miércoles, 20 de febrero de 2019

De "modo planes" a Pléyades


ÉRGUETE, PELEGRÍN, QUE O PAXARO DA MORTE ESTÁ ENRIBA DE TI.

"Levántate, peregrino, que el pájaro de la muerte está encima de ti".
Castelao




Cuando alguien muere- quien haya perdido a alguien, lo sabe- uno de los tragos más amargos en los días y meses y años que siguen a la ausencia repentina y devastadora es el descubrimiento de las cosas que le han sobrevivido. Sus cosas. Sus olores. Sus sueños a medio hacer. Uno debería morirse y sus cosas borrarse de la faz de la tierra simultáneamente. Pero las cosas nos sobreviven. Son más longevas que nosotros mismos. Irónicamente, las cosas que decimos poseer, nos sobreviven. ¿Quién posee ahora a quién? Las cosas se quedan a contar sobre nosotros, y nosotros ya no estamos aquí para asentir ni defendernos.

Cuando mi padre murió, una de las cosas que más me impresionó en su ausencia fue encontrar en su despacho un arsenal de cuadernos sin estrenar. Cuadernos preciosos, con olor a nuevo, de diseños varios. También había un montón de cuadernos escritos en su letra ilegible. Pero los que me escocieron profundamente fueron los nuevos, los sin usar. 
Todas esas palabras que se le quedaron dentro. 
Todas esas palabras que desde sus manos nunca llegaron a las páginas blancas o rayadas o cuadriculadas de esos cuadernos, preciosos desiertos, que heredé.

Hasta entonces, yo había estado coleccionando lápices. Cada vez que UNA visitaba una ciudad, un museo, una fábrica, compraba un lápiz y lo metía en un florero cuadrado de cristal. La colección perdió el encanto el día que me encontré con los cuadernos de mi padre y todas esas palabras que se le quedaron dentro. Fue entonces cuando puse los lápices al uso. Para que no se me queden palabras dentro.


Una de las lecciones que he aprendido de la vida, de MI vida, es que cuando encuentro algo criticable en alguien, un defecto que me molesta, un hábito molesto que me altera, he de pararme y prestar atención. 
Pararme y prestar atención. 
Pues normalmente ese defecto, ese hábito, dice más de mí que de la persona a la que creo estar criticando. En este caso era Peter.

Peter tiene el hábito de "hacer planes" que rara vez suele llevar a cabo. Se le iluminan los ojos, mira al infinito y más allá, y planea. 
Planea lo que vamos a hacer este verano. 
Planea lo que vamos a hacer "un día". 
Planea lo que vamos a hacer "cuando...". 
En los primeros tiempos, UNA se ilusionaba con los planes de Peter. Hasta que UNA se desilusionaba repetidamente cuando repetidamente esos planes no llegaban a puerto. 
UNA dejó de creer en Peter cuando Peter planeaba; 
UNA se irritaba; 
UNA le decía a Peter: 
"ya estás en modo planes". 

Hasta que un día UNA decidió pararse y prestar atención. ¿Por qué Peter en modo planes es tan irritante? Porque esto no era sobre Peter y su dificultad de llevar planes a puerto. 
Esto era sobre UNA.

Esto era sobre mí. 
Esto era sobre mis listas de cosas por hacer sin apenas ticks. Esto era sobre mis propósitos de año nuevo abandonados antes de final de enero. Esto era sobre mis sueños aún no cumplidos a los cuarenta y muchos años. Tantos proyectos abrazados para posteriormente ser desechados por falta de cuidados.

El problema es esa palabra que aprendí ya de adulta primero en inglés y mucho más tarde en español: 
procrastinar
Llevamos haciéndolo toda la vida aunque hayamos aprendido sólo recientemente la palabra.
Procrastinamos 
Procrastinamos los sueños
Procrastinamos la vida

Me retracto: no llevamos haciéndolo toda la vida, no. Cuando éramos niños, no lo hacíamos. Ante los niños, deberíamos también pararnos y prestar atención porque los niños tienen mucho que recordarnos de cuando éramos niños. Pero estamos tan ocupados educando que se nos olvida pararnos. Y si prestáramos atención, recordaríamos que cuando éramos niños no hacíamos planes, hacíamos cosas: 
cumplíamos sueños.
Un niño tiene una idea, una idea magnífica, y no espera al lunes, 
ni espera a las vacaciones, 
ni espera a la luna nueva. 
Un niño coge su idea magnífica y la lleva a cabo. No se para a soñar despierto. Se para a hacer de su idea una realidad inmediata. Y esa impaciencia infantil es la que nos roba la procrastinación.


Procrastinar es alargar el tiempo entre soñar tu sueño y llevarlo a cabo. 

