del ángulo muerto. Para que no estén ciegos. Para que no esperen reconocimiento por lo que, de hecho, les corresponde.

UNA no hace las cosas que hace por necesidad de reconocimiento: las hace por amor. Por amor a mis hijos. Por amor a mi trabajo. Por amor a mis sueños. Pero eso no significa que UNA no tenga necesidad de reconocimiento. ¡Por supuesto que la tengo! Necesito que me valoren. Necesito que me reconozcan. Necesito que me vean. Que me digan:
TE VEO 
Veo que estás haciendo malabarismos para conciliar tu vida familiar con tu vida laboral; para conciliar tu vida laboral con tus sueñospara conciliar tus sueños con tu vida familiar. Y veo que no es fácil. Y veo que lo estás haciendo muy bien (salvo cuando lo hago mal, pero en eso, créeme, ya me riño yo misma... ¡Ay, la culpa!).

El feminismo lamentablemente sigue siendo necesario. Mientras las mujeres sigamos estando en el ángulo muerto, habremos de seguir siendo feministas.

La otra razón por la que persiste la necesidad de feminismo, junto a la falta de reconocimiento hacia la mujer, es el hecho de que doblamos, ¡redoblamos incluso!, el reconocimiento hacia el hombre. ¿Cuántas veces tendremos que oír lo de ¡qué suerte tienes con tu marido!? Y de esto son culpables muchas veces las propias mujeres, las iguales. Parece que UNA tuviera que darse con un canto en los dientes porque Peter haga lo que es de Peter que, al final, feminista o no, sigue siendo menos que lo que es de UNA.
Y no es que UNA sea un chusco y no valore a Peter. Es que si UNA no es mejor mujer, mejor madre, por empujar un carrito de bebé, ¿por qué va a ser Peter mejor hombre, mejor padre, por hacer lo mismo?

En esta nueva era, que esperemos sea de transición, parece que vemos lo que hacen ellos (que por otro lado es lo que ellas llevan haciendo toda la vida en el ángulo muerto) y seguimos dando por sentado lo que hacen ellas, que se ha multiplicado porque se niegan a renunciar a lo que es de ellas: ni a su vida laboral ni a sus sueños. 


We're not gonna take it any more! 

En esta nueva era, el reconocimiento lo han ganado ellos, y ellas siguen sin tenerlo. El reconocimiento que ellos han ganado es el que ellas merecían. Ahora le decimos al hombre:
TE VEO
Pero lo que yo veo es que haces lo que yo hacía antes sin que nadie me dijera TE VEO.
Por eso persiste el feminismo.
Porque es necesario que las mujeres se sientan también vistas, especialmente ahora que se ha multiplicado su carga sin ser acompañada de la conciliación imprescindible.

Las cosas están cambiando. Pero no han cambiado lo suficiente y muchos de los cambios no han sido necesariamente positivos. El feminismo está aquí para crear conciencia.

Dedico este post a las mujeres que ven a otras mujeres y las sacan del ángulo muerto porque Lapido, amigo, el ángulo muerto no es siempre el sitio perfecto y el reconocimiento de un igual, recuerda, vale mucho.

viernes, 28 de septiembre de 2018

Abrazar la ambigüedad


Antes de tener hijos todo se pinta de anuncio, de anuncio de bebé con bebé de anuncio.


Cuando nació Paul, hijo1, de inmediato me enamoré de él. Pero casi de inmediato también, cansada y ojerosa en aquellos días de olor a Mustela y pañal, me sorprendió la preocupación. Cada vez que me alejaba, me acordaba de aquella frase de la película El Último Mohicano:


Descubrí lo que es el miedo, el miedo auténtico, el miedo en estado puro, el miedo de que a esa personita que me traía entre manos le pasara algo. Y no era sólo por el inmenso amor que naturalmente le profesaba, sino porque él era ahora MI responsabilidad.


En la paradoja del volcán de emociones del posparto, descubrí también el agobio de la dependencia. La frase socarronea que los niños no vienen con manual de instrucciones. Yo no echaba de menos el manual, pero sí -confesión- el botón ON/OFF. Cuando tienes hijos, no puedes apagarlos. Con suerte, puedes dejarlos un rato en STANDBY. Y ni esto lograba hacer sin sentir culpa. 


