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lunes, 22 de marzo de 2021

A flor de piel

El que me sigue (por cierto, a ver si me seguís en el blog que tengo sólo 7 seguidores, 4 soy yo con diferentes cuentas y 2 son mis hijos, o sea que en realidad tengo 1 seguidor inmutable a pesar del desesperado "¡Sígueme, porfa!")... Mi patetismo me ha hecho perder el hilo. Decía... El que me sigue (literalmente "el que me sigue") sabe a estas alturas lo mucho que me gusta Rosa Montero: no es sólo cómo escribe, que por supuesto, sino también y sobre todo cómo habla. Esta mujer es pura verborrea. Porque escribir bien es relativamente fácil. Tienes el tiempo que te permite la elección de palabras y giros lingüísticos. Pero conseguir hacer esas elecciones y hacerlas de manera impecable en la improvisación que acompaña al habla, eso, señoras y señores, es un milagro a pocos concedido. Y Rosa Montero es una de esas privilegiadas: su discurso es arte. Por eso, siempre que venía a Córdoba, me apañaba para verla en directo, y ahora que la pandemia nos ha robado de estos placeres, trato de seguirla online.
Pues bien, dio una conferencia titulada Creación y Locura, en la que hablaba de sus ataques de ansiedad cuando era más joven y de cómo esos ataques de ansiedad fueron remitiendo a medida que fue embarcándose en la escritura de ficción. Esta reflexión suya, en ese proceso peculiar que llevamos a cabo de hacer propio lo ajeno, me subrayó la conciencia ya sospechada de que ciertamente la ansiedad de UNA se debilita con la creación. En realidad, no es que se debilite, es que se canaliza. Hay una energía -que UNA imagina roja- que puede destilarse hacia una ataque de pánico en mitad de la noche, hacia un ataque de rabia en mitad de un atasco, o bien, a escribir una entrada en el blog. Montar un pollo o escribir un poema, hablábamos en las sesiones de conciencia corporal de Carlos que os recomendaba en mi entrada Bajar al cuerpo
La de la ira o la de la ansiedad es la misma energía que la de la creatividad. Es energía que te mueve en una dirección u otra. UNA lo visualiza como un péndulo que va de un extremo, el creativo, a otro, airado o ansioso, en un continuo con muchos matices.

Te pongo un ejemplo que quizás ilustre lo que quiero decir.
[Aviso: tema tabú para mentes estrechamente sensibles]
Las p***** hormonas.
Durante años UNA odiaba los días antes de la regla porque tenía la sensibilidad a flor de piel y estaba más irritable de lo habitual (el nivel de base ya es bastante alto en UNA con lo cual a duras penas sostiene muchas capas más). Pues bien, UNA empezó a darse cuenta de que también esos días estaba más creativa; me venían, sin buscarlas, ideas que brotaban del más profundo subconsciente. Se me susurraban al oído cosas que hacer con los niños, soluciones frescas para problemas estancados, rimas en prosa, versos en gestos. La visita de la inspiración terminó por conseguir que finalmente esos días de luna pasaran de ser detestados por las dosis de cambios de humor que conllevaban a ser no sólo bienvenidos sino incluso celebrados por la venida de las musas que les acompañaba.
UNA cree firmemente que la energía creativa es femenina, aunque a veces venga en cuerpo de hombre. Reconozco en muchas mujeres que conozco el deseo de crear belleza por el puro placer de hacerlo. Arte por amor al arte. Sin necesidad de vivir de ello, sino viviendo más intensamente por ello. Hacer cosas bonitas. Prestarle el alma a lo que se crea, sea lo que se cree un poema,
una clase de yoga,
un foto bien hecha que desborda evocaciones,
un jabón con aroma,
un mueble restaurado,
un maquillaje de fiesta,
un pastel de cumpleaños,
un ramillete de flores,
un collar ensartado,
un disfraz de muñeca,
una mesa bien puesta,
un tatuaje en el brazo, 
un vídeo aniversario,
un mosaico de conchas del verano pasado,
un puzzle de recuerdos,
una letra de nana cambiada con tu nombre,
una manta tejida,
una piedra pintada,
un beso,
un relato de voz deliciosamente contado...

