jueves, 6 de junio de 2019

Valídame

Me gusta escribir de las cosas a toro pasado, cuando la perspectiva del tiempo me regala cierta claridad. El recuerdo depura. Las lecciones se aprenden a destiempo. El pasado me inspira.
No obstante, las situaciones que vengo a contaros hoy aquí son encuentros recientes que me han revelado patrones de mi Vida Mundana
Y del patrón, la reflexión.


Paul hijo1. El miedo.
Estábamos en la feria. La familiade5. Gusi hijo2 y Dolfete hijo3 se subían a las atracciones con sonrisas excitadas y con el único límite que les imponía su estatura limitada o la prudencia de mi bolsillo. Mientras, Paul hijo1 miraba hacia arriba desde abajo con envidia porque a él sus límites se los impone su miedo. Él hubiera querido pero su miedo no se lo permitía. UNA le empujaba: "papá se sube contigo", "enfréntate al miedo", "ya verás que luego te vas a alegrar". Cuanto más empujaba UNA, más se ofuscaba Paul. Pero UNA insistía. Y es que UNA tiene arraigada la creencia de que la evitación aumenta el miedo, y UNA no quiere que sus tres reyes sientan miedo. UNA sabe cuán desagradable el miedo es. 


Gusi hijo2. Los nervios.
Gusi hijo2 tiene el próximo sábado una prueba para acceder a unas becas de matemáticas. Gusi hijo2 está nervioso, muy nervioso. Se despierta temprano, antes de que UNA vaya a despertarlo. Se duerme tarde, mucho después de haberse acostado. Hace pruebas similares a aquella a la que se va a enfrentar y con cada prueba se pone más y más nervioso. UNA trata de razonar con él: "lo que importa no es sólo la capacidad matemática, sino también la actitud", "no tienes nada que perder", "tienes que estar en calma", "disfruta del proceso". Porque UNA no quiere que sus tres reyes estén nerviosos. UNA sabe cómo de desagradables los nervios son.


Dolfete hijo3. La preocupación.
Se le va notando camino al cole. Abre la mochila. Comprueba que lo lleva todo y luego vuelve a comprobarlo. Mira la agenda para ver que ha hecho todas las tareas. Se ha preparado incluso algunos ejercicios que no eran para casa por si los hacen en clase saberse las respuestas. Ya en la puerta del cole, le ha cambiado el semblante. Se aferra a UNA, al espacio seguro, la zona de comfort que es la madre. A UNA se le parte un poco el alma. "Ya verás cómo todo va a salir bien", "no tienes de qué preocuparte", "yo estaré aquí a las dos para recogerte", "tú no te preocupes". Porque UNA no quiere que sus tres reyes estén preocupados. Bien sabe UNA lo desagradable que es la preocupación.


¿Ves el patrón?
Esto es lo que hacemos.
Esto es lo que hemos aprendido a hacer.
Invalidamos
Si tienes miedo, trato de empujarte.
Si estás nervioso, trato de calmarte.
Si estás preocupado, trato de quitarle importancia. 
Si tienes alguna emoción, hijo mío, que haga sentir incómoda a UNA, te la invalido: 
Trato de arreglar la emoción, como si estuviera rota.
Trato de arreglarte a ti, como si sentir esa emoción fuera disfuncional.
Me pongo mi mono de arregla-emociones y manos a la obra con todos los argumentos que tengo a mi disposición para convencerte de que lo que estás sintiendo no es lo que deberías estar sintiendo.
Con la mejor intención como bandera, sin duda: tratar de hacerte sentir mejor.
Pero lo cierto es que el mensaje que te estoy mandando es:
 "Atención: sentimiento equivocado"
Sin necesidad de indagar demasiado, lo que salta la vista es que el sentimiento es equivocado porque incomoda a UNA.

Si te veo feliz
          contento
          satisfecho
          tranquilo,
te dejo estar. Me regocijo.

Pero me cuesta dejarte tener miedo
     me cuesta verte nervioso
                   o preocupado
                   o triste
                   o enfadado.
No te dejo estar.

Sólo digo eso:
Invalidamos
¿Es humano? Lo es
¿Es comprensible? Lo es

Pero cuando UNA está mal, y se desahoga con Peter, y Peter en vez de escuchar atentamente a UNA con empatía, interrumpe para ponerse su gorra de "señor-arréglalo-todo" y me dice cómo y cuándo y por dónde salir de estar mal, con su buena intención como bandera, ¿sabes cómo se siente UNA? 
Invalidada
UNA sólo buscaba desahogarse.
Pues eso.
Patrones son reflexiones.
Escuchemos más a nuestros hijos.
Sepamos estar con lo que sientan, nos incomode o no.
Lo que necesita arreglo es precisamente nuestro saber estar con nuestra propia incomodidad. Sus miedos o sus preocupaciones no son averías.

UNA: La primera que tiene que aplicarse el cuento.


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