¡Ay, la culpa! Hablemos de la culpa.


Cuando UNA es perfeccionista y se convierte en madre, 
se convierte en madre perfeccionista. 
Y en esta época, ser madre perfeccionista es una condena, porque requiere, exige, ser superwomanSólo hace falta asomarse un rato a Facebook para toparse con un montón de posts que te hacen consciente de la brevedad del tiempo con tus hijos: "Solamente tienes 18 veranos con tus hijos" (aunque en España serían 34 pero eso la que lo escribió lo ignora);o de cómo les estás fastidiando su futuro ("La manera en que le hablas a tus hijos se convierte en su voz interior"). 
La gran mayoría de estos mensajes están dirigidos a la madre: una madre recién incorporada al mundo laboral a la que le ha tocado romper con el rol heredado de mujer sacrificada por sus hijos. Pero, en esa ruptura, mientras nos parábamos a parpadear, nos impusieron una nueva carga que dudo mucho hayan tenido generaciones anteriores: la del papel clave en la felicidad de tus hijos, 
la del sentido de culpa, 
la de la necesidad de estar constantemente autocuestionándose como madre. 
¿Lo peor de este cambiazo? 
Que nos viene impuesto desde el mismo mundo femenino porque son mujeres que escriben para mujeres sobre este nuevo modelo de maternidad. 
Ni esta carga la han vivido las generaciones anteriores ni esta carga la han vivido los hombres: 
ni los de las generaciones anteriores, 
ni los de hoy en día. 

El momento ajá lo tuve en una conversación de peluquería: UNA tenía 3hijos, otra tenía 2hijos; la típica pregunta maratón: 
- ¿Vas a tener más? 
Ella se detuvo un segundo antes de contestar, con la dignidad y la sabiduría que sólo despliega la gente simple: 
- No, los niños ponen muy nerviosa...

¡Clic!
Sin saberlo, aquella peluquera acababa de darle permiso a UNA, madre perfeccionista aferrada a la culpa, para reconocer que, efectivamente, los niños ponen MUY nerviosa
A partir de ahí UNA se hizo consciente de que el sentirse culpable o inadecuada o insatisfecha o agobiada o preocupada no ayuda a NADIE. Entonces UNA decidió darle prioridad al autocuidado: como foco de energía del hogar, la responsabilidad más imperante de la madre ha de ser la de estar bien UNA. 
UNA tiene que estar bien para que todos estén bien.
UNA tiene que dedicar tiempo, energía y recursos a estar bien, a hacer las cosas que le gustan a UNA.
UNA tiene que descubrir el placer de decir-que-NO-sin-culpa al plan de un hijo por el plan de UNA.

Porque luego está el aburrimiento. 
El aburrimiento no lo sacan en los anuncios ni en los posts de Facebook.

A veces la historia que hijo1 o hijo2 o hijo3 tiene que contarme es la historia interminable. 
Empieza a contármela el lunes a mediodía a la salida del cole y acaba el miércoles. 
Y UNA, como buena madre del siglo XXI, se pone a su altura y le escucha mirándole a los ojos, con la certeza que proporciona el conocimiento de que la autoestima del hijo depende de la escucha de UNA, y que el hijo necesita sentirse visto y oído lo cual requiere escucha  plena. 
Educación respetuosa. 
Maternidad positiva.

Pero la capacidad de fingir interés de UNA tiene un límite. 
A veces sus historias no lo tienen...

UNA además vive rodeada de varones. 
Y UNA a veces -confesión- se siente sola. 
El 85% de las conversaciones, ¡el 85%!, son sobre fútbol o ciclismo.
UNA se aburre. 
UNA se descubre a sí misma en mitad de una comida desconectando completamente de la conversación, desatendiendo plenamente (mindfulness) pero, por supuesto, una está versada en la importancia de que las comidas sean en familia, sin televisión ni otros dispositivos electrónicos de por medio. ¿La conexión?: con los hijos.

