lunes, 16 de noviembre de 2020

Lo sagrado

UNA lo va a contar no cómo pasó, sino como UNA lo recuerda. Porque, al final, eso es lo que importa: no lo que pasa, sino cómo lo recuerdas. Si tienes hermanos, sabes que esto es un hecho: UNA tiene tres hermanas, tuvimos la misma infancia y, sin embargo, son cuatro infancias completamente distintas cuando nos ponemos a hablar de ellas. Pues eso.

Como ya os relaté en el post de La vida eterna, estuve en un colegio del Opus Dei desde 2º de EGB hasta 6º: eso en años es desde los 7 hasta los 12. Una edad muy tierna. Una de las prácticas que más me marcó en esos años fue el sacramento de la confesión. Había confesión martes y viernes. Era obligatorio confesarse al menos una vez a la semana. Nos confesábamos por orden de lista, con eso te lo digo todo.

Examen de conciencia: 

Niña, tienes que escanear lo que has hecho durante la última semana, encontrar TODO LO MALO y anotarlo en tu cabeza para que no se te olvide. Al final, niña, te harás experta en esto: en cuanto hagas algo mal, te harás enseguida consciente porque "esto lo tengo que confesar."

Dolor de los pecados: 

Que te duela, niña, que lo has hecho mal: siente culpa, niña, avergüénzate. 

Propósito de enmienda: 

Propónte, niña, ser mejor de lo que eres porque, niña, tú estás rota por dentro; vienes mal hecha de fábrica.

Decir los pecados al confesor: 

Métete en esa habitación pequeña, claustrofóbica, niña, y cuéntale a ese señor que no conoces todo eso malo que has hecho, niña, todo eso que ni siquiera tu mamá ni tu mejor amiga saben. Desnuda tu alma ante ese extraño. Tienes que darle a ese desconocido tu momento de mayor vulnerabilidad.

...y cumplir la penitencia: 

Sólo es rezar, niña, pero tienes que cumplir el castigo, porque si no, no estarás limpia por dentro: seguirás manchada de pecado. Que no te vas a ir de rositas, niña.

Este proceso, obligatorio y semanal, era imprescindible antes de comulgar. La comunión, la conexión con dios que es amor, pasaría por todo lo anterior. 

Para llegar al amor, tienes, niña, que escanear tu maldad, sentirte mal por ella, proponerte ser menos mal, mostrar tu vulnerabilidad a un desconocido y cumplir castigo. 

Todo en aras de volver a sentirte limpia; todo en aras del amor y de la conexión.

UNA no es psicóloga, pero no hace falta serlo para ser capaz de advertir que, a primera vista, esto es una barbaridad. Golpea de lleno todas las premisas de disciplina positiva de la psicología infantil actual, ésa que considera que una persona, sin importar lo chiquitita que sea, conserva su condición de persona.

UNA se para a pensar y detecta enseguida cómo, esa práctica, llevada a cabo semanalmente durante cinco años de infancia, dejó huella indeleble en UNA. Quizás no la dejara en otras miles y miles de niñas que hiciera
n lo mismo, pero sí en la sensibilidad de UNA. Y permíteme que dude que mi caso sea el único. 
Mi manera de detectar todos mis errores mucho antes y con mucho más relieve que mis aciertos (examen de conciencia); mi hábito de fustigarme por esos errores que se transparenta en la culpa que tiñe Una_Vida_Mundana de principio a fin (dolor de los pecados); el sentimiento de que, haga lo que haga, UNA no llega a ser nunca suficientemente buena, hay algo roto ahí dentro (propósito de enmienda); la necesidad imperante de confesar cuando hago algo mal, de contarlo, de pedir perdón (decir los pecados al confesor); y el tirarme al barro después para cumplir la penitencia. 
Cumplir la penitencia. Me refiero aquí al autocastigo. Eso lo hacemos muchas, ¿no? El autoboicoteo. Llevas una dieta a rajatabla, cometes una pifiada en el trabajo y te pegas el atracón del siglo. ¿Por qué cuanto más te necesitas, más te fallas? Te vienes abajo por un desatino que has cometido y, en vez de acariciarte yéndote a hacer eso que tanto te gusta, en vez de aliviarte pegándote una sesión doble de aquello que te hace sentir bien, te dedicas a la práctica de lo que Elizabeth Gilbert llama el pensamiento horizontal, es decir, te tumbas a rumiar tu desatino, que es justo lo que menos te conviene.

Recuerdo una vez que una muy buena amiga me contaba que sólo veía a su marido al final del día y, ocasionalmente, estaban irritables por el cansancio y se enfadaban a la mínima. Cada vez que esto sucedía, ella cogía y se iba a la cama. Reflexionaba así mi amiga: 
- "¡Coño es que soy tonta!, encima del cabreo que me pillo con él, me castigo sin cenar y sin ver nuestra serie". 

... y cumplir la penitencia.

La confesión es un sacramento.
Sacramento viene de "sagrado momento".
Lo sagrado para mí sería permitir que una niña decida si y a quién contarle sus peores momentos, en vez de obligarla a contárselo semanalmente a un desconocido.
Lo sagrado sería alentarla a escanear sus acciones para detectar qué es lo que sí ha hecho bien;
qué es lo que la honra;
qué la hace especial.
Lo sagrado sería enseñarle desde pequeña a quererse a sí misma, enseñarle la autocompasión, a perdonarse primero ella antes de pedir perdón, y no a pedir perdón por/con culpa o vergüenza. 
Lo sagrado sería hacerla verse limpia por dentro sin necesidad de pasar por la aduana del castigo.

UNA ya no es religiosa (no es difícil adivinar por qué) y no está educando a sus hijos en valores religiosos, pero lo que vengo a decir aquí es, ¡cuidado!, mucho cuidado en cómo se transmite la religión en la infancia, porque efectivamente son edades muy tiernas que pueden dejar llagas de por vida. UNA, a estas alturas de la vida, entiende la religión como una creación humana para aliviar la angustia inherente a su condición; a la certeza de la muerte; al hecho de que nos hayan desparramado por aquí sin nadie a cargo, sin nadie para contestar a las preguntas y dar explicaciones. En ese sentido, me parece un mecanismo de defensa y un ejercicio de creatividad loable. Lo que me parece aberrante es que la religión, mal entendida, al final se convierta en otra causa más de angustia, que es precisamente lo que pasa si nos aferramos a su disciplina y a sus mandamientos sin piedad.

Este post quizás haga escocer algunas pupas. En cuanto se tratan temas como religión o política, suele pasar, y quizás pierda alguna lectora por hereje. Pero recuerda que lo que UNA te ha traído aquí es el escozor. 

La pupa estaba ahí de antes.

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