jueves, 9 de enero de 2020

Despejando incógnitas


La frase que titula este post no es mía. La usó una madre amiga en la puerta del cole y me cautivó. Estábamos comentando entre varias, a la vuelta al cole tras el verano, cómo habían cambiado los niños en tan sólo una temporada estival, y aludíamos a la pena que nos daba, el vértigo que nos producía, verlos crecer tan rápido. Esta madre amiga dijo: 

Pues a mí me gusta ir despejando incógnitas... 

Me cautivó. 
Me cautivó la noción de "incógnita" refiriéndose a los hijos porque la tendencia que tenemos, tendencia que por cierto va absolutamente en contra de cualquier manual que se precie de maternidad, es justo la contraria: la de etiquetar, no dejando espacio alguno precisamente para la incógnita.

Si leíste mi post Copiota, y viste la foto de mi cuaderno Lo que aprendí de ti, quizás te dieras cuenta de que el título del cuaderno era una etiqueta. Lo confieso: UNA es tan friqui como para tener una etiquetadora en casa. Me la regalé. Los botes de mi cocina presumen de sus etiquetas. UNA es así. UNA es organizada.



Imagínate, pues, lo complicado que resulta para UNA la premisa de la disciplina positiva de "No etiquetarás a tus hijos". Prácticamente imposible evitar clasificar a las criaturas. Desde chicos y siendo plenamente consciente, no sólo por propia experiencia sino también por formación, del poder devastador de las etiquetas, UNA ha ido definiendo a sus hijos por categorías. 
Paul hijo1 se parece a su padre físicamente y a su madre en personalidad. Gusi hijo2 se parece a su madre físicamente y a su padre en personalidad. Dolfete hijo3 es una mezcla de ambos: se parece a Gusi físicamente y a Paul en personalidad. 
Ponemos las etiquetas a medida que van creciendo los críos casi sin darnos cuenta: en una tutoría, en una conversación con otras madres, en un intercambio familiar, en un elogio.
Paul es inteligente, deportista, complicado, enfadique, sensible, político, locuaz, ansioso, obsesivo. Gusi es divertido, listo, bueno, creativo, matemático, servicial, chuleta. Dolfete es cariñoso, travieso, desordenado, manual, gruñón, tragón, sensible, empático.

Esto es terrible. Esta tendencia a etiquetar limita mucho. Los niños escuchan sus etiquetas en una conversación entre mayores y las hacen suyas. Las incorporan a sus autodefiniciones y viven con la presión, consciente o no, de conformar estas etiquetas, de no salirse de ellas. Incluso las etiquetas positivas pueden ser una losa; una etiqueta de "inteligente" puede usarse a modo de presión:
 "Con lo inteligente que eres, ¿cómo puedes reaccionar así?". 
Al final, las etiquetas positivas no son otra cosa que insultos del revés.

Las etiquetas van en contra de los principios de la atención plena que requiere una maternidad consciente. La creación de etiquetas supone la formación de todo un cuerpo de expectativas que a su vez genera miedos, mientras que lo verdaderamente justo sería mirar a nuestros hijos cada vez como si fuera la primera vez, como si fueran desconocidos que estamos descubriendo. 
Dejándonos sorprender
Despejando incógnitas
Te pongo por ejemplo a mi hijo mayor, que todos a mi alrededor vaticinaban sería un adolescente complicado. 
"Ya verás", me decían, "cuando éste sea adolescente.
Agárrate como puedas". 
Me agarré. Desconfié. Sin embargo, aquí estamos en plenos 14 años y mi hijo1 no deja de sorprenderme a diario desafiando los tópicos de la adolescencia. De saberlo, me hubiera ahorrado muchas preocupaciones inútiles. ¿Recuerdas mi post sobre soltar las expectativas? Pues eso, MIND THE GAP entre la criatura que tienes delante y la que viene dictada por la etiqueta que le colocaste en la frente poco después de nacer.

Las etiquetas retan también al principio de la impermanencia. Los niños cambian mucho. Mucho. A veces se trataría simplemente de añadir a la etiqueta una referencia temporal que deje suficiente holgura para el cambio: Cambiar el verbo estar por el verbo ser. No es lo mismo decir: 
Hoy estás muy gruñón
que decir: 
Eres un gruñón. 
A menudo lo mejor no decir nada.

Déjate sorprender por tus hijos
Despeja sus incógnitas
Déjales ser 
Let them be


Nos ponemos etiquetas a nosotras mismas, etiquetas que nos hacen de techo:
Yo no sé 
Yo no puedo 
Yo no soy 
Yo no llego 
A mí no se me da bien 

Recuerdo hace ya tiempo en una sesión grupal de introducción a la Gestalt que nos hicieron un ejercicio que todavía hoy uso a menudo con mis alumnos para practicar los adjetivos de personalidad en inglés. Te invito a hacerlo.
Se trata de elegir cinco adjetivos que te definan. De entre esos cinco, elige ahora el que crees que te defina más y cuéntame cuándo, dónde, en qué situaciones y contextos, con qué personas, eres así. 
¿Lista? 
Busca entonces el opuesto al adjetivo que te defina más. Si el adjetivo que te definía más era "mala" como en "mala madre", el opuesto es "buena" como en "buena madre". Ahora tienes que contarme cuándo, dónde, en qué situaciones y contextos, con qué personas, eres así. 
¿Lo ves? Este ejercicio, si hecho con conciencia y autoconocimiento, viene a poner de relieve que tú no eres tu etiqueta: Tú estás así y en ocasiones no lo estás. Estás así ahora y ahora ya no. UNA es organizada a veces y a veces UNA es caos absoluto.
Así que, cuando te digas:
Yo no sé 
Yo no puedo 
Yo no soy 
Yo no llego 
A mí no se me da bien... 

hazte consciente y arráncate la etiqueta de un tirón como una tirita vieja e inservible:

Si no sabes, aprende 
Si no puedes, cambia el cuento 
Si no llegas, ponte de puntillas 
Si no eres, cuéntate otra historia 

porque las etiquetas hacen de zip: Te encierran en un espacio limitado de plástico sofocante. 

Lo peor es cuando nos creemos las etiquetas que otros nos ponen en su afán inquieto por ordenar el mundo. Les estamos otorgando el poder de decidir hasta dónde podemos llegar. No les des la razón. No conformes tu vida a las etiquetas ajenas.

Déjate sorprender. 
Por ti misma. 
Despeja tus propias incógnitas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Agradezco tus comentarios