Llegados a este punto, pareciera que sólo llevo asociadas emociones negativas como preocupación o culpa o aburrimiento con maternidad. ¡Y no es así! 
Cualquiera que me conozca sabe que, ni por asomo, es así.

La maternidad me reta cada día a querer ser mejor persona. Tú, Paul hijo1, Gusi hijo2 y Dolfete hijo3, haces que yo quiera ser un mejor modelo de mujer, de madre y de ser humano para ti. 
Tú me haces replantearme mis valores en cada rotonda de la vida. 
Tú me haces volver a empezar cada día (UNA forever tries). UNA nunca se rinde. Como en la canción, UNA es como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie.
Y luego está el Amor. 
Luego está el Amor... 
No comparable a nada sentido antes. La certeza de poder con todo por ellos, porque te están mirando. UNA era claustrofóbica y empezó a coger ascensores el día que empezó a tener hijos.
Como conté arriba, me enamoré de Paul, hijo 1. Luego me enamoré de Gusi, hijo2. Y me volví a enamorar de Dolfete, hijo3. A día de hoy sigo enamorada de los tres.
Su sonrisa. 
El tiempo a solas con la personita que no es hijo ni hermano ni alumno y que no cesa de sorprenderme. 
Las películas de los jueves. 
Las acampadas en el salón. 
Los legos. 
Las charlas espontáneas camino al cole. 
Los cuatro besos: al levantarse, al acostarse, al llegar y al irse. 
Sus manos: ¡ay, sus manitas! 
Las notas en la almohada. 
Hacer las cosas juntos, leer juntos, caminar juntos... como la mismísima Paloma san Basilio. 
Vacaciones en familia.
¡La emoción de ser yo el Ratoncito Pérez y los Reyes Magos! 

La manera que tienen de ponerle palabras al mundo: eso nunca deja de encandilarme. 

Sus voces cuando hablan bajito...

Redescubrir mi entorno desde su perspectiva, volver a fijarme en lo pequeño, cuestionarme lo que daba por sentado; ver las mismas líneas con sus ojos y leerlas diferentes.

Luego están las miradas cómplices entre Peter y UNA porque nadie conoce a los 3hijos como nosotros2. 


¡Pero que no te vendan la moto! 
Flaco favor te hacen si te dicen que todo es confetti. Ser madre es muy gratificante pero está sobrevalorado porque es un rollo a veces. Hay que estar preparada para sacrificar a mansalva, sin anestesia, una parte de ti misma. 
Y te echas un poco de menos en los primeros días...

Yo no me arrepiento del sacrificio ni desprecio el compromiso, que no se confunda nadie.

Lo que profeso es que hay que aprender a abrazar la ambigüedad. Hay que mostrarla, para que las mujeres no se creen falsas expectativas mientras compran su ropa de moda premamá, para que no se decepcionen, no sientan culpa. 
La culpa es un cáncer.

Cuando Dolfete hijo3 tenía 7 años, recuerdo un momento. Le dije:
- Mañana trabajo todo el día.
Y él me contestó:
-¡Qué mala suerte! Para ti y para mí.
💜
Y sí, pensé.
El tiempo que paso sin ti es mala suerte.
Pero también es buena suerte.
Me hace que tenga más ganas de verte.


Ahí está la ambigüedad. 
Hay que abrazarla. 

 

Como madre de 3hijos siempre le diré a una mamá nueva que sus días de madre recién estrenada son los mejores días. 
Y lo son. 
Pero también no lo son.  
UNA es feliz, pero está hecha polvo. 
UNA quiere mucho a su bebé, pero a veces le gustaría que no la necesitara tanto. 
UNA está encantada de la vida, pero a veces se cansa de estar preocupada.

Otra historia es, por supuesto, la mamá de Caillou. La mamá de Caillou es perfecta, ella NO necesita abrazar la ambigüedad. 
Pero el niño no pasa de los cuatro años y no le crece el pelo, así que algún tipo de trauma le debe estar causando su mamá. Hablemos de la culpa.





Dedico ¡por supuesto! este post a mis tres reyes... 
que también son mis tres monstruos.