Lo que se crea puede ser algo tan banal como un mensaje de whatsapp siempre que éste haya sido previamente acariciado en la mente y enviado mientras la comisura de los labios soslaya una sonrisa. Entonces cualquier cosa puede convertirse en arte. Ese arte tiene el poder de evitar que la energía roja de la que te hablo se vaya deslizando en otra dirección, una no tan susceptible de belleza.
Quizás sea éste post un poco críptico, pero la que lo entienda habrá probablemente destilado en algún momento su energía roja en pos de la belleza. Esa creación sin precio ahorra grandes dosis de locura. Así que cuando no sepas qué hacer con tanta furia, ponte a hacer arte.

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domingo, 27 de diciembre de 2020

El síndrome de Demasiado

Después de algo de reflexión y años de experiencia, UNA se da cuenta de que en la raíz de todo el estrés, del estrés de cualquier intensidad y tipo, está la palabra DEMASIADO metiendo cizaña.

DEMASIADAS cosas por hacer. La lista interminable: esa lista que, según vas tachando por arriba, va creciendo por abajo. Carmela, una amiga, me dijo que no hiciera listas: las listas agobian. A UNA, sin embargo, la organizan: UNA siempre hace listas. Pero con el tiempo UNA ha aprendido que, cuando la lista crece por abajo más rápido de lo que tacha por arriba, es tiempo de romperla y empezar otra nueva, más nítida, menos agobiante. Rafa, un amigo, me prestó otro truco: para cada cosa por hacer, pregúntate si es realmente importante o realmente urgente. Si la respuesta es no o si dudas, sácala de la lista. Así vas quitando las malas hierbas, las que añaden el epíteto de “demasiadas” a las cosas por hacer.

Eso es lo que hacemos: hacer, hacer, hacer. Es como una compulsión. Se nos olvida estar. Se nos olvida ser. Seguramente sea todo mucho más simple. Tiene necesariamente que serlo. Se nos olvida simplificar.


DEMASIADOS pensamientos empañan tu mente. UNA lo llama estar en modo-bucle. Detrás de un pensamiento viene otro, y éste a su vez se enzarza con otro, hasta que se forma una maraña que te impide ver con claridad: te roba la lucidez. El pensamiento horizontal de Gilbert del que ya os hablé funciona así. Las putas hormonas también tienen este efecto secundario. El victimismo igualmente provoca el modo-bucle. 

Pues para el modo-bucle, no hay otro remedio que aire, que corra el aire. A la calle, a tomar el sol: vete literalmente a paseo. En el modo-bucle normalmente se enreda el pensamiento recurrente de que esto va a ser así siempre, de que esto no pasará. Pero pasa, sí pasa. Se pasa con una buena dosis de aire fresco.


DEMASIADAS cosas acumuladas. Comprar, comprar, comprar. Vamos metiendo cosas que apenas usamos en rincones de armarios, compramos armarios para meter más cosas que apenas usamos, compramos casas para meter armarios con cosas que apenas usamos. Tener DEMASIADO, curiosamente, es una causa mayor de estrés. Digo curiosamente porque una de las estrategias que más utilizamos para lidiar con el estrés es irnos de shopping therapy, esa sensación de control que nos proporciona la tarjeta de crédito. Estamos estos días llenando las tiendas más que nunca precisamente porque es lo único que sentimos que podemos controlar en esta situación de descontrol global. Y, sin embargo, esta terapia-de-compras produce a largo plazo el efecto contrario: cuanto más tienes, más estrés. Sólo hace falta echar un vistazo a la generación de nuestros hijos, los eternamente-insatisfechos: cuanto más tienen, más quieren.

