Ahora que nuestros hijos se gradúan cada media hora, hay muchas oportunidades de rito. Recientemente se graduó Paul hijo1 que acaba de terminar su bachillerato. Puse una foto, la foto que acompaña a esta entrada, en mi estado de whatsapp y una amiga me escribió por privado:
- Esto merece un post en el blog.
UNA pensó, le tendría que pedir permiso a Paul hijo1, no para escribirla, sino para publicarla. Ya son mayores estos hijos de UNA. Ya tienen su vida privada y su vida pública, y ellos deciden qué va en qué ámbito. Pero luego me di cuenta de que lo que tenía que escribir UNA al hilo de esta graduación no era sobre Paul. Era más bien sobre UNA.
La graduación de UNA cuando acabó COU no fue una graduación, fue una ceremonia de fin de curso en el gimnasio del colegio. La de Paul hijo1 ha sido en un salón de actos magnífico en la universidad. Cuando UNA vio a su hijo desfilar por el pasillo, y luego escenario arriba a colocarse su banda de fieltro en forma de V, UNA sintió la ilusión inusitada de un nuevo comienzo mezclada con la tristeza emocionada de una etapa que se cierra. Por un momento pensé que era UNA-madre la que sentía la ilusión y la melancolía. Al fin y al cabo se cierra una etapa en mi vida de madre. Voy a ser madre de universitario. Eso ya es otro nivel de madre.
Pero ahondando como a UNA le da por ahondar, me dije: Espera un momento. Esta ilusión no le pertenece sólo a UNA-madre. Esto es UNA a los 18.
De repente, caí en la cuenta de que UNA se estaba identificando con Paul. La ilusión era real, era la del graduando, la de la chiquilla de 18 años que se graduó en aquel gimnasio de aquel colegio. Me sentía de nuevo una jovencita, con la inquietud de estar pendiente de las notas de selectividad, con la incertidumbre de qué estudiar después, con los nervios de la salida sin hora de vuelta después del acto. No era tanto echar de menos mi primerísima juventud. No. Era un sentimiento de yo-estoy-aún-en-esos-bancos, con mi chaqueta de rayas, y mi falda de lunares, y mi sombrero azul. Y toda la vida por delante, una vida llena de promesas y de incógnitas. Viendo a Paul hijo1 graduándose, la UNA en esa esquina de mi vida entró en contacto con la UNA que escribe este blog: ¿Te acuerdas?, me decía. ¿Te acuerdas lo entera que estabas? ¿Tan llena de proyectos de vida? ¿Tan llena de vida? Íbas a ponerte el mundo a modo de banda de fieltro en forma de V.
Entonces me di cuenta de que quizás lo hayamos leído todo mal. Quizás hayamos pensado que la vida es ir sumando: sumando años, sumando experiencias, sumando sabiduría, sumando recuerdos. Y tal vez la vida sea ir restando: en cada recoveco vamos dejando una parte de nosotros. Como en aquellos álbumes de recortables que teníamos de pequeñas, se va quedando un recortable en cada etapa. Hasta que al final se queda todo hueco. Pensábamos que la vida era ir arropando a esa muñeca recortable. Pero en realidad tal vez se trate de ir despojándonos de yoes, y una de mis UNAS se quedó allí en aquella graduación, en aquel gimnasio y nunca más creció. Mantuvo la ilusión eternamente. La vida pasa mientras recortables de nosotros se van quedando desperdigados en las esquinas.
Dejaste un recortable tuyo en aquel portal, en aquel verano, en aquella playa, en aquel colchón. Fuiste esparciendo recortables por madrugadas, despedidas y traiciones. Recortables tuyos se quedaron adheridos para siempre en canciones y aromas que cuando ahora escuchas y hueles te traen la vida de aquel que fuiste de vuelta. Puede que vivir sea irse quedando hueco.
Una bonita e interesante reflexión, com de costumbre. Creo que la vida es una etapa en la que vas adquiriendo cosas, conocimientos, ideas y conceptos y otra etapa en que vas rompiendo todas esas cosas, lo vas puliendo hasta quedarte con lo que realmente eres....
ResponderEliminarSeguro que el mapa del mundo de tus hijos es un lugar más agradable gracias a tu ayuda.
Yo hay días en los que no estoy tan segura, pero te agradezco el cumplido.
EliminarY sí, supongo que tienes razón, madurar es ir puliendo.