Procrastrinar tiene el riesgo asociado de que, o bien tu sueño muera esperando, en cuyo caso mueres un poco tú, o bien que no muera, pero se mantenga vivo sólo como recordatorio de lo que no has logrado, en cuyo caso aumenta tu amargura y tu resentimiento vital.
De mi herencia católica he guardado algunas joyas: 
contra pereza, diligencia 
En mis términos, esto traduce así: 
contra la procrastinación, la fuerza de voluntad

La fuerza de voluntad no es otra cosa que acortar el espacio entre tu sueño y llevarlo a cabo. 
No es un concepto abstracto. 
Es:
Levántate y Anda
Eso es la fuerza de voluntad, el único antídoto contra la procrastinación.

La vida pasa por estaciones. 
Hay estaciones en las que casi que no puedes permitirte el lujo de tener planes ni de tener sueños. Hay que prestar atención a lo más apremiante.
Y eso está bien.
Pero hay que ser extremadamente consciente de no permitir que una de estas estaciones se convierta en el resto de tu vida. Una de estas estaciones es la maternidad, cuando está recién estrenada.
Para muchas, UNA incluída, tener hijos era uno de sus sueños. Pero, una vez realizado, una vez que la mujer se convierte en madre, se corre el riesgo de que el resto de los sueños, los sueños de aquella mujer antes de ser madre, se queden adormilados en el tumulto de la maternidad.
Es absolutamente necesario que, sobre todo al principio, se pongan los sueños en standby para que no se conviertan en un ítem más de la lista de cosas por hacer, una lista particularmente agobiante en esta estación.
No obstante, conviene no olvidarlos; no dejarlos que hibernen demasiado tiempo vaya que se acomoden y no vuelvan a salir de la cueva. 
En cuanto buenamente se pueda, los sueños han de rescatarse; 
han de usarse incluso para escapar de los hijos pues a veces será lo más sano para madre e hijos. 
Además, es esencial recordar que los hijos están mirando cómo tratas tus sueños y aprenderán de ti a gestionar los suyos propios. Enséñales- te están mirando- que es importante mantener los sueños. Airearlos. Sacarlos a pasear. Y, en última instancia, cumplirlos.

...que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son...
Adelgazar
Hacer un podcast 
Aprender chino
Tejer una manta
Escribir un poema
Abrir un negocio
Tocar la guitarra
Publicar un blog
Cualquiera que sea tu sueño, si es tuyo, es válido.

UNA es la mejor encontrando excusas para abortar planes.
Las excusas de UNA son sublimes. 
Son manipuladoras. 
Inteligentes. 
Verosímiles. 
Tipo "tengo que escuchar a mi cuerpo" "no quiero hacer daño"
Son autoboicoteo elegante.

Publicar un blog.
Publicar este blog era uno de mis planes.
Durante muchos años procrastiné escribiendo blogs privados que no publicaba. Un día, ya lo conté en otra entrada, murió un amigo, un compañero de facultad que también escribía, alguien a quien no le tocaba morir. Su muerte me afectó más de lo que él hubiera creído. Tenía mi edad y en la transparencia de sus palabras adiviné algunos de mis sueños.

Y del "modo planes" pasé al "modo Pléyades". 


A veces, en mitad de la noche, me despierto con una idea. 
De hecho, creo que es la idea la que me despierta. 
En el "modo planes" la acariciaba un ratito y luego me daba una vuelta remolona hacia el otro lado. 
Ganaba la pereza. 
Ganaban las ganas de seguir durmiendo. 
En el "modo Pléyades" gana el sueño. 
Pero no el sueño en el que cierras los ojos, sino el sueño en el que los abres bien grandes, en el que reina 
la lucidez de que tienes un tiempo limitado para realizar tus sueños.


"Levántate, peregrino, que el pájaro de la muerte está encima de ti".


Y UNA se levanta, aunque sean las cuatro de la mañana. 
UNA se hace un café. 
UNA se echa una manta por encima, enciende el ordenador y le hace caso a su idea. 
UNA le hace caso a su sueño. 
Antes de que muera el sueño. 
Antes de que muera UNA.

Porque cuando gana tu sueño, ganas tú.

Y cuando prestas atención a tu sueño, cuando te pones a su altura, y le miras a los ojos, y le dices: 
"A ver,
 tú,
 ¿qué quieres que vienes a despertarme en mitad de la noche?"
...entonces empiezan a pasar cosas. 
Los astros se alinean, dicen.

UNA presentó al 2º Premio de Poesía IN-VERSO diez poemas que la despertaron en mitad de la noche y recientemente UNA se enteró de que había quedado finalista. Y UNA está pletórica. UNA escribe desde pequeña. UNA escribe poesía desde pequeña. 
Una niña que escribe poesía es una niña rara. Cuando mis padres tenían invitados a cenar en casa, UNA, en pijama, les tenía que leer sus poemas a los pobres invitados que se veían obligados a sonreír y aplaudir. 
Para mí, el hecho de que desde tan pequeña escribiera poesía no es más que una señal de que la llevo dentro. Es parte de mi forma de comunicarme con el mundo. Es otro de mis sentidos. La poesía tiende un puente entre lo inefable y lo sensorial. 

Cruzar ese puente es parte de mi sueño.

Que no se me queden palabras dentro.

Porque al final ¿qué mejor epitafio hay que: 
Llevó a puerto gran parte de sus sueños


1 comentario:

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