UNA anda estos días ordenando en casa, intentando quedarse sólo con lo que usa y deshacerse de lo que no necesita, y es casi imposible hacerlo a estas alturas de la vida. Tendría que tirarlo prácticamente todo, porque lo que UNA usa es poco, lo que UNA necesita es poco y, sin embargo, tiene mucho. UNA tiene DEMASIADO. Es el síndrome de nuestra era. De hecho, UNA concluye que es el síndrome que ha provocado que nos encontremos donde nos encontramos. Hemos drenado el planeta y éste se está sacudiendo, como un perro recién bañado.

Internet, con todas sus lindezas, no ha hecho otra cosa que agravar el síndrome-de-DEMASIADO. Internet no tiene fin. Internet es el culmen de DEMASIADO, su punto álgido exacerbado al máximo. Nunca podrás leer todos los libros, nunca podrás hacer todos los cursos, nunca verás todas las temporadas de todas las series, nunca jugarás todas las partidas. Hacer, hacer, hacer. No acabarás nunca. Podrás navegar hasta el infinito y más allá. No te dará la vida. Díselo a tu hijo:

- ¡Que lo dejes ya!

- ¡Pero es que aún no he terminado!

 Díselo:

- No acabarás nunca. 

El síndrome-de-DEMASIADO nos ha robado el placer de la tarea acabada. Del punto y final. Entras en tu correo electrónico y te espera el estrés de una bandeja de entrada plagada de emails. Enciendes el móvil y te aguardan las ciento ochenta notificaciones de mensajes sin leer.

Contra el síndrome-de-DEMASIADO, sólo cabe el antídoto de la presencia:

Esto es lo que estoy haciendo ahora

Sin distracción. Las posibilidades de distracción son DEMASIADAS. Ese antídoto, no obstante, requiere de cultivo. Estamos DEMASIADO inmersos en la cultura-de-DEMASIADO como para que nos salga natural.

Photo by Jan Canty on Unsplash


Cuando Paul hijo1 era pequeño, no captaba muy bien las connotaciones de la palabra y me decía:

 Mamá, te quiero demasiado

Pues eso, que de lo único de lo que no se puede tener DEMASIADO es del amor. Casi todo lo demás sobra.

 

sábado, 25 de julio de 2020

Adolescencia programada


La adolescencia de Paul hijo1 ha sido sobrevenida. 
De repente ha empezado a salir, que no lo había hecho nunca antes, y ahora apenas entra, si acaso para comer, pedir dinero, ducharse y cambiarse de ropa.
De repente ha dejado de hablar. Un niño que era de una verborrea diarreica abrumadora ahora se queda mudo mirando al infinito. Mis conversaciones con él se han reducido en gran manera a una serie de intercambios de emojis vía whatsapp que él parece dejar caer de forma totalmente arbitraria y abandonada, así como para cubrir el expediente.
De repente es un chico a la pantalla de su móvil pegado. Sus amigos lo dejan en la puerta de casa y a los cinco minutos lo están llamando por teléfono. Y ahí sí que habla.

Érase una vez un niño que quería casarse con su mamá. El niño ahora ha mutado, como si de un transformer se tratara: UNA sabe que las piezas son las mismas pero están encajadas de manera completamente diferente. Se ha convertido en un ser ceñudo que se avergüenza de la misma mamá con la que un día quiso casarse. Su madre ahora es una "jipi": su madre hace y dice "jipiadas" (cito tal cual). 
Mi hijo, de hecho, ahora es un icono. Éste:


¿Lo reconoces? A lo mejor tienes uno en casa.
A veces también se parece a éste:
O a éste:


Si tuviera que dar un consejo a una futura madre sería que tuviera los hijos pronto porque, de lo contrario, su adolescencia coincide con tu perimenopausia y eso es un cóctel de hormonas muy explosivo. Peter, que trabaja con chicos de esta edad, viene estos días a poner un punto de cordura en este cóctel de p***s hormonas aportando la perspectiva de la normalidad:
- Es normal, me dice. 
Y UNA pasa a recitar el mantra de esta estación de la maternidad en la que estamos: 
Es lo que toca ahora.
Lidiar. 
Surfear las olas.

