Peter tiene una teoría: Él cree que el móvil es el demonio.
Demonio o no, UNA vive el móvil de sus hijos adolescentes como una amenaza constante. A veces no quiero que se despierten porque no quiero que se pongan con el móvil. ¿¡Desde por la mañana enganchado al móvil!? Otras veces prefiero que no estén en casa porque así me ahorro un montón de ¡Deja el móvil ya, ¿no?! Ojos que no ven. Hasta Gusi hijo2 me retó a no decir la palabra móvil y ninguno de sus sinónimos durante una semana. A cambio UNA le retó a no espetar palabrota alguna durante esa misma semana. Perdimos ambos en menos de media hora. UNA de hecho perdió ambos retos.
Me preocupa que el móvil les haya hecho dejar de leer. Me preocupa también el número de horas de inactividad física que supone. Me preocupa lo que el móvil está haciendo con su cerebro físico, con su inteligencia-no-artificial, con sus oídos, con su creatividad, con SU TIEMPO que ellos aún no conciben finito, con SU VIDA en definitiva. Aparte el hecho de que UNA-preocupada no es novedad (siendo éste uno de los sesgos de la ansiedad), UNA ve que Peter consigue dejarlo pasar.
-Batalla perdida- me dice. -Son todos. Están todos adictos.
Se refiere a que el demonio ha captado a todos los adolescentes.
-SOMOS todos- me corrige una amiga. -No sólo los adolescentes.
Cierto, pero no del todo cierto. Si te asomas a una reunión de amigos de nuestra generación, puedes detectar varias escapadas puntuales al móvil pero, en un encuentro de chicos de la edad de los míos, los móviles están omnipresentes en sus manos de un modo casi surrealista. Es su forma de comunicarse actualmente.
-Que no te extrañe- me dice Peter- si se están mandando mensajes los unos a los otros.
Paul hijo1, en su versión adolescente, ha sido poco dado a abrirse cara a cara y, sin embargo, en cuanto se separa unas manzanas, empieza el chorreo de mensajes. A UNA le irrita, se lo he dicho, pero por otro lado veo que esto ha mantenido una vía de comunicación abierta entre él y UNA a lo largo de su adolescencia. No es mi estilo, UNA prefiere una buena conversación a un mensaje de voz x2, pero es el suyo y mantener una vía de comunicación abierta es importante en esa etapa.
Para UNA, el móvil con su conexión a internet- como el idioma inglés- me ha hecho de llave. Ambos me han abierto muchas puertas. UNA no puede dejar de deleitarse con sus bondades: la cantidad abrumadora de contenido disponible, la música y los podcasts compañeros de camino, los vídeos de yoga o ejercicio para las que no tenemos tiempo material de ir al gimnasio, el banco, el correo, las recetas de cocina, mis búsquedas hipocondríacas en las que siempre acabo muriendo, los libros electrónicos, el blog. La lista es interminable.
Y, sí, también las redes sociales.
Lo que más me preocupa es que mis hijos sólo usen el móvil para esto último. Es el uso y el abuso lo que me preocupa. Los móviles han llegado a ellos mucho antes que la madurez y los padres lo tenemos muy difícil. Se supone que nuestra tarea es enseñarles a hacer un empleo más creativo, más sensato y sobre todo menos intensivo del móvil. Pues es un coñazo de tarea. ¡Deja el móvil! ¡No se usa el móvil mientras se come! ¡El móvil fuera de la habitación para dormir! ¡El móvil fuera de la habitación para estudiar! Es tarea añadida de la que se libró mi madre. Cuando vienen con una pregunta interesante, de las difíciles, de las que UNA no sabe responder, les digo:
- Ése es el tipo de cosas que tienes que buscar en tu tiempo de pantalla.
¿Sí?
Tiktok e Instagram son su tiempo de pantalla.
A veces UNA quisiera rendirse, como Peter. Quisiera pensar: Lo mismo da, si esta generación se va a abrasar de todas formas (el cambio climático siendo otra de las preocupaciones que embriagan a mi ansiedad, aunque anticipo que les pillará distraídos). Por ahora, todo este trabajo a la sombra sólo me ha servido para ganarme el podio en el epíteto de PESADA. Pero, como le digo a Paul hijo1, mi esperanza es que tanta insistencia por mi parte acabe creando un resquicio de voz interior que- hasta cuando UNA falte- les haga sentir cierta incomodidad cuando estén usando el móvil sin sentido o sin límite.
Quizás el demonio sea UNA.
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