Había estado toda la semana nublada con el agobio de una situación personal que me aplastaba como una nube negra que no acaba de desencadenar en tormenta. Oprimida por el bochorno, dudé si cancelar la cena del jueves con mis amigas en casa pues era otra cosa más por hacer, y no tenía el alma para fiestas. Pero a los 50 me precede la experiencia y la voz interior me hizo no sucumbir a la tentación de auto-boicotearme, así que finalmente decidí optar por el auto-cuidado que siempre supone cenar con mis amigas. Y entonces pasó. Llegaron. Conté. Desnudé el alma como en tantas otras ocasiones. Escuchaban. Alguien dijo:
- Yo también.
Y se hizo La Luz.
En cuanto alguien sabe por lo que estás pasando, la nube negra se disipa como si fuera espuma.
Esto sucede con tanta frecuencia en la vida mundana de UNA que se ha convertido en recurso. Cuando algo me angustia, sé que necesito contarlo porque en parte la inquietud procede de la sensación de ser ÚNIca en el mal sentido de la palabra, de que esto le pasa a UNA porque UNA es como es y que UNA sabe que UNA en parte es menos que las demás; de que UNA no acaba de encontrar su lugar en el mundo; de que nadie comprende a UNA. Y luego llega alguien, otra UNA que ya pasó por aquí, y te dice yo-también o a-mí-también, sé-por-lo-que-estás-pasando y ese entendimiento es una caricia que desmonta miedos, suaviza enfados y me acompaña en el proceso de recordar que UNA es perfectamente válida como es.
Esto es algo que las mujeres hacemos muy bien.
Cuando empecé a escribir blogs lo hice en plan escritura terapéutica. El blog es un formato que, a modo de diario, se convierte en espacio de expresión y reflexión. Luego una amiga, genial autora del blog bilingüe The Green Life, al publicar el suyo, me inspiró a empezar a publicar mis entradas secretas y descubrí que, al hacerlo, UNA invitaba a la coherencia en mi-vida-mundana. El blog es terapia para UNA, no sólo por la expresión, sino también y sobre todo por la responsabilidad: UNA se ve obligada a rendir cuentas de lo que publica y en cierto modo, eso me hace ser más coherente con los valores que UNA profesa en palabras.
Pero el blog me ha reportado mucho más que terapia. Empezó a pasar algo mágico cada vez con más frecuencia: empezaron a escribirme madres, mujeres, esposas, UNAS, OTRAS, ELLAS... por whatsapp, por messenger, por email, para devolverme:
Yo-también
A poquitos, se me ha ido llenando el alma de yo-tambiénes. Esto no tiene precio pues me satisface una necesidad que a veces ni siquiera Peter alcanza a detectar, que es la de saber -¡saber no!- sentir que UNA no está sola; que hay muchas almas bellas ahí fuera que a veces pasan por lo mismo que UNA, que entienden por-lo-que-estoy-pasando.
Cuando UNA vivía en Inglaterra volvió a España una navidad y, al entrar en casa de mis padres, el perro de la familia no salió a saludar. Supe que algo había pasado antes de que me lo confirmaran pues, de haber estado, me habría recibido con la algarabía habitual. Recuerdo que esa misma tarde teníamos una boda de amigos y me la pasé tristona y compungida por la muerte del perro, aguantando a duras penas las lágrimas en público. Peter nunca había tenido perro y no podía comprender que una mascota pudiera provocar semejante aluvión de emociones, así que mi tristeza chocaba de frente con su indignada incomprensión. Mucho más tarde en la vida, tuvimos un perro en la familia-de-5 del que nos vimos obligados a despedirnos por circunstancias, y entonces Peter comprendió. Ahora sabe por lo que UNA estaba pasando aquella navidad, lo que confirma que
la experiencia es requisito previo a la empatía
Esto sostiene mi deseo de seguir publicando pues si mi experiencia -de las emociones airadas o ansiosas, de las vicisitudes de la maternidad o el matrimonio-, si mi experiencia de UNA VIDA MUNDANA en definitiva, le hace sentir menos sola a otra-UNA agobiada ahí fuera, UNA se da por realizada.
Las mentiras piadosas en inglés se llaman white lies: mentiras blancas. ¿Verdad que es bonito? Pues bien, UNA, que trata de enseñarle a sus tres reyes que la sinceridad es un valor que te permite estar conectado a el-otro-que-no-eres-tú y que, cuando la honestidad se quiebra, se despedaza esa conexión, ha cometido no obstante el pecado de una mentira-blanca repetida durante mis años de maternidad. Cuando UNA ha visto a alguno de mis hijos carcomido por la desazón en alguna situación, UNA les ha confesado:
UNA-también con tu edad tenía ese miedo
UNA-también en esa situación se ha sentido así
UNA-también ha pasado por ahí
A veces era cierto, a veces caricatura. A veces ni siquiera UNA alcanzaba a comprender por lo que mi criatura estaba pasando, pero sabía, sé con certeza, que un yo-también alivia como el mas cálido de los ungüentos. Ese alivio, esa iluminación, bien merece una dosis de imaginación creativa.
Me manda un mensaje una amiga de madrugada. Está llorando. Siente la soledad de no ser capaz de comprender lo que le está pasando, la angustia de la ansiedad. La reconozco. Sé exactamente por lo que esta pasando. UNA estuvo ahí, o está ahí, o estará ahí, o UNA puede imaginar, sentir y ver cómo es estar ahí. Le mando un UNA-también de vuelta. Un ella-también. Un ellas-también. Un nosotras-también. Y se hace La Luz.
Cuando la voz interior arremeta contra ti, asegúrate de buscar una voz amiga que venga a poner luz a la oscuridad que nuestras propias voces interiores crean. Haz de esa búsqueda tu recurso. A su vez, cuando una voz amiga te busque, asegúrate de regalarle un yo-también.
Que sepa que la ves.
Que la sientes.
Que la acompañas.
Aunque tu yo-también venga teñido de blanco. Porque lo que realmente importa es cogerle de la mano. Manos de mujer hacen de linterna.
Photo by Leon Contreras on Unsplash |
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