La palabra que tengo tatuada en la frente es DISPONIBLE. UNA se ha convertido en la-madre-disponible. 
Cuando Paul hijo1 quiere hablar, UNA está disponible: no quisiera dejar pasar ese momento de confidencia por nada del mundo, porque UNA no sabe cuánto tardará en llegar el siguiente. En la espera, UNA sabe que es mejor no presionar y dejarle estar con los silencios de la edad. 
Cuando Paul hijo1 quiere un abrazo, UNA abre los brazos. Pero el resto del tiempo "por favor, no sobar" y besar lo mínimo indispensable.

Las madres de adultos te dicen que esto también pasarátodo pasa y todo llega. Pero cuando me lo dicen, o cuando me acurruco en el es-normal de Peter, me viene a la cabeza el poema de Bécquer: 

 
Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar...
...pero aquellas que aprendieron nuestros nombres, esas no volverán. 
 




UNA es consciente de que la adolescencia es programada: de que este período pasará. Pero esta golondrina que era Paul hijo1 ya nunca volverá a adorarme mudo y absorto y de rodillas como se adora a dios ante su altar. Esta golondrina ha volado y no volverá.

La vida te va llevando de la mano a este momento. Carles Capdevila contaba muy acertadamente, en Educar con humor, que la idea de que algún día tu hijo de 7 años se irá de casa te parece INSOPORTABLE, pero cuando tiene 18, te parece... interesante, ¡incluso, URGENTE! Pues eso: quizás la adolescencia sea la manera que tiene la naturaleza de mutar en urgente una idea insoportable. En eso estamos: 
Mutando 
El niño-transformer muta a ser-ceñudo. 
La insoportabilidad a urgencia. 
La madre-novia muta a madre-jipi. 

Ahora, cuando Gusi hijo2 o Dolfete hijo3 me abrazan, me agarro a esos abrazos como a un clavo ardiendo, porque sé que vienen programados, con fecha de caducidad.

Estoy viendo la serie Little Fires Everywhere, y hay un pasaje que traduce lo que siento con más exactitud que las palabras de UNA:
"A veces doy cosas por hecho.
Que te querrán para siempre.
Que te querrán, sin más.
De pequeños, dependen de ti.
Te agarran, se enganchan y los abrazas.
Se me acurrucaba.
Yo era lo que más necesitaba del mundo.
Y luego crecen...
Y ya no puedes sujetarlos ni tocarlos así, no...
Aunque quieras.
Y es como aprender a amar el olor de una manzana cuando, en realidad, quieres agarrarla y sujetarla.
Devorarla.
Con pepitas y todo.
Y te das cuenta de que no te necesitaban ellos.
Los necesitabas tú."
Con pepitas y todo.


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Os dejo también aquí un par de versos mundanos que escribí el verano pasado. Mi hijo ahora mismo los calificaría de "jipiadas". Sin lugar a dudas, lo son. Espero, sin embargo, que algún día sepa leerlos desde el prisma del legado de la sensibilidad de UNA:

domingo, 28 de junio de 2020

Ansiedad: Manual de Usuario Tomo 1

Deja que todo te pase 
La belleza y el terror 
Rilken

Éste no es un post cualquiera de Una_Vida_Mundana. No es un post para todos los públicos. Es un post para los que, LAS que, como UNA, padecen o han padecido de ansiedad (porque si la has padecido, la sombra de su reaparición permanece en ciernes sobre ti).
Absténganse de su lectura los-cuerdos.
Así que voy a hacer un salto de párrafo ahora mismo y todos aquellos que ni la padecen ni la han padecido, van a hacernos el favor de dejar de leer y se van a poner a otra cosa, mariposa.



A ti que sigues aquí conmigo te dedico este manual de usuario de la ansiedad porque, fíjate, UNA no es psicoterapeuta, pero se considera experta-en-ansiedad.
He echado a los demás de esta lectura, a los que desconocen el tema, porque lo último que necesitamos aquí son sus miradas de incomprensión, de perplejidad ante unos síntomas que les son ajenos, su gesto de a-mí-lo-que-me-parece-es-que-estás-loca...
He escrito arriba "LAS que padecen" no porque dude de que ellOs también la padezcan, sino porque en una cultura en la que a ellOs se les educa para ser machos-alfa, es raro que un hombre admita que sufre de una condición debilitante. He aquí la primera baza de la ansiedad: 

El secretismo

La ansiedad se ceba con el silencio. Si tienes ansiedad y no lo cuentas, te avergüenzas y te lo callas, es como un Gremlin al que metes en una piscina: Se transforma en un monstruo. UNA no está sugiriendo que lo vayas publicando (como UNA está haciendo aquí) a diestro y siniestro. Pero no te lo quedes dentro. Cuéntalo. Ahora eso sí: Elige bien a quién se lo cuentas. Recuerda por qué hemos echado del post a los que no conocen al gremlin.



Además, UNA, experta-en-ansiedad, ha llegado a concluir que nuestras amigas, las-p***as-hormonas-femeninas influyen mucho en los estados ansiosos y que por ello somos nosotrAs las que atravesamos estos estados más que ellOs.

Si la primera baza de la ansiedad es el secretismo, la segunda es el miedo. ¿Pero la ansiedad no es miedo? Efectivamente, la ansiedad es miedo, pero es miedo que se alimenta de miedo ¿Sabes cuál es el miedo que más la engorda? El miedo a la propia ansiedad. 

En este tomo vamos a hablar de los ataques de pánico; de los ataques de ansiedad. 

[Si nunca has tenido uno, no sabes lo que es, con lo cual mucho de lo que te voy a contar aquí te va a resultar ajeno. Un ataque de ansiedad no se entiende si nunca se ha tenido uno.]

Tienes un ataque de pánico en un ascensor. ¿Qué haces? No coger más ascensores porque asocias los ascensores con la sensación de ansiedad. Pues bien, ese miedo evitativo es como un jarabe de vitaminas para la ansiedad, que hace que después de los ascensores venga cualquier cubículo sin salida y finalmente los espacios cerrados en general acabarán produciéndote ansiedad: Una habitación sin ventanas, por ejemplo, y con la puerta cerrada.

El miedo al miedo es el peor de los miedos

UNA-experta-en-ansiedad sabe lo siguiente: Un ataque de ansiedad no mata. Es muy desagradable, es sumamente incómodo, pero a día de hoy he sobrevivido a unos cuantos y puedo asegurarte que no matan. Un ataque de ansiedad, al final, si lo reduces a lo básico, no son sino una serie de sensaciones físicas muy desagradables y sumamente incómodas, pero ya está: Son sensaciones físicas que aparecen porque sí y acaban siempre yéndose porque sí. Efectivamente, acaban siempre yéndose PERO acelerar o ralentizar el momento de la despedida depende precisamente de que les des vitaminas o no. Es decir, si ante las sensaciones físicas de la ansiedad reaccionamos con más miedo (el miedo a la ansiedad), entonces lo que realmente estamos haciendo es multiplicar las sensaciones, que siguen siendo sólo sensaciones, pero aún más incómodas y aún más desagradables. El antídoto, pues, empieza por no usar ningún antídoto, es decir, no tratar de librarnos de la ansiedad cuando aparezca. Cuando las sensaciones comienzan a inundar el cuerpo, UNA saluda como si de una vieja amiga se tratara: 
Bienvenida

Para UNA, efectivamente la ansiedad es una vieja amiga, pues si bien me ha robado mucha vitalidad -la ansiedad es debilitante- también me ha puesto en contacto con otras facetas de UNA misma que he llegado a venerar: La creatividad, la sensibilidad y, desde luego, la humildad. Como conté en mi post, Un bote de pastillas, la ansiedad te pone de rodillas. Luego ya sólo queda levantarse.

Después de saludarla, el siguiente momento del antídoto consiste en salir de la cabeza y poner la atención en el cuerpo, y es que, amigas, la tercera baza de la ansiedad es la curiosidad insidiosa insatisfecha. De repente, en cuestión segundos, se te llena la cabeza de preguntas:
¿Pero por qué me pasa esto a mí? 
¿Pero qué he hecho yo para merecer esto? 
¿Pero por qué estoy yo así y los demás no?
 
NINGUNA -escucha- NINGUNA de estas preguntas tiene una respuesta correcta. Ni siquiera una incorrecta. No tienen respuesta. Así que no indagues. Si indagas, fertilizas el sentimiento de aislamiento, de ser un bicho raro, de estar sola en el mundo, y esto es como sal y pimienta para la ansiedad: ¡Le da sabor! Entonces, se desencadena una ristra de pensamientos negativos, la mayor parte de ellos irracionales, del tipo: "
Esto no se me va a pasar nunca
"A lo mejor me estoy volviendo loca
"Tengo que salir de aquí como sea"

¿Cuál es la alternativa pues? Poner la atención en el cuerpo. Después de darle la bienvenida a la ansiedad, con curiosidad, bájate al cuerpo: A ver cómo se manifiesta la ansiedad cuello abajo. ¿Tienes tensión en las piernas? Puede que eso sea la manifestación del impulso de huir que acompaña a un ataque de ansiedad. ¿Estás hiperventilando, es decir, una respiración agitada y entrecortada? ¿Te sudan las manos? ¿Se te seca la garganta? Hazte un inventario: ¿Dónde y cómo notas que estás ansiosa? Pon la atención en las sensaciones del cuerpo, mira cómo van cambiando, cómo se van apaciguando o ganando momento. Pueden ser algunas de las que he mencionado o completamente diferentes.

Si hay otra cosa que UNA ha aprendido, es que la ansiedad de CADA UNA es diferente. Cuando UNA empezó a tener ansiedad, no encontraba otra forma de describírselo a Peter que "se me está saliendo el alma por los oídos", y me los tapaba. El primer alivio para UNA fue ponerle nombre. Decidí contarlo y mi hermana me dijo: 
Eso es ansiedad 
Y el peso inmediatamente se aligeró. A mí me encanta cómo Rosa Montero describe su único ataque de ansiedad en La loca de la casa, porque no tiene nada que ver con la ansiedad de UNA pero tiene todo que ver con la ansiedad de UNA.

Vale. Ya tienes la atención en las sensaciones del cuerpo. ¿Y ahora qué?

Hay una postura en yoga que se llama el pez. En esa postura la cabeza está inclinada hacia atrás de modo que la parte superior de la cabeza descansa sobre el sue
lo. Cuando UNA empezó a hacer esta postura, UNA se agobiaba tela: Me daba la impresión de que me iba a romper por el cuello o por la garganta; me entraba sobre todo una sensación ansiosa de que no iba a poder deshacer la postura.
Poco a poco, UNA se ha ido trabajando la asana. Me ha costado mucho porque al principio ponía la intención en estar en la postura sin sensación ansiosa. No funcionaba. Cuánto más luchaba por no estar ansiosa, más ansiosa estaba. Entonces cambié el enfoque y decidí soltar la lucha, aceptar la ansiedad y preguntarme: 
¿Puedo estar con esto? 
¿Puedo quedarme con esta sensación ansiosa? 
[Esto es super-yogui. Y ahora que estamos viendo la serie El Pueblo imagino al lector de este post juzgándome al modo del retrato de Santi Millán, pero quédate conmigo.]

Ahora soy capaz de hacer el pez sin sensación ansiosa sólo porque aprendí a estar con la sensación ansiosa. Lo que trato es de hacerte llegar el mensaje de que no es tanto luchar contra la ansiedad sino de hacerla tu aliada: 
Mira, me caes mal, pero me quedo contigo aquí sentada un rato.

Vamos a hacer una prueba. Quiero que cierres los ojos.
[¿Cómo voy a seguir leyendo si cierro los ojos? No estoy segura... Organízate 😬]
Quiero que cierres los ojos e imagines que vives en un piso alto. Si vives en una segunda planta, por ejemplo, quiero que imagines que vives en un octavo. Ahora quiero que imagines que has recolocado los muebles de una habitación que da a la calle y que no has reparado en que has dejado demasiado cerca de la ventaba una cómoda. Ahora quiero que imagines que tu hijo (si no tienes hijos, uno de tus seres más queridos o incluso tu mascota) se sube en el mueble por hacer una gracia, o para limpiar, o para coger algo. ¿Lo ves? La ventana está abierta y en un momento de pérdida de equilibrio, tu hijo (o tu perro) se cae. Lo ves caer. Corres hacia la ventana. Te asomas. Ya no hay nada que hacer... Corres hacia la puerta. Bajas como loca las escaleras...
Vale, ahora quiero que pares y escanees tu cuerpo tras imaginar, realmente imaginar, esta situación: ¿Cómo está tu respiración? ¿Está agitada, acelerada, entrecortada? Si has hecho de forma auténtica el ejercicio, lo estará. Notarás igualmente tensión en algunas partes del cuerpo. Quizás la mandíbula. Quizás tengas los hombros encogidos.

¿Y ves? No ha pasado nada. TODO-ESTÁ-BIEN. Y, sin embargo, un pensamiento ha cambiado en cuestión de segundos el funcionamiento de tu cuerpo. Un pensamiento irracional, infundado. 
Eso es lo que pasa con la ansiedad. 
Exactamente eso. 
Son los pensamientos que, como estrellas fugaces, pueblan el cielo oscuro de tu mente, los que te provocan los síntomas. Por eso hay que no mirar al cielo, sino conectar bien los pies a la tierra para lidiar con la ansiedad. Eso básicamente significa centrar la atención en los síntomas corporales.


Así que, resumiendo este primer tomo de la ansiedad, en el que te he contado cuáles son sus bazas y cómo se ceba, el trabajo que hay que hacer por dentro cuando te azota en forma de ataque de pánico es:
  • Nombrarla: Esto es ansiedad.
  • Darle la bienvenida como a una vieja amiga: Hola, te veo, te reconozco, vieja amiga, bienvenida. Saber estar con la nube negra. Perder el miedo al miedo.
  • No darle cancha a los pensamientos: No escuches las preguntas ni las sentencias que a modo de fuegos artificiales estallan en tu cabeza.
  • Escanea tu cuerpo con curiosidad, poniendo la atención en las sensaciones.

El ataque de ansiedad pasa exactamente igual que llegó. Una vez que lo haga, no le otorgues el placer del secretismo: Elige a quién contarlo y cuéntalo. UNA puede asegurarte que la ansiedad es una pandemia mucho más extendida que el propio coronavirus. Cuando escribí Un bote de pastillas, muchas lectoras compartieron conmigo comentarios en gran parte de alivio por no sentirse solas.

Este post ha quedado largo. Por eso es un tomo. El tomo 1. Viene otro: El tomo 2. UNA lleva usando la ansiedad un rato y le cuesta resumir.


Deja que todo te pase 
La belleza y el terror 
